El Partido Demócrata, que plantea una recuperación del rumbo del país y considera que la democracia está en riesgo, optó por una figura que es unificadora por encima de todo, especialmente por su historia personal de dolor, recuperación y empatía con las tragedias de la ciudadanía.
“Levántate”, fue el lema que Joe Biden aprendió de su padre, sin imaginarse que iba a tener que usarlo tantas veces en su vida. Lo dijo cuando luchaba contra su tartamudez en su niñez y adolescencia. Se convenció de repetirlo cuando murieron su esposa y su hija en 1972, o cuando falleció su hijo en 2015. También cuando se recuperaba de los aneurismas cerebrales que sufrió, o cuando debió abandonar sus campañas a la presidencia en 1987 y 2008 por claros errores en sus discursos.
Así lo plasmó en su libro Promises to keep (promesas que mantener), en 2007: “Después de la cirugía, senador, podría perder la capacidad de hablar... ¡Levántate! Los periódicos te están llamando plagiador, Biden? Levántate! Su esposa e hija -Lo siento, Joe, no había nada que pudiéramos hacer para salvarlas?- ¡Levántate!”
Biden, quien creció en una familia trabajadora de Scranton (Pensilvania), parecía destinado a ser una estrella del partido. Llegó al Senado como el miembro más joven de la historia (de hecho, el día de la votación, todavía estaba por cumplir los 30 años necesarios), pero celebró su victoria (51 a 49%) junto a su esposa Neilia y sus tres hijos.
De hecho, unas semanas después, su pareja hizo una extraña reflexión sobre el momento de felicidad. “Las cosas están demasiado bien”, celebró.
Pero antes de jurar como senador, Biden estaba en Washington en los preparativos cuando recibió la devastadora llamada. “Su esposa e hija han sufrido un terrible accidente. Tiene que regresar a casa”, escuchó. La familia había ido a comprar un árbol de Navidad cuando el auto chocó con un camión. Neilia, de 30 años, y Naomi, de apenas 1, murieron en el acto. Beau y Hunter, de 3 y 4 años, sobrevivieron tras varios días de tratamiento intensivo.
Él mismo reveló que no solo consideraba la idea de abandonar la carrera política, también pensó en el suicidio. “Levántate”. El apoyo de los mayores fue clave y Biden juró en el cargo desde la misma habitación del hospital donde todavía estaba internado Beau.
El demócrata, que había hecho una campaña con mucha cercanía a la gente, quedó marcado por las pérdidas y se acercó más a sus constituyentes. Pese a las invitaciones a las cenas de Washington para integrarse, solía volver todos los días a Wilmington (300 kilómetros diarios) para estar con sus hijos y la comunidad. Además, desde sus primeros años se caracterizó por trabajar sin divisiones partidarias, buscando el diálogo del otro lado del pasillo.
“La gente tenía desacuerdos con él, pero era muy simpático”, recuerda el ex vicepresidente Dan Quayle, un republicano de Indiana que sirvió con Biden en la Cámara Alta. Aunque Quayle apoya a Trump, reconoce que la afabilidad de Biden es una de las razones por las que Trump ha tenido problemas para definirlo con ataques personales como “Joe el Corrupto”, o como un hombre que “hiere a Dios”. Según señala, “a nadie le cae mal Joe”.
Su creciente popularidad (era considerado uno de los mejores oradores del partido, sin rastros de su tartamudez) lo llevó a presentarse a la interna demócrata por la presidencia en 1987, con una plataforma que, paradójicamente, renegaba de los políticos mayores y pedía un cambio generacional, palabras que fueron citadas por sus rivales hace solo unos meses. Abandonó la contienda tras descubrirse un plagio en sus discursos. Una acusación que hoy podría parecer trivial, a la luz de otros escándalos, pero en su momento fue devastadora.
Al año siguiente, tras unos meses de frecuentes y fuertes dolores de cabeza, los médicos le detectaron dos aneurismas cerebrales que necesitaban ser operados de urgencia. En su libro, explica cómo cambió su postura frente a la muerte. “Tal vez debería haber tenido miedo, pero estaba en calma. Estaba como flotando en el mar. Me sorprendió, pero no tenía miedo de morir. Hace mucho tiempo había aceptado que la vida no garantiza un trato a todos por igual”.
