Un helicóptero del Servicio Secreto con personal de la Secretaría de Seguridad Nuclear a bordo va a sobrevolar este fin de semana y el lunes el centro de la ciudad de Charlotte, en Carolina del Norte. Busca posibles radiaciones que podría desprender una bomba. Los agentes que cuidan al ocupante de turno de la Casa Blanca, aseguran que es apenas una misión de rutina cada vez que POTUS (la sigla que denomina al President of the United States) viaja a cualquier ciudad fuera de Washington. El detalle es que Donald Trump, esta vez, no va a estar en la ciudad colonial bautizada en honor a la reina Carlota de Inglaterra e Irlanda. Las precauciones se toman por los 336 delegados que se congregarán en el Charolotte Convention Center para protagonizar la Convención Nacional Republicana que va a consagrar a Trump como su candidato para las elecciones del 3 de noviembre.
Sin papelitos ni globos, los delegados estarán sentados a dos metros de distancia uno del otro, con obligación de usar máscaras, mirando una pantalla por donde se sucederán los discursos de las figuras del partido esparcidos por el resto del país. El único que estará cerca es el vicepresidente Mike Pence, aunque después hablará desde el cuartel militar de Fort McHenry en Maryland. Trump va a dar su discurso el jueves, muy probablemente desde la Casa Blanca. Aunque se especula que también podría desplazarse seis cuadras, hasta el Mellon Auditorium frente al Trump International Hotel del centro de Washington DC, para saludar a los partidarios que se congregarán allí. Los demócratas cuestionan la realización de un acto partidario de campaña desde la casa de gobierno. Dicen que es ilegal.
Después de una semana en la que el Comité Nacional Demócrata hizo su propia convención virtual con una especie de teletón presentada por actrices desde Los Angeles, los republicanos quieren contratacar con todas sus armas para entusiasmar a un electorado que parece estar mucho más reacio que hace cuatro años a apoyar a Trump. En la propia convención demócrata se pudieron escuchar a republicanos disidentes que criticaron al presidente por su manejo de la pandemia que ya dejó casi 180.000 muertos y seis millones de contagiados. Los discursos que dieron Barack y Michelle Obama, Bernie Sanders y varios líderes hispanos y negros fueron devastadores para la figura del actual presidente. En general, las encuestas fluctúan durante las semanas de las convenciones y en algunos casos dan un empujón definitivo al candidato que sale mejor parado. Por ejemplo, en 1992, Bill Clinton logró una ventaja de 16 puntos por encima de Bush padre, que fue definitiva para llevarlo hasta la Casa Blanca. Ahora, el promedio de encuestas que hace el sitio Real Clear Politics marca que Biden tiene 50% de intención de voto contra un 42,5% de Trump, con muy pocos indecisos.
La característica de esta campaña republicana está dada por la “guerra cultural” que plantea Trump. Después de fracasar en su intento por mostrar mejorías en la economía, de recomendar tomar un químico venenoso para enfrentar el Covid-19 e intentar desestabilizar al “sagrado” servicio del correo estatal para que la gente no vote a distancia porque eso perjudicaría sus posibilidades de reelección, el multimillonario de Nueva York puso el eje de su campaña en las divisiones sociales y culturales de los habitantes blancos de los estados del centro del país frente a las “elites” de las grandes ciudades de las costas. Va a arengar a su propia tropa con lo que quieren escuchar. Lo secundarán discursos de partidarios como Nicholas “Nick” Sandmann, el estudiante de la escuela católica de Covington, Kentucky, que fue filmado en enero de 2019 burlándose del activista Nathan Phillips, un anciano nativo americano y veterano de Vietnam que formaba parte de una marcha de los pueblos indígenas celebrada frente al Lincoln Memorial. Sandmann había viajado con varios de sus compañeros de escuela para asistir a un acto contra el aborto frente a la Corte Suprema y llevaba un típico sombrero trumpista, rojo, con la inscripción Make America Great Again. La fotografía de un sonriente Sandmann parado cara a cara con Phillips que tocaba un tambor indio, se hizo viral. Por detrás se escuchaba a sus compañeros cantar la canción “Construye ese muro”, que es un verdadero himno de la campaña republicana y que hace referencia a la barrera que Trump mandó a construir en la frontera con México.
Otros de los oradores, serán Patricia y Mark McCloskey, el matrimonio que se hizo famoso por amenazar con armas a los manifestantes que marchan por el frente de su lujosa casa en St. Louis, protestando por los asesinatos de George Floyd y Breonna Taylor a manos de la policía. La pareja afirmó que temía por su vida. Pero en los videos filmados no se vió ninguna amenaza por parte de los manifestantes que estaban desarmados y eran mayoritariamente negros. En julio, fueron acusados formalmente por el uso ilegal de arma de fuego.
También hablará Abby Johnson, una renombrada activista contra el aborto. Su caso se hizo muy conocido cuando en octubre de 2009 renunció como directora de una clínica de la organización Planned Parenthood donde se ofrecen servicios de planificación familiar y terminación del embarazo y tiene oficinas en varios países del mundo. Dijo que había tomado la decisión después de ver un aborto por ultrasonido. También confesó sentirse muy arrepentida por haber tenido dos abortos en su vida. Se unió al grupo Coalición por la Vida y va una vez por semana a rezar a la puerta de la clínica donde trabajaba, algunas veces acompañada por su marido y sus siete hijos. Se prevé que Johnson de en el marco de la convención un sentido testimonio contra la decisión de las mujeres sobre su salud reproductiva.
La defensora de la reforma de la justicia penal Alice Johnson también dará un discurso. Es una ex convicta por narcotráfico a la que Trump conmutó su sentencia después de escuchar los argumentos a su favor por parte de la “influencer” y estrella del reality show, Kim Kardashian. Su esposo Kanye West, lanzó una candidatura informal a la presidencia. Y, por supuesto, habrá apariciones de toda la familia presidencial, desde la primera dama Melania hasta tres de los hijos de Trump, y decenas de Representantes, senadores y gobernadores.
La lista de oradores y el lema de la convención que es “Honrando a la gran historia de América” marcan que este último tramo de la campaña de reelección está basado en una profundización de las banderas que Trump levantó con tanto éxito hace cuatro años. Una confrontación cultural entre los trabajadores blancos que se quedaron sin trabajo por la revolución tecnológica y que encontraron en el multimillonario una figura para expresar su enojo contra los beneficiados por la transformación digital y la especulación financiera que mantienen una postura más liberal. Entre medio están repartidos los tradicionales votantes de cada partido. Trump intentará meter esta semana una cuña más profunda en esa grieta para intentar equilibrar las voluntades y llegar a un “cabeza a cabeza” con Biden para fines de octubre.
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