La tendencia comenzó a emerger en la última semana, y de pronto los casos de COVID-19 en la Florida comenzaron a subir al punto que el jueves 18 de junio hubo más —3.822— que el peor día de abril, el 2, cuando se registraron 2.046 nuevas infecciones. El total de casos en el estado, según cifras del Departamento de Salud, llegó a casi 90.000, luego de dos días de récords, con 43 nuevas muertes —la semana pasada fueron 30 por día en promedio, pero el 23 de abril llegaron a 94—, lo que llevó la suma acumulada a 3.104.
Antes de este pico de más de 3.000 casos por día, la Florida tuvo un mes entero donde el promedio diario de nuevos positivos de SARS-CoV-2 era de 700, según cifras oficiales.
A diferencia de muchos estados que comenzaron la reapertura de la economía tras la crisis del coronavirus, la Florida parece registrar un incremento inusual. El PolicyLab del Hospital de Niños de Filadelfia, un observatorio del COVID-19 en todos los Estados Unidos, lo destacó entre los que enfrentan una segunda etapa de dificultades sanitarias:
“Las áreas más preocupantes en lo que respecta a una transmisión comunitaria adicional generalizada siguen estando en Texas, Arizona, Carolina del Norte y del Sur y, una vez más, la Florida”, escribió el equipo de investigadores dirigido por David Rubin. “De hecho, la Florida tiene todas las condiciones para ser el próximo gran epicentro. El riesgo allí es el peor que muestran nuestras proyecciones”.
Algo similar observó el Centro para la Investigación y las Políticas sobre Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota: “El hecho de que los casos estén subiendo significa que hay más propagación en la comunidad”. Citó a la directora de Salud de Palm Beach, Alina Alonso: “El virus ahora tiene alimento ahí fuera. Tiene gente que sale sin máscaras, que no mantiene la distancia. Así que está infectando a más personas”.
En particular, según el PolicyLab, las zonas peligrosas son los condados del sureste —Miami-Dade, Broward y Palm Beach— y los núcleos urbanos de Tampa/Fort Myers y Orlando. Allí, por ejemplo, hay porcentajes de infección más altos: si en el estado la cifra de positivos se mantiene en el 5,9% de las personas que realizaron el test, en Miami-Dade llega al 9,4% y en Broward, al 6,4% de contagiados confirmados.
El fenómeno es llamativo: a pesar de los horribles pronósticos que tenía el estado, por ser un núcleo turístico y un área favorita para los adultos mayores, el grupo más vulnerable a esta enfermedad, había logrado buenos resultados en la contención, lo cual le permitió estar entre los primeros que reabrieron. El gobernador Ron DeSantis comenzó por permitir la reapertura limitada de restaurantes y tiendas el 4 de mayo (los alcaldes de Miami-Dade y Broward prefirieron demorarla hasta el 18 de mayo) y el 5 de junio casi toda la actividad económica, incluidas playas y gimnasios, pudo volver a funcionar.
Entonces, ¿qué salió mal?
Sin aviso se vio una suba de casos —24.376 hasta el momento en Miami-Dade, 10.448 en Broward County y 10.116 en Palm Beach, según las curvas de Tallahassee Reports— y, sobre todo, de hospitalizaciones. El incremento de positivos se podría deber a la mayor capacidad de realización de pruebas, pero las hospitalizaciones, en cambio, hablan de cuadros clínicos. “Eso es lo preocupante”, señaló el alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez, a Canal 10.
Según estimaciones del Sun Sentinel, en promedio en todo el estado quedan disponibles el 17,5% de las camas de terapia intensiva, es decir que la ocupación es alta, del 82,5%, con algunos hospitales de Miami-Dade, Broward y Palm Beach sin vacantes. Algo similar ocurrió con las camas comunes, que están a más del 75% de su capacidad, según otras cifras del periódico. Entre el martes 16 y el jueves 18 de junio casi 600 personas fueron hospitalizadas; sólo en esos tres condados hubo 113 ingresos diarios más el 18 que el 16.
DeSantis atribuyó la tendencia al testeo de individuos de alto riesgo, como trabajadores rurales (en una granja frutícola 90 empleados de un total de 100 dieron positivo), personas encarceladas y ancianos en hogares. Pero científicos como Cindy Prins, epidemióloga de la Universidad de la Florida (UF), explicó a Slate es prácticamente imposible que se trate de eso: “Si la responsabilidad fuera de las pruebas, habría una correlación muy nítida entre tests y casos”. Pero el testeo ha aumentado en proporción inferior al porcentaje de gente que da positivo.
Prins apuntó a evidencia anecdótica: con las temperaturas de 30ºC algunos floridianos abandonaron las mascarillas faciales. “Me siento un poco preocupada porque a medida que se reabre encontramos menos preocupación por el riesgo personal”, dijo. “La gente lo ha tomado como un mensaje de que ya no hay que preocuparse más”. Con ella coincidió Ambuj Kumar, bioestadístico de la Universidad del Sur de la Florida (USF): “No veo que la gente use mascarillas”.
Los expertos en salud pública le han puesto un nombre al fenómeno que estos científicos describen: “síndrome de fatiga de precaución”. Luego de semanas de confinamiento, estrés y temor, mentalmente exhaustas, las personas han comenzado a salir incluso en las zonas más afectadas del país, como la ciudad de Nueva York. “También es difícil ser precavido a medida que la actividad normal se recupera a nuestro alrededor, aun si las autoridades sanitarias advierten que la enfermedad sigue sin control”.
Es cierto que las comunidades de trabajadores rurales, que trabajan en gran proximidad y utilizan transportes colectivos, pueden haber aportado parte de las cifras: una localidad en una zona de cultivo de tomates, por ejemplo, tuvo 1.000 casos en una población de 25.000. Pero son pueblos y ciudades pequeños. Otro factor podría haber sido las protestas contra el racismo que siguieron al asesinato de George Floyd, pero es difícil de medir su impacto en comparación con, por ejemplo, la reapertura de bares y restaurantes en espacios cerrados en South Beach, ya que se realizaron al aire libre. Por último, la reactivación del turismo, que trae visitantes de fuera del estado, también podría contar entre las razones.
“Hay tantos factores desconocidos”, dijo Kumar a Slate. “Lo único que puedo decir con certeza es que la relajación general de las medidas de distancia social ha cumplido un papel. Hacemos mal en bajar la guardia”. Y destacó un dato: a pesar de la gran cantidad de población de adultos mayores del estado, las personas que dan positivo en mayor medida ahora son las más jóvenes: según el Departamento de Salud estatal, los floridianos de hasta 18 años tienen una tasa de positivos del doble que la población total, seguidos por el segmento de 18 a 35.
El alcalde de la ciudad de Miami, Francis Suárez, quien se contagió del coronavirus en las primeras semanas de la llegada de la epidemia, dijo que los vecinos están “extremadamente preocupados” por el aumento de casos y hospitalizaciones. “Vamos a hacer todo lo que podamos para evitar que Miami se convierta en un epicentro”. En la ciudad, como en Miami Beach, se ha visto a la policía en tiendas, playas y parques para controlar que la gente use mascarillas y guarde la distancia social.
Gimenez aseguró que se tomarían medidas contra los comercios y los alojamientos turísticos que se usaran para fiestas: “Vamos a ser duros”, dijo. “No vamos a dar marcha atrás. Necesitamos hacer que se cumplan con las normas que tenemos, porque pensamos que funcionarán y tenemos que darles la oportunidad”. En el condado se hicieron más de 378.000 inspecciones de comercios y se emitieron más de 1.000 advertencias.
A la Florida se le suman tendencias al aumento de casos en Alabama, Carolina del Norte y del Sur, Texas, Oklahoma, Arizona, California, Nevada y Oregon. El miércoles, cuando la Florida sumó 3.207 infecciones nuevas, hubo 4.084 en California y 3.516 en Texas, otros de los estados más poblados del país.
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