George Floyd, el ciudadano afroestadounidense cuya muerte a manos de un policía blanco de Minneapolis generó protestas contra la brutalidad policial y el racismo en Estados Unidos y en todo el mundo, fue despedido este martes en un funeral realizado en la iglesia The Fountain of Praise, en Houston.
Políticos, activistas por los derechos civiles, deportistas y actores acudieron a la iglesia para la última ceremonia pública de despedida de Floyd, que duró casi cuatro horas. Unos 500 invitados, incluyendo el campeón de boxeo Floyd Mayweather que, según la prensa local, corrió con todos los gastos del sepelio, participaron de la ceremonia. También dijo presente el actor Jamie Foxx.
Después de la ceremonia, los restos de Floyd fueron trasladados hasta un cementerio en el sur de Houston para ser enterrados junto a su madre.
El que también formó parte del funeral a través de un mensaje transmitido por video fue el ex vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien se dirigió a la familia de Floyd: “Cuando haya justicia para George Floyd, realmente estaremos en camino hacia la justicia racial en Estados Unidos. Y luego, como dijiste Gianna, tu papá habrá cambiado el mundo”.
“Ningún niño debería plantear las preguntas que tantos niños negros han tenido que preguntarse por generaciones: ‘¿Por qué, por qué se fue papá?’”, añadió el candidato demócrata para las próximas elecciones.
Por su parte, el reverendo Al Sharpton, quien encabezó la ceremonia, envió un fuerte mensaje con una clara alusión al presidente Donald Trump por su accionar ante las protestas tras la muerte de Floyd: "Se utilizan balas de goma y gas lacrimógeno para desalojar a los manifestantes pacíficos y luego se toma una Biblia y se camina frente a una iglesia y se la usa como apoyo. Maldad en las altas esferas”.
“Dios tomó la piedra rechazada y lo convirtió en la piedra angular de un movimiento que va a cambiar el mundo entero”, agregó.
Sharpton invitó a ponerse de pie a las familias de otros estadounidenses negros muertos en casos de brutalidad policial presentes en el templo y recitó los nombres de Eric Garner, Botham Jean y Michael Brown, entre otros, como ejemplos de un problema institucional que sufre el país. “Hasta que se sepa que el precio de la vida de un negro es el mismo que la de un blanco vamos a volver a vivir estas situaciones una y otra vez”, afirmó el reverendo.
La familia de Floyd, que decidió vestir de blanco para la ceremonia, recordó su carácter amable. Brooke Williams, una de las sobrinas, exigió un cambio en las leyes, al asegurar que el sistema está diseñado para desfavorecer a la comunidad afroamericana. “¿Por qué este sistema debe estar corrupto y roto? Las leyes ya se habían implementado para que el sistema afroamericano fallara. Y estas leyes necesitan ser cambiadas. ¡No más crímenes de odio, por favor!”.
George Floyd, que tenía 46 años cuando murió a manos de la policía de Minneapolis, será sepultado junto a su madre, quien fue nombrada por la víctima cuando agonizaba bajo la rodilla de un oficial.
El lunes se celebró un servicio fúnebre público en Houston, con unos 6.000 asistentes. Bajo el abrasador sol de Texas, dolientes con camisetas con la imagen de Floyd y las palabras “No puedo respirar” -otra de las cosas que dijo sin cesar cuando era reducido por el policía- esperaron durante horas para presentar sus respetos. El cuerpo de Floyd, vestido con un traje marrón, yacía en un ataúd dorado abierto.
Biden se reunió el lunes con la familia de Floyd, según una foto compartida por el reverendo Al Sharpton. “Sintió su dolor y compartió su aflicción”, dijo Benjamin Crump, el abogado de la familia, destacando “el enorme sentido” de esa compasión.
Poco después de que terminara la ceremonia, el féretro fue colocado en un carruaje y escoltado por la policía de vuelta a una funeraria.
Mientras se alejaba el carruaje, Daniel Osarobo, de 39 años, residente en Houston y que inmigró desde Nigeria, dijo “Descansa en el poder. Descansa en paz”. “Me ha parado la policía. Comprendo la situación, me lo puedo imaginar”, dijo Osarobo, que trabaja como ingeniero en la industria del gas y el petróleo. “¿Y si hubiera sido yo? ¿Y si hubiera sido mi hermano? ¿Y si hubiera sido mi hermana? ¿Y si hubiera sido mi hijo?”. Son preguntas que se han hecho muchos estadounidenses negros, no sólo en las últimas semanas, sino durante décadas.
También se han celebrado actos en Minneapolis y Raeford, Carolina del Norte, cerca de donde nació Floyd.
La muerte de Floyd desencadenó protestas internacionales y llamó la atención de nuevo sobre el trato que reciben los afroestadounidenses en Estados Unidos de la policía y el sistema de justicia penal.
En las últimas dos semanas han ocurrido cosas trascendentales y antes impensables: departamentos de policía de todo el país han reconsiderado cómo patrullan los barrios de minorías; varias cámaras legislativas han debatido las normas de uso de la fuerza, y personas de distintas razas han tenido conversaciones incómodas, en ocasiones acaloradas, sobre la raza, en un país que se supone garantiza igualdad de oportunidades para todos.
Las campañas a favor de retirar el financiamiento a la policía se han multiplicado en muchas comunidades, y gente de todo el mundo salió a la calle en solidaridad, afirmando que las reformas y el diálogo no debían terminar con el funeral de Floyd.
Su muerte también ha transformado la campaña por las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El presidente, Donald Trump, espera resurgir tras uno de los momentos más bajos de su mandato, mientras sondeos recientes indican que 8 de cada 10 estadounidenses creen que el país va en la dirección errónea e incluso se está saliendo de control.
Cuatro policías de Minneapolis han sido procesados en relación con la muerte de Floyd, que fue grabada en video por testigos que suplicaron a la policía que dejara de lastimarle.
Un juez de Minnesota fijó el lunes una fianza de 1,25 millones de dólares para Derek Chauvin, el policía acusado de asesinato en segundo grado. Sus excompañeros J. Alexander Kueng, Thomas Lane y Tou Thao están acusados de complicidad.
Chauvin, de 44 años, apenas habló durante la vista de 11 minutos, en una comparecencia en video desde una prisión de máxima seguridad.
(Con información de AP)
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