La recuperación fue bajo total aislamiento, tanto que su segunda esposa, Jill, rechazó dos llamados del presidente Ronald Reagan. Una segunda operación fue exitosa, pero las preocupaciones giraban sobre su apariencia: muy flaco, con un ojo caído y con rigidez facial. Recién seis semanas después su frente y su mejilla se volvieron a mover.
“Ese año me dio una lección: solo son urgentes las cuestiones de vida o muerte. No significa que perdí compromiso o dedicación, pero ya no sentía la necesidad de ganar cada momento para tener éxito. Entendí que un único momento fallido, incluso uno tan público y doloroso como terminar mi campaña, no puede determinar mi epitafio”.
Volvió a sentir que era su momento para la Presidencia en el 2008, tras los dos mandatos de George W. Bush. Pero el partido había tomado una dirección más liberal: los principales candidatos eran una mujer y un afroamericano, mientras que un senador blanco y relativamente mayor sonaba a anacrónico. Unas declaraciones algo despectivas de tono racista sobre Barack Obama terminaron por sepultar sus posibilidades. Pero el ganador de la interna lo terminó eligiendo como su compañero de fórmula, y asegura que ese fue uno de sus mayores aciertos.
Como vicepresidente, Biden explotó dos de sus principales cualidades: trabajo bipartidario (no siempre exitoso, dada la creciente polarización) al ser el titular del Senado, y cercanía emocional con los votantes en numerosos actos de protocolo por todo el país. Varios familiares de víctimas de tiroteos o de soldados caídos en combate han relatado las llamadas de la Casa Blanca por parte de Biden y destacaron su calidez y capacidad de consuelo y conexión.
Si bien uno de los factores que empujó a Obama a elegirlo para el “ticket” fue su avanzada edad, considerando que sería difícil presentarse a las elecciones del 2016, la idea todavía sobrevolaba su mente, aunque había un fuerte consenso de el establishment demócrata en torno a Hillary Clinton. Pero la posibilidad fue descartada a fines de 2015, tras la muerte de su hijo Beau, víctima de un cáncer cerebral.
“Dios mío, mi niño. Mi hermoso niño”, escribió en su diario. Beau era llamado un “Joe 2.0″, y se le consideraba como una posible dinastía, ya que era fiscal general de Delaware y tenía planes de llegar al Senado. Su relación era muy cercana.
Según escribió Biden, en ese momento entendió que su papel como un vicepresidente en duelo era diferente de lo que había sido al proceso que vivió como senador electo cuatro décadas antes tras la otra tragedia. Trató de mostrar “a millones de personas enfrentando la misma horrible realidad que era posible absorber la pérdida real y salir adelante”.
Es cierto que el estilo cercano de Biden le ha traído polémicas y problemas, ya que varias mujeres se han sentido incómodas y lo han denunciado por sus avances sobre el espacio personal. Incluso, una mujer lo acusó de abusos, algo que él ha negado. Y solo la pandemia pudo modificar sus costumbres y obligarlo a un distanciamiento social.
Como figura unificadora, fue uno de los invitados más esperados en los servicios conmemorativos por la muerte de George Floyd, una de las pocas ocasiones en las que ha salido de su casa en los últimos meses. Es, por excelencia, la figura de duelo y compasión grabada en la mente de buena parte del electorado. Características determinantes en la numerosa interna demócrata, que se decidió cuando varios precandidatos decidieron abandonar la carrera y darle su respaldo frente al otro gran contendiente, el senador izquierdista Bernie Sanders.
En la Convención Demócrata, sus familiares aparecieron en videos y resaltaron esas virtudes del candidato. “Hará por tu familia lo que hizo por la nuestra: unirnos y completarnos”, dijo su esposa Jill.
En 1992, la última campaña presidencial en que un presidente estadounidense (Bush padre) no logró la reelección, Bill Clinton protagonizó el momento más recordado de uno de los debates. Ante la pregunta sobre el impacto de la deuda nacional, el mandatario no logró conectar con la ciudadana que planteó el tema, mientras que el demócrata aseguró que sentía el mismo dolor con los despidos y la crisis. Ya sea con ideas correctas o equivocadas, logró empatizar con la audiencia, una virtud que Biden ha practicado por años y espera volver a plasmar en la recta final, en temas como la pandemia que ha dejado más de 180 mil muertes, el desempleo o la discriminación. A su lado estará Kamala Harris, quien era amiga de Beau.
(Con información de AP)
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