Esta historia empezó a cocinarse en Comet Ping Pong, una popular pizzería ubicada en el barrio Chevy Chase de Washington D.C. En octubre de 2016, un mes antes de las elecciones en las que Donald Trump derrotó a Hillary Clinton, el restaurante apareció mencionado en muchos de los mails de John Podesta, director de la campaña demócrata, que habían sido difundidos por WikiLeaks.
Algunos de los correos eran intercambios entre Podesta y James Alefantis, el dueño del lugar, y versaban sobre la organización de eventos para recaudar fondos. Nada particularmente escabroso. Sin embargo, fue el origen de una insólita teoría conspirativa conocida como Pizzagate. Inventada en páginas web marginales, y luego propagada por comunicadores muy controversiales, como Alex Jones —fundador de InfoWars—, sostenía que dirigentes demócratas realizaban en el sótano de Comet Ping Pong rituales satánicos en los que abusaban de niños.
Convencido de que la denuncia de la que leía todos los días en distintos foros era cierta, y de que tenía que hacer algo para detener lo que estaba ocurriendo, Edgar Maddison Welch fue a la pizzería el 4 de diciembre de 2016. Estaba armado con un rifle AR-15, una escopeta y un revólver. Tras ahuyentar a clientes y empleados, fue en busca del sótano. No encontró ninguno porque nunca existió. Sí había una puerta cerrada con llave, que abrió a balazos. Al ver que no era más que un depósito de cosas viejas, se entregó a la Policía.
Maddison Welch fue condenado a cuatro años de prisión. En el juicio, sus conocidos lo describieron como un cálido padre de familia, trabajador y muy religioso, que había ido como voluntario a Haití, tras el terremoto de 2010.
Este es un buen ejemplo de cómo funcionan las teorías conspirativas. A partir de ciertos datos reales, como que hay una pizzería llamada Comet Ping Pong mencionada en algunos mails, se crea un relato de fantasía, que confirma los peores temores y prejuicios de cierto grupo de personas. Especialmente de aquellos que, por distintas razones, están inclinados a sospechar de los discursos oficiales, ya sea de gobiernos, de organismos internacionales o de grandes medios de comunicación.
El Pizzagate quedó irremediablemente desacreditado para muchos de los que creían en él, pero logró reconfigurarse. Un año después de su aparición, empezaron a circular por los mismos canales los mensajes anónimos de un individuo identificado con la letra Q, que asegura tener acceso a información clasificada que confirmaría la existencia de una red global de pederastas satánicos, liderada por el Partido Demócrata.
Así surgió QAnon, un culto para el cual Donald Trump está liderando una batalla secreta contra estos elementos malignos, que estarían arraigados en el “Estado profundo”. Hay diversos indicios de que los creyentes están en aumento, pero no solo en internet. Este martes ganó la primaria republicana en el 14º Distrito Legislativo de Georgia una ferviente seguidora de Q. Es una jurisdicción tradicionalmente roja, así todo indica que Marjorie Taylor Greene entrará al Congreso en las elecciones del 3 de noviembre. Junto a ella, competirán al menos 19 candidatos con ideas similares alrededor del país.
“QAnon tiene un atractivo significativo. Por un lado, como muchas teorías conspirativas, trata de investigar al poder. Pero, en un giro interesante, defiende a Trump como si fuera una víctima en lugar de un agresor. QAnon también combina diferentes elementos que le dan a la gente sentido y placer: es en parte análisis, en parte juego, en parte fe. Los miembros descifran pistas, se conectan unos con otros y se inspiran para ver una versión de la verdad que es épica, religiosa y sensacionalista. Se sienten atraídos por tener estas revelaciones y por entrar en la lucha por la verdad. Los candidatos en las elecciones son solo la punta del iceberg. QAnon se está convirtiendo rápidamente en un movimiento populista basado en internet, con matices cristianos reaccionarios”, explicó Jack Z. Bratich, profesor de la Escuela de Comunicación e Información de la Universidad Rutgers, consultado por Infobae.
Las “revelaciones” del enigmático Q
La plataforma 4chan es una web usada por distintas subculturas digitales como foro para discutir a partir de imágenes y, cada vez más, difundir teorías conspirativas. No tiene tanta difusión como Facebook o Twitter, ni es tan estética, pero permite publicar cosas de forma anónima, sin demasiado escrutinio por parte de nadie.
El 28 de octubre de 2017, un usuario desconocido —que luego empezaría a ser llamado Q— publicó en 4chan el mensaje fundacional de su movimiento. “Ya está en marcha la extradición de HRC (Hillary Clinton), efectiva desde ayer, con varios países, en caso de que haya una fuga cruzando la frontera (...) Se esperan disturbios masivos como resistencia y que otros huyan de Estados Unidos si sucede”, escribió Q, según la transcripción de Adrienne LaFrance en un artículo publicado en The Atlantic.
El informante volvió a publicar ese mismo día. “La pajarita HRC fue detenida, no arrestada (aún). ¿Dónde está Huma? Sigan a Huma. Esto no tiene nada que ver con Rusia (aún). ¿Por qué Potus (Presidente de los Estados Unidos) se rodea de generales? ¿Cuál es la inteligencia militar? ¿Por qué rodear a las agencias de tres letras?”.
Obviamente, Clinton nunca estuvo detenida, ni nada parecido. No importó demasiado. Hay un sector importante de la sociedad estadounidense que mira con horror el mundo globalizado del siglo XXI y añora un pasado más estable y menos diverso, donde las jerarquías sociales estaban mucho más definidas, las mujeres y los hombres tenían roles bien diferenciados y la religión era mucho más importante en la vida de las personas.
Algunas de estas personas están convencidas de que los líderes que identifican con ese mundo contemporáneo que tanto rechazan, como Clinton u Obama, realmente están detrás de un plan diabólico. Es un público que está muy predispuesto a creer en conspiraciones que confirman sus sospechas. Por eso, causaron furor los mensajes crípticos de Q, con una jerga y una forma de expresarse que parecen indicar que es alguien “que entiende” y que posee información confidencial.
De hecho, el nombre proviene de la “Autorización Q” que tienen algunos pocos funcionarios militares y de inteligencia, que le permiten acceder a documentos clasificados del más alto nivel. Como es una persona anónima, la marca pasó a ser “QAnon”. Pero no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que parece más alguien que vio mucho cine de espías antes que un agente encubierto.
Lo que no se puede negar es que sabe generar misterio, con frases como “He dicho demasiado”, “disfruten del show”, “algunas cosas deben permanecer clasificadas hasta el final”, “ahora ustedes son la noticia”, “nada puede detener lo que se viene”, “confíen en el plan”, o “el gran despertar”. Algunas ya se convirtieron en siglas, como “la calma antes de la tormenta” (CBTS por las letras en inglés) o la más conocida, “donde vamos uno, vamos todos” (WWG1WGA).
Se supone que Q sigue escribiendo hasta hoy, pero no hay certezas. Se fue mudando de plataforma —de 4chan pasó a 8chan, y de ahí a 8kun—, y aunque trata de dar algunas señales para que sus adeptos lo identifiquen, es perfectamente posible que sean distintas personas que se hacen pasar por él. A esta altura, es irrelevante.
Con el correr del tiempo, se crearon miles de cuentas y de grupos en distintas redes sociales, dedicados a interpretar las cosas que dice Q. Por ejemplo, la conclusión dominante es que Clinton iba a ser arrestada por su participación en la camarilla satánica y pederasta que domina al mundo. Pero, si se salvó, es porque se trata de una conspiración muy arraigada en el Estado profundo, es decir, en los funcionarios estables de áreas sensibles, como seguridad interior e inteligencia.
“QAnon incorpora una serie de creencias conspirativas, pero la afirmación central es que hay una camarilla elitista que ha corrompido a Estados Unidos y que está aliada con Satanás —dijo Bratich—. Y hay un pequeño grupo secreto en el Ejército que ha estado luchando en su contra, junto con Trump. Otras teorías como el Pizzagate, que el coronavirus es falso y que John F. Kennedy Jr. está vivo, suelen estar vinculadas. Está creciendo en popularidad por varias razones: un gran esfuerzo de reclutamiento, con creyentes que son animados a convertir a sus familiares y amigos, y un crecimiento comunicacional, con podcasts, videos, libros, conferencias y merchandising. Las cuarentenas debido al COVID-19 han empujado más a la gente a pasar tiempo en línea”.
Trump nunca hizo alusiones específicas a QAnon, aunque sí ha retuiteado cuentas asociadas. Pero la principal razón por la que los seguidores de Q lo quieren tanto es que toda su plataforma discursiva se apoya en la crítica a la sociedad liberal global y en la promesa de volver a un pasado presuntamente mejor, en el que Estados Unidos era grande.
