Será esta semana. Joe Biden va a dar a conocer el nombre de quien va a ser su compañera de fórmula. Un hecho que podría pasar desapercibido por la mayoría de los no estadounidenses, pero que en este momento se vuelve crucial a nivel global. De acuerdo a todas las últimas encuestas, el ex vicepresidente demócrata se encamina a ser el próximo ocupante de la Casa Blanca y su vicepresidenta marcará el signo que le quiere imprimir a su presidencia. Como dijo el ex presidente Barack Obama frente al féretro del héroe de los derechos civiles John Lewis, “estamos ante la elección más crucial de las últimas generaciones”. Esto, si es que hay elecciones y que Donald Trump acepta una derrota. El presidente propuso posponer los comicios porque el voto a distancia, según él, “puede ser proclive a un fraude”.
Sabemos que será una mujer quien acompañe a Biden. Él lo especificó así durante la campaña. Y muchos en el partido creen que será afroamericana. A partir de ahí la lista de candidatas llega a doce con un círculo cerrado de cuatro. El resto, son apuestas. De todos modos, más allá de quien sea la elegida, algún sector de los demócratas va a quedar insatisfecho. Un ala del partido quiere que Biden se decida por una progresista y se corra hacia la izquierda para atraer a los votantes de Bernie Sanders. Otros se inclinan por alguien más conservadora que apele a los votantes decepcionados con Trump. Sea quien sea, tendrá un rol importante en esta presidencia. Joe Biden tiene 77 años y es probable que no se presente a una reelección. La tradición indica que, en ese caso, la vice se lanza a la carrera.
La senadora de California Kamala Harris aparece liderando la lista. Su nombre apareció en unas notas que el propio Biden tenía en su mano durante un acto en Dellaware la semana pasada y un fotógrafo indiscreto la mostró. Aunque la revista Politico publicó un largo artículo en el que aseguraba que uno de los asesores de campaña más importante, el ex senador Chris Dodd, sigue presentando dudas sobre Harris porque ésta atacó muy duro a Biden durante las primarias. La que ascendió varios casilleros es la ex embajadora ante las Naciones Unidas y ex asesora de Seguridad Nacional, Susan Rice. Tiene mucha experiencia en política internacional. Se conocen con Biden desde hace 20 años y trabajaron juntos en la Administración Obama. En tercer lugar, aparece la alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms. Su figura tuvo alcance nacional con las protestas por la discriminación racial y su oposición a la apertura de la economía cuando arreciaba la pandemia en Georgia. La duda que plantea es su falta de experiencia en los recovecos del poder de Washington y a nivel internacional. La representante por California, Karen Bass, presidenta de la bancada afromaericana del Congreso, ascendió en la consideración del comité que asesora a Biden. Tiene un sólido historial político construido con sus intervenciones durante los disturbios raciales en Los Ángeles y la Gran Recesión que padeció su estado en 2009. Pero es poco conocida a nivel nacional y no fue sometida al tipo de escrutinio público que experimentaron casi todas las demás candidatas.
También tiene muchas posibilidades la senadora de Illinois Tammy Duckworth. Sus antecedentes pueden apelar a un electorado muy amplio. Fue piloto de helicópteros en la guerra de Irak. Durante un vuelo fue alcanzada por un misil enemigo. Sobrevivió, pero perdió ambas piernas. A pesar de eso, llegó al Congreso y se convirtió en la primera senadora de la historia en dar a luz y en amamantar a su bebé durante las sesiones. La hispana con mayores posibilidades es la gobernadora de Nuevo México, Michelle Luján Grisham. Es una liberal que impulsó un aumento del salario mínimo y la universidad pública gratuita. Es una especialista en el tema de Salud y seguro médico. Le daría un impulso a Biden en los estados del sudoeste y un acercamiento al electorado clave de los que tienen raíces en América Latina. La senadora por Massachusetts, Elizabeth Warren, siempre estuvo en la consideración de Biden. Fue una de sus oponentes más firmes en las primarias. Es una crítica muy firme de la concentración de riqueza y el poder de las corporaciones; propuso leyes para dividir a las grandes empresas monopólicas y aumentar los impuestos a las grandes fortunas para financiar nuevos beneficios sociales. Hace unos días pidió que se investigue cómo el gobierno de Donald Trump distribuyó el dinero para el estímulo económico durante la pandemia y promovió quitar los nombres de los generales confederados de las bases militares. Su edad, 71 años, y posiciones de izquierda, son sus contras.
Y no se puede dejar de lado a Val Demings, representante de Florida en la cámara baja del Congreso y ex jefa de policía de Orlando. Impulsó varios proyectos para el control de las armas y fue una de las fiscales en el proceso de destitución contra Trump. Podría ayudar a que Biden gane el estado y mostrar una cara más proclive a reformar a la policía y evitar nuevas muertes por discriminación racial. Pero aparecieron en la prensa local algunas notas sobre supuestas violaciones de los derechos humanos cuando Demings era jefa de policía y eso iría en su contra. La gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, también está en consideración. Es una líder joven y popular de un importante estado a ganar para llegar a la presidencia. Desempeñó un papel destacado en la respuesta al coronavirus y se enfrentó con la extrema derecha negacionista. Pero no traería diversidad racial a la candidatura. En esa misma categoría cae la senadora de Wisconsin, Tammy Baldwin, la primera persona abiertamente homosexual en ganar un escaño en el Senado. Es una experta en comercio internacional y denunció las arbitrariedades de China. Fue sondeada por el equipo de campaña, aunque es poco conocida a nivel nacional. Y por último está Stacey Abrams, la ex líder demócrata de la legislatura de Georgia que estuvo a punto de arrebatar a los republicanos la gobernación del estado. Esa candidatura le dio exposición, pero carece de la experiencia necesaria a nivel nacional.
Elija a quien elija, lo más probable es que Biden decepciones a diversos sectores del partido demócrata. Si es una mujer blanca, Biden corre el riesgo de enfurecer a la comunidad negra. Si se inclina por una centrista, va a enojar al ala progresista del partido que podría poner menos énfasis en llegar a sus seguidores a las urnas. Si es una progresista, podría desincentivar a los moderados y los republicanos que pudieran acompañarlo. Una encuesta reciente de Data for Progress marcó que los votantes independientes quieren que la elegida tenga, sobre todo, “experiencia de gobierno”. Otros se inclinan por antecedentes de triunfos electorales. Y ahí, Rice y Abrams, aparecen como perdedoras porque nunca ganaron una elección. En los últimos días, un grupo importante de donantes del partido advirtieron a Biden que no elija a Harris, según un informe de CNBC. Pero el consenso generalizado es que ésta vez es “contra Trump” y para eso importa poco quién sea el otro candidato o su compañera de fórmula.
Y lo más destacado en este momento es que Biden, de acuerdo a todas las encuestas, lidera la carrera presidencial. En Florida, uno de los estados más afectados por el mal manejo de la pandemia, el demócrata gana por 51% a 38% de Trump. Allí había ganado el republicano en 2016 a Hillary Clinton por escaso margen y fue un impulso decisivo para que llegara a la Casa Blanca. En Pensilvania, la brecha a favor de Biden es de once puntos (50%-39%). En Míchigan el ex vicepresidente obtiene el 49% de los apoyos, frente al 40% de Trump. En Minnesota las cosas están como en Florida, el demócrata tiene 51% contra el 38% del presidente republicano. El promedio de encuestas que hace RealClearPolitics le da a Biden una ventaja de nueve puntos a nivel nacional cuando faltan menos de cien días para las elecciones. El anuncio de su compañera de fórmula podría aumentar aún más esa diferencia.
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