Orgulloso de su férrea e intransigente posición, el abogado Roy Den Hollander (69 años) se definía a sí como “anti-feminista”. Pero también era un racista explícito. Y, finalmente, asesino. Sus posturas conceptuales las dejaba en claro incluso en sus presentaciones judiciales. A la jueza Esther Salas -a cuyo hijo asesinó en la puerta de su casa de North Brunswick, Nueva Jersey- parecía odiarla sin ocultamientos. En un escrito de 1.700 páginas que presentó ante una corte federal la describió como una “perezosa e incompetente jueza latina apuntalada por (Barack) Obama”.
La combinación de mujer exitosa, independiente y latina fueron demasiado para este letrado y la incluyó en la supuesta lista de blancos agredidos que investiga el FBI.
En enero pasado, la vida profesional (y de odio) de Hollander dio un vuelco. Fue cuando le anunciaron que tenía cáncer terminal. No viviría demasiado tiempo. Les avisó a sus colegas más cercanos que dejaría la actividad y los casos que seguía. Fue en ese instante en que habría comenzado a diseñar un plan para terminar con la vida de sus enemigos. Los investigadores exploran esa hipótesis como la más firme.
En esa línea, las autoridades van tras su huella en un posible vínculo con el ataque a disparos contra el abogado defensor de derechos civiles Marc Angelucci, quien recibió un tiro que terminó con su vida en su casa de California a principios de este mes. Una coincidencia llamó la atención de los peritos federales: un hombre vestido con un uniforme de Federal Express fue el agresor, tal como el que mató a Daniel Anderl y dejó herido de gravedad a su padre, Mark. En el momento del atentado, la jueza Salas estaba en el sótano de la propiedad.
Carlos Salas, hermano mayor de la magistrada, describió a cómo ocurrió todo. Después de que sonó el timbre, Daniel -hijo de la pareja- abrió la puerta y fue fusilado directamente por el supuesto repartidor de FedEx. Un disparo directo a su corazón terminó con su vida. Alarmado, el esposo de la jueza -y abogado criminalístico- fue a ver qué sucedía. Fue recibido por múltiples balazos. Salas, al escuchar los estruendos, corrió escaleras arriba y observó la dramática escena. El mensajero asesino ya no estaba allí.
Durante sus años como abogado, Hollander se dedicó a escribir largos textos en contra de los derechos que les eran asignados a las mujeres. A muchas de ellas, sobre todo a quienes militaban a favor de una mayor igualdad de géneros las insultaba: las llamaba “feminazis”. Hace 12 años, en una entrevista con The New York Times, el abogado explicó el motivo de su profundo y arraigado resentimiento contra ellas: un divorcio amargo con una rusa. Las llamaba “las verdaderas opresoras”.
En una demanda de 2008 contra la Universidad de Columbia, acusó a la casa de estudios de ser un “bastión de intolerancia contra los hombres” y que el programa de estudios de mujeres “demoniza a los hombres y exalta a las mujeres para justificar la discriminación contra los hombres basada en la culpa colectiva”.
Otro caso contra las mujeres fue el que llevó adelante en 2011. Esta vez apuntó a clubes nocturnos. Para Hollander esos bares no tenían derecho a promocionar sus servicios bajo la promesa de descuentos para mujeres. “Noche de damas”, era un concepto que discriminaba a los hombres, argumentó. Perdió en todas las instancias. “Por supuesto, las tres hembras de la corte probablemente votaron en contra. Luchar por los derechos de los hombres no es una cosa muy popular en los Estados Unidos estos días”, se quejó.
De acuerdo a las pericias federales, el único caso en que Hollander estuvo ante Salas fue una demanda colectiva presentada en 2015. Acusó al Sistema de Servicio Selectivo -la agencia gubernamental independiente-, de violar los derechos de igual protección de las mujeres al exigir que solo los hombres se registren para el servicio. En un fallo de 2018, la jueza permitió que el caso continuara, lo que constituyó una victoria para el letrado. Sin embargo, el racismo del abogado era mayor: escribió una serie de críticas contra la magistrada por no llevar el caso más de prisa.
Graduado de la Universidad George Washington en 1985, Hollander solía escribir extendido en su website, que fue dado de baja. Entre sus repetidas diatribas antifeministas repetía: “Los tribunales apoyan la violación de los derechos de los hombres siempre que beneficia a las hembras. Los hombres simplemente no cuentan para los tribunales”.
Dio a conocer su diagnóstico a sus colegas y lo hizo público en el epílogo de su libro digital de 2019. Utilizó una metáfora para referirse a que tenía una enfermedad terminal: “La mano de la Muerte está sobre mi hombro izquierdo. No importa nada más en esta vida. El único problema con una vida vivida durante mucho tiempo bajo el gobierno feminazi es que un hombre termina con tantos enemigos que ni siquiera puede anotarlos a todos”.
Horas después de matar a Daniel y herir de gravedad a Mark, Hollander fue a su casa de Catskills, Nueva York y terminó con su vida. Fue encontrado muerto por las autoridades policiales del estado. A su lado había un paquete de cartón con el logo de FedEx y la inscripción de la dirección y el nombre de Esther Salas. Su interior estaba vacío.
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