Desde que asumió, Trump denuncia que hay un Estado profundo que no lo deja gobernar, un pantano con sede en Washington DC, que él, como representante último del pueblo estadounidense, promete drenar y limpiar. Los miembros del culto van más allá. Creen que el Presidente está librando una guerra santa contra la elite de pederastas.
“QAnon sostiene que el presidente Trump está luchando contra un ‘Estado profundo’, compuesto por traficantes sexuales pedófilos y satánicos. Ellos creen que él hará que estas personas sean arrestadas y colgadas por sus crímenes”, dijo a Infobae Joseph Uscinski, profesor de ciencia política de la Universidad de Miami y coautor de American Conspiracy Theories (“Teorías conspirativas americanas”; Oxford, 2014), junto a Joseph Parent.
Como todo movimiento que se desarrolla de manera primordial en internet, es difícil calcular el número de adherentes. Pero hay formas de hacer estimaciones que muestran que están en aumento. Una investigación de The Guardian reveló que a fines de junio la comunidad QAnon tenía más de 100 perfiles y grupos de Facebook e Instagram con al menos mil seguidores cada uno, con un total de unos 3 millones de usuarios. El periódico británico actualizó los datos esta semana y detectó un crecimiento muy claro en los dos meses que pasaron: ya hay más de 170 grupos, que suman más de 4,5 millones de miembros.
No está claro cuánto tiempo más proliferarán en las redes sociales mainstream. Twitter ya tomó medidas para eliminar muchos perfiles QAnon por difundir noticias falsas. Por otro lado, el FBI lo tipificó el año pasado como una amenaza terrorista doméstica. Fue luego de episodios preocupantes, como el arresto de un hombre con material explosivo, que planeaba poner poner una bomba para que el mundo se entere del Pizzagate, y la detención de otro que cortó una calle con un vehículo blindado y, fuertemente armado, demandó la difusión de un informe sobre Clinton.
A la conquista del Congreso en noviembre
Si bien las elecciones presidenciales y legislativas son el 3 de noviembre, el proceso electoral empezó mucho antes, con las primarias que se realizan desde el año pasado para dirimir las candidaturas a los distintos cargos. En lo que va de la campaña, al menos 75 aspirantes a una banca en el Congreso manifestaron durante la campaña algún grado de simpatía por QAnon, según una investigación de la ONG Media Matters for America.
Muchos perdieron las internas y otros todavía no saben si serán aceptados, pero al menos 20 tienen su lugar asegurado para pelear por algunos de los 435 escaños de la Cámara de Representantes. De ellos, 19 son republicanos y uno es independiente. Algunos son fanáticos que parecen creer firmemente en Q. Otros, en cambio, no están tan inmiscuidos, pero hacen guiños a sus seguidores en un evidente intento de ganar adeptos entre los fieles. Es una muestra de cómo un fenómeno nacido en los márgenes de la comunicación y de la política, logra ingresar en esos universos y acercarse al centro de la escena.
“Las teorías conspirativas no son nuevas. Han sido parte de la política estadounidense desde antes de la Revolución del siglo XVIII. Tenemos nuestra propia tradición populista aquí, como en América Latina, pero distinta, y el populismo a menudo postula sus afirmaciones en términos conspirativos. Las principales creencias de estas teorías tienden a estar en los márgenes y en oposición al poder, o son propugnadas por nuevos políticos, que tratan de llamar la atención. Trump fue uno de ellos. Sin embargo, este discurso es difícil de mantener una vez que se llega al poder. No es fácil quejarse de un Estado profundo cuando estás a cargo. Por una variedad de razones, todos los políticos tienden a involucrarse un poco con relatos conspirativos, pero cuesta encontrar a alguien como Trump, que alcance ese nivel de poder y de apoyo”, sostuvo Mark Fenster, profesor del Levin College of Law de la Universidad de Florida y autor de Conspiracy Theories (“Teorías conspirativas. El secreto y el poder en la cultura americana”; University of Minnesota Press, 2008).
Marjorie Taylor Greene es, sin dudas, el mayor exponente de los candidatos Q en las elecciones de 2020. Es la que ganó mayor visibilidad en estos meses y es la única que tiene prácticamente garantizado el acceso al Congreso. En sus redes sociales abundan las referencias a esta teoría conspirativa.
