Son los años en los que se comienza a explorar el amor. Sin embargo, en ese reconocimiento sentimental y sexual que se vive en la adolescencia suceden —y con demasiada frecuencia, según un estudio— situaciones indeseadas, como el acoso en distintas formas. “El 48% de los chicos de 12 a 18 años que dijeron haber tenido una pareja en el último año han experimentado stalking y acoso simple asociado a sus citas”, escribió Emily Rothman, profesora de ciencias de la salud comunitaria de la Universidad de Boston.
Junto con Eva Bahrami, Nnenna Okeke y Elizabeth Mumford, del Centro de Investigación de la Opinión Pública (NORC) de la Universidad de Chicago, analizó datos de 320 adolescentes en los Estados Unidos que ya habían salido con alguien. “Se les preguntó si una pareja alguna vez los había espiado o seguido, si había dañado algo que les pertenecía o si había revisado sus cuentas en línea. La preponderancia del stalking y el acoso fue del 48% como víctimas y del 43% como perpetradores”, escribieron.
Rothman analizó que si casi la mitad de los encuestados habían sufrido acoso en distintas formas y 4 de cada 10 lo habían realizado a sus novios o novias, “actuar agresivamente hacia una pareja no sólo es común entre los adolescentes estadounidenses: pueden pensar también que es algo normal o aceptable”. Debido a la inexperiencia, a esa edad es difícil identificar ciertas formas del maltrato.
“Y como todavía se están desarrollando, es posible que no sepan cómo manejar una situación en la que la atención de alguien los abrume o los asuste”, agregó en una columna para The Conversation. “Para la gente joven puede ser difícil entender qué constituye una búsqueda romántica sana y qué una malsana, además”. Las redes sociales, observó, tampoco ofrecen modelos de relaciones ideales.
El estudio encontró particularidades. Los varones latinos, por ejemplo, mostraron un riesgo más alto de stalking y acoso, como víctimas y como perpetradores. En el caso de las mujeres, algunos factores agravaban la tendencia a cometer acoso (ser más pequeña, consumir marihuana, vivir en un vecindario con alta tasa de criminalidad) y a sufrirlo (ser afroamericana, entre otros). Estas conductas causan angustia y depresión, en todos los grupos de edad, pero en el caso de la adolescencia pueden ser elementos precursores de formas más graves de abuso si el vínculo continúa, advirtieron las autoras.
“Estas cifras de victimización y perpetración son inaceptablemente altas”, dijo Rothman a Medical Express. “Y aunque es lamentable, son coherentes con los cálculos de problemas similares como la victimización por violencia sexual en las relaciones, así que ambas son a la vez impactantes y previsibles”.
Si bien otras investigaciones anteriores mostraron cómo el stalking y el acoso —incluida la destrucción de pertenencias de alguien o el espionaje mediante sus cuentas en redes sociales— pueden llevar a la violencia física, Rothman señaló que en plena pandemia de COVID-19 también hay que prestar atención a las formas de la violencia que no son físicas y reconocerlas como reales y dañinas.
“Los adolescentes tienen perfecta conciencia de cuánto daño pueden causar las formas online del abuso”, siguió en la entrevista. “De algún modo, el COVID-19 ha hecho que los padres, los profesores y otros adultos estén dispuestos a ver que lo que hacemos en la red importa y es una parte completamente real de nuestras vidas reales”.
Por eso, agregó en The Conversation, es importante que los adolescentes “escuchen a los adultos decir que no es normal querer saber qué está haciendo su pareja todo el tiempo y que monitorear sus publicaciones en las redes sociales o ingresar a sus cuentas privadas es invasivo antes, durante y después de una relación”.
Para los padres también es un desafío emocional que sus hijos comiencen a tener relaciones románticas. Es importante que puedan apreciar que salir con alguien es normal y ayuda al desarrollo de las habilidades sociales. “Por ejemplo, salir con alguien puede enseñarles a los adolescentes a terminar las relaciones, lo cual puede brindarles la confianza de entrar y salir de relaciones íntimas en la edad adulta. Al mismo tiempo, los padres tienen un papel que cumplir: prestar atención a lo que sucede y estar presentes si surgen señales de que una relación se está volviendo malsana”.
El trabajo se basó en la Encuesta Nacional sobre Relaciones Adolescentes y Violencia Íntima (STRiV), que NORC realiza regularmente. Se trata de un estudio patrocinado por el Instituto Nacional de Justicia que mantiene inscriptos a más de 2.000 menores de entre 10 y 18 años junto con un padre o madre o cuidador adulto.
“Nuestra investigación ha sido diseñada para comprender los comportamientos asociados, como el uso de sustancias y el acoso sexual, así como las dinámicas de las relaciones de pareja, tanto las positivas como las difíciles”, explicó el sitio de STRiV. Esta información ayudará a que los investigadores y los profesionales creen e implementen programas efectivos para prevenir la violencia en las citas”.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: