Las protestas contra el racismo que sacuden a Estados Unidos son las más importantes en varias décadas en el país, con marchas organizadas en los 50 estados. La causa, otra vez, es la muerte de un afroamericano desarmado a manos de un policía blanco. ¿Qué dice la historia al respecto? Analistas, algunos con tono pesimista, indican que es un ciclo y todo se repite. No obstante, los factores que confluyen sí marcan diferencias con anteriores movilizaciones de derechos civiles y las consecuencias pueden llegar a ser impensadas.
“Las marchas están siendo apoyadas por mucha gente y ese es un cambio enormemente significativo. Por el coronavirus, la gente estaba en sus hogares y no tuvo más opción que ver el video (de la muerte de George Floyd). Las protestas del movimiento Black Lives Matter vienen desde hace años, con altibajos, pero este escenario es diferente. El único otro momento así de radical fue en el siglo XIX, con la abolición de la esclavitud”, indicó la historiadora Kellie Carter-Jackson, profesora de estudios afroamericanos en Wellesley College.
Una singular combinación de un brutal video que atizó la herida del racismo, una pandemia, una crisis económica sin precedente y un considerable descontento con el gobierno avivó una llama inesperada que desconcierta a los académicos y hasta traspasó las fronteras para replicarse con fuerza en las principales ciudades de Europa.
“En algunas cosas esta situación me recuerda a las protestas de los años 60, especialmente las que sucedieron al asesinato de Martin Luther King Jr. en el 68. La suma de manifestantes no violentos y otra gente envuelta en choques con la policía y locales comerciales. Pero esto es más sorpresivo”, repasó el historiador Mark Naison, profesor de estudios afroamericanos en la Universidad de Fordham, con una larga experiencia en activismo y organizaciones juveniles en el Bronx y Brooklyn.
El investigador, quien siendo blanco participó desde los años 60 en organizaciones a favor de la igualdad racial, recordó que en el 68 había varios antecedentes que hacían prever un levantamiento, como las protestas en Harlem solo unos meses antes, pero la fuerza del movimiento actual tomó desprevenida a mucha gente. “Pensé que algo así podría pasar dentro de unos meses, cuando se acabe el dinero de los paquetes de estímulo y haya desalojos por falta de pago de alquiler”, indicó Naison, en conversación con Infobae. Pero, explica, fue muy influyente la creciente ira y frustración de una pandemia que afecta desproporcionadamente a las minorías, lo cual se combinó con el crecimiento del arraigo de Black Lives Matter. “Los jóvenes no tienen trabajo ni esperanzas. Pero esta generación ha respondido al mayor desafío de su vida con activismo”, destaca.
La académica Duchess Harris, autora de varios libros sobre la historia afroamericana, sí halla un paralelo histórico. Se trata del Verano Rojo, una serie de al menos 25 graves disturbios en varias ciudades de EEUU, con múltiples masacres y linchamientos de supremacistas blancos, y en ocasiones ataques de grupos afrodescendientes, ocurrida hace 101 años, justo entre dos fuertes olas de la pandemia de la llamada Gripe Española, y una economía en problemas con una creciente inflación.
Ese contexto tenía además otras particularidades: muchos militares negros habían regresado de luchar por su país en la Primera Guerra Mundial, solo para volver a ser humillados, rechazados y no reconocidos como estadounidenses con iguales derechos. En paralelo, se produjo una gran migración de la población afroamericana hacia las ciudades del norte, donde eran más “libres” y podían alcanzar mayor poder político, pero las tensiones eran palpables. “El desprecio por las vidas negras era terrible antes del Covid-19. Déjenme recordar que la primera vez que la gente negra fue aterrorizada en el Norte (en masa) fue en el Verano Rojo. La historia nos dice qué es lo que podría pasar en los próximos tres meses”, adelantó Harris en una publicación de Facebook.
Sea cual sea el antecedente más similar, los activistas de hoy han tomado nota de experiencias pasadas.