En 2018 comentó una publicación de Q que calificó de increíble. “Confíen en el plan”, escribió después, uno de los mensajes de cabecera del presunto insider. En un video que tuvo mucha difusión, dijo que Q era un patriota al que valía la pena escuchar. “Es una oportunidad única en la vida para sacar a esta camarilla global de pedófilos adoradores de Satán”, afirmó.
Otra candidata con muchas probabilidades de ganar una banca es Lauren Boebert, que venció en las primarias republicanas a Scott Tipton, que venía de ganar cinco elecciones consecutivas y es congresista desde 2011 por el Tercer Distrito de Colorado. Como Taylor Greene, es una firme defensora del derecho a portar armas. En una entrevista con un canal de YouTube afín a QAnon, dijo que estaba muy familiarizada con el movimiento. “Significa que Estados Unidos se está haciendo mejor y más fuerte”, afirmó. De todos modos, aclaró que ella no era una seguidora de QAnon.
“No es un discurso tan exitoso, porque muy pocas personas creen en él y sólo el 25% de los estadounidenses lo conoce —dijo Uscinski—. No convenció a ningún congresista, sino a algunos políticos que decidieron presentarse al Congreso. Pero, como Trump creó un espacio para la retórica QAnon dentro del Partido Republicano, la gente con opiniones marginales ahora se sienten envalentonada y ve que es su momento para postularse”.
El resto de los aspirantes que ganaron sus internas tienen menores chances de entrar al Congreso porque compiten en distritos dominados por el Partido Demócrata. Un ejemplo es Joyce Bentley, que ya fue candidata en 2018 por el Primer Distrito de Nevada. Tiempo atrás, publicó un video que promovía las ideas de QAnon con un mensaje que decía “Q, nosotros somos el plan”. Aunque lo borró ante las críticas que recibió.
Otro caso es el de Josh Barnett, que se postula en el Séptimo Distrito de Arizona. Le gusta mucho usar hashtags de QAnon en sus publicaciones de Facebook e Instagram. También está el caso de Ron Curtis, que está en carrera por el Primer Distrito de Hawaii, y que citó recientemente un tuit de Vincent Fusca, un hombre muchos miembros de la comunidad Q creen que es JFK Jr. —que murió en un accidente aéreo en 1999— disfrazado y devenido fanático de Trump. Agregaba una serie de hashtags entre los que se destacaba WWG1WGA.
“Aunque ha aumentado su popularidad y su visibilidad, QAnon sigue estando en los márgenes del Partido Republicano. Es sólo que este ha cambiado cada vez más su dirección para expresar la popularidad de Trump con la base partidaria. Es probable que apenas haya uno o tal vez dos miembros del Congreso que expresen explícitamente su apoyo a Q”, dijo Fenster.
El vínculo del establishment republicano con estos personajes es ambivalente. Por un lado, se muestran renuentes a darles demasiado crédito, porque se dan cuenta de que puede tener un costo elevado estar asociados a teorías tan disparatadas. Pero, como reconocen su difusión en parte de los votantes del partido, tampoco quieren criticarlos abiertamente.
Trump, que felicitó a través de Twitter a Taylor Greene cuando ganó la interna, y que habitualmente retuitea a cuentas del universo QAnon, tampoco hace referencia a Q de manera explícita. Aunque los seguidores tratan de decodificar cada gesto del presidente como un mensaje cifrado para ellos. En cualquier caso, es evidente que está muy lejos de ser un factor de poder relevante. No obstante, el propio Trump es el mejor ejemplo de que, en esta época, figuras o movimientos marginales pueden pasar a ocupar lugares centrales en muy poco tiempo.
“Ya ha habido conspirativistas en el Congreso, con teorías sobre el asesinato de JFK, los ovnis, los ‘paneles de la muerte’ o el lugar de nacimiento de Obama”, dijo a Infobae Joseph Parent, que además de escribir American Conspiracy Theories enseña en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Notre Dame. “Sólo hay una candidata que sigue abiertamente a QAnon con probabilidades de ser elegida, y ha sido criticada por la dirección de su partido, aunque no por Trump. Con una única representante, claramente tiene espacio para crecer, pero eso depende mucho de lo que los líderes republicanos digan y hagan. Si sufren las pérdidas que se proyectan actualmente en noviembre, habrá muchas teorías conspirativas compitiendo entre sí para explicar el revés. QAnon puede ganar o perder terreno dependiendo de lo que digan las elites partidarias, de cómo se formen las coaliciones y de cuánto apoyo fáctico tengan las diversas interpretaciones de la realidad”.
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