Parecidas, pero diferentes
Por ejemplo, el actual movimiento de protestas no presenta a una cara visible que lidere a los manifestantes, como lo fueron en su momento Martin Luther King Jr, Malcolm X o Medgar Evers. “Eso no es común y me emociona”, indica Carter-Jackson. “Antes había una fórmula, el gobierno decía ‘llévame con tu líder’, y buscaban un acuerdo. En esta instancia, con un movimiento que solo tiene colectivos, deben negociar con todas las demandas. En Estados Unidos, cada vez que hubo un líder, su vida estaba en peligro. Ahora, la gente no necesita uno, se van a liderar a sí mismos y van a afrontar esto como un grupo”, afirmó. King, Malcolm X y Evers murieron asesinados, como varios otros activistas de alto perfil.
Por otra parte, en esta ocasión muchas protestas buscan no afectar a los más vulnerables con los eventuales disturbios y, por el contrario, llevan su reclamo hacia los barrios más adinerados. “Hubo decisiones deliberadas de trasladar nuestras acciones hacia las comunidades blancas que creen que estos asuntos no tienen un impacto en ellos. Necesitamos que sientan el dolor que sentimos”, explica La Mikia Castillo, activista y organizadora de Black Lives Matter en Los Angeles, donde las concentraciones se han realizado en los barrios con más ingresos. Esta ciudad todavía tiene latente el recuerdo de las protestas y saqueos de 1992, cuando absolvieron a cuatro policías que le habían dado una paliza a un conductor negro que excedía la velocidad, pese al video que mostraba los abusos. El saldo de la ira en las calles dejó al menos 50 muertos, más de 2.000 heridos y daños en más de 1.000 edificios, con un valor estimado de USD 1.000 millones en pérdidas, así como una herida entre las comunidades negra y coreana, cuyos comerciantes fueron muy afectados antes del despliegue de la Guardia Nacional.
La violencia en las protestas ha sido uno de los punto más comentados en las redes y los medios de comunicación, con las impactantes imágenes del fuego, la destrucción y los saqueos que indignaron incluso a gente que apoya las manifestaciones. Buena parte del arco político, en distinto grado, condenó los hechos. Sin embargo, Carter-Jackson, autora del libro “Fuerza y Libertad: abolicionistas negros y la política de la violencia”, afirmó que son muy pocas las protestas históricas que no han tenido disturbios.
“Más importante es que todo lo que sucede es en respuesta a la violencia”, contrapone, en señalamiento a los abusos policiales. La afirmación tiene una conexión con una famosa frase de Frederick Douglass, activista abolicionista que en 1838 escapó de la esclavitud en Maryland: “Lo que es peor que una rebelión es aquello que causó la rebelión”. También, la historiadora señala que hay sectores que consideran que las manifestaciones pacíficas son una estrategia fallida, por lo que “no tiene sentido usar hacer algo que no da resultados”.
Violencia o pacifismo, el eje de la polémica
El debate no es nuevo ni se zanja con facilidad. Así como un video viral que fue tendencia en las redes y presenta a tres generaciones debatiendo en una protesta sobre los métodos, la historiadora también lo ha discutido con su madre. “Las conversaciones sobre posibles nuevos enfoques están sucediendo en la sociedad, definitivamente. Ella creció con las protestas de los 60 y me dice que hay que seguir viviendo, que habrá otra oportunidad. Pero yo no quiero tener la misma conversación con mis hijos”.
En tanto, Castillo, participante en numerosas marchas, rechaza la indignación expresada ante los saqueos. “Está claro que a los medios les importa más el capitalismo que las vidas”, criticó. También, aseguró que la violencia suele comenzar con los despliegues policiales y, en todo caso, justificó las acciones violentas que nacen por parte de los manifestantes. “Estamos enojados, tenemos dolor. Nuestras vidas son más valiosas y no pueden ser reemplazas. No nos fijamos en lo que dicen los medios. Nos fijamos en la violencia de la policía”.
Si se habla de enfrentamientos, ¿es descabellado hablar de la posibilidad de fuego entre civiles, teniendo en cuenta que se trata de la población con más armas per cápita a nivel mundial? “No estamos en una situación con miras a una guerra civil”, aclara el sociólogo Max Herman, profesor de la Universidad de Nueva Jersey, pero sí expone su preocupación por las milicias blancas, que hace solo unas semanas reclamaron portando fusiles de guerra contra la cuarentena y el cierre de comercios. “Si hubiésemos visto lo mismo con los manifestantes negros, sería otra situación y la cosa se pondría fea”, indicó, denunciando una doble vara de las autoridades. Según sostuvo, la violencia de las protestas no ha sido enfocada particular u organizadamente contra la policía, por lo que no ve probable un enfrentamiento. “Estos son disturbios contra la propiedad, está dirigido contra los símbolos de poder”, añadió. Por el momento, la guerra racial con la que soñaba Charles Manson no está en ciernes.
Incluso, las marchas han traído imágenes a la inversa de esa línea. Los académicos consultados por Infobae expresaron su sorpresa por la cantidad de manifestantes blancos que están participando de las protestas. “Es algo único, he visto a muchos estudiantes y nunca había visto a tanta gente blanca. Es gente que está harta del racismo y del menosprecio de la empatía”, indicó Naison, mientras que Carter-Jackson resaltó que “por primera vez gente blanca y de otros grupos está eligiendo ver el dolor, ver lo que está mal y quieren ayudar”.
De todas formas, Castillo remarcó que otras minorías están participando como aliados “importantes y necesarios”, por lo que son apreciados y aceptados, pero subrayó: “Cualquier cambio debe venir desde la comunidad negra, el movimiento debe ser liderado por aquellos que son más afectados”.
¿Hasta cuándo?
Un asunto que mantiene a la sociedad en vilo es pensar hasta cuándo pueden durar las manifestaciones multitudinarias y el riesgo de violencia. Naison considera que es imposible usar los eventos pasados como parámetro para saber cuándo terminará, ya que estas protestas tienen “demasiados elementos únicos”. Pero se anima a decir que “no se detendrán pronto”, y destaca “las provocaciones diarias” del presidente Trump, que mantiene a flote las tensiones y los reclamos. La activista Castillo tampoco puede dar una respuesta sobre la fecha en que terminarán las protestas. Tras pensarlo, se reafirma: “Estamos continuando y esto está creciendo. Las marchas van a continuar hasta que haya justicia. Puedo asegurarte, sé que vamos a continuar la lucha”.
Al respecto, Herman indicó que el gobierno de Trump ya dio un paso muy importante el domingo, cuando anunció el repliegue de la policía militarizada. “Usualmente, lo que pasa es que la Guardia Nacional se retira, y es una gran parte del proceso de desescalada de violencia”, resaltó el autor de “Verano de Furia”, sobre fuertes protestas raciales en los años 60. Según recordó, en las de Newark y Detroit de 1967, los gobernadores tuvieron una reunión secreta con los líderes sociales para saber cómo pacificar la situación, y el primer paso fue el retiro de las fuerzas militares. “La presencia de la Guardia Nacional inflama las tensiones, no están familiarizados con la situación local, siguen órdenes vagas de ‘restaurar el orden’, que puede ser entendido tácitamente como el uso de violencia”, añadió. Tras llegar a advertir con un despliegue de militares, el presidente dio marcha atrás, ya que el último fin de semana transcurrió sin mayores incidentes, con algunas ciudades levantando los toques de queda.
Otro camino más directo para la completa pacificación, pero también el más difícil, es que se cumplan las demandas de los manifestantes. Y este movimiento ya tiene claro cuál es su principal pedido: el retiro de fondos de los departamentos de Policía.
Las fuerzas policiales recibieron en 2017 por parte de estados y gobiernos locales un total de 115.000 millones de dólares, según datos del Urban Institute. En algunos condados, obtienen más del 50% del presupuesto total. Por ello, el grito de “desfinanciar a la policía” no implica una desaparición de dicho departamento, sino trasferir una considerable parte de esos fondos hacia áreas de educación, salud y servicios sociales. Sin embargo, las autoridades, que cuentan con el respaldo de la Casa Blanca, responden que reducir el presupuesto elevaría la inseguridad.
Este lunes, congresistas demócratas presentaron un proyecto de ley con una importante reforma policial, pero muchos manifestantes ya están hartos de esa palabra. “La reforma no funciona. Significa más entrenamiento, pero ellos ya tienen eso. Ya les enseñaron que no se debe matar a la gente, pero lo siguen haciendo. Ya lo intentamos. Nos matan y no pasa nada. Estamos pidiendo una mayor rendición de cuentas, el desfinanciamiento tiene más sentido, el resto de la sociedad no tienen recursos”, argumentó Castillo.
Una historia de éxitos y decepciones
¿Qué tan exitosos han sido los movimientos civiles para conseguir reformas hacia la igualdad racial? La enorme cantidad protestas en cada década arroja una tasa de resultados muy poco alentadora. En ese sentido, Carter-Jackson señala que el movimiento de derechos civiles de los años 60 no fue del todo exitoso, ya que si bien consiguió algunos cambios importantes, las injusticias continuaron ocurriendo, aunque en el papel sean ilegales. “Esta vez sí es posible lograrlo, el momento es diferente, hay más colectivismo”, afirmó. El primer paso ya se dio en Minneapolis, donde murió Floyd. Allí, el concejo municipal anunció el desmantelamiento y reconstrucción del Departamento de Policía.
La lucha, de todos modos, será ardua. Además del apoyo de Trump, los sindicatos de la policía cuentan con un singular poder, casi intocable políticamente: los republicanos no critican a las fuerzas del orden y los demócratas evitan confrontar con las uniones laborales. Estos grupos han hecho sumamente difícil que un oficial sea acusado por lo que haga durante sus tareas, y casi imposible una condena, pese a la creciente militarización de los uniformados. Además, tienen una gran influencia política y su respaldo es un factor considerable en cada campaña electoral.
Precisamente, los comicios están a menos de cinco meses, que podría ser poco tiempo, pero en 2020 volvimos a aprender que cada una de las 22 semanas que faltan pueden ser una eternidad. Los antecedentes en este marco de movilizaciones sociales no son concluyentes: en el 68, la interna demócrata quedó empañada por las protestas y el republicano Richard Nixon salió beneficiado, mientras que los disturbios del 92 fueron una plataforma contra George H. W. Bush. De todas formas, Donald Trump y Joe Biden, próximos a ser confirmados como candidatos en las convenciones de sus partidos, saben que deben jugar bien sus cartas en este clima.
La ley, el orden y la campaña
Trump está apostando por la fórmula de Nixon y repite como un mantra la frase “Ley y Orden”, con la salvedad que Nixon proponía esa base sin ser presidente, y el republicano busca ahora su reelección. En el caso del demócrata, el movimiento callejero podría inclinarlo a elegir como compañera de fórmula (ya anticipó que será mujer) a una afroamericana como Kamala Harris o Stacey Abrams, aunque también podría considerar que este sector ya lo acompaña (o rechaza a Trump) y optar por una política moderada que atraiga a los votantes indecisos. Para Naison, no quedan dudas en que las manifestaciones tendrán como efecto una mayor participación en los centros de votación, un tema muy importante para la oposición, ya que fue señalada como una de las causas de la derrota de Hillary Clinton. “Esto afectará a Trump”.
La activista Castillo prefiere ser más cauta, con la incertidumbre generada por la pandemia, pero indicó: “Creo que la gente irá a votar y votará acorde a la situación. Biden probablemente tendrá el apoyo de los indecisos, pero él es otra de las autoridades cuyo discurso no necesariamente se coherente con su historial político”. El movimiento Black Lives Matter evita apoyar a candidatos y solo lo hace a nivel local, con cargos clave para su lucha como los fiscales de distritos.
Por ahora, los cuatro oficiales que participaron directa o indirectamente de la muerte de Floyd están arrestados y serán enjuiciados. Pero si la historia se repite, hay posibilidades de que salgan en libertad por decisión del jurado (que suele favorecer a las fuerzas del orden) e incluso, como pasó en otros casos, podrían volver a trabajar como policías. “Las probabilidades no juegan a favor de la gente negra. La historia muestra que las condenas son muy inusuales”, recordó Carter-Jackson, quien advirtió que en caso de una absolución los disturbios no demorarán en producirse.
“Para ser honesta, es difícil estar segura de que serán condenados”, confiesa Castillo. “Hay un momentum, el mundo está en solidaridad, pero los cargos todavía son inaceptables para nosotros. Debido al levantamiento, fueron elevados (a asesinato en segundo grado, en el caso de Chauvin; los manifestantes piden que sea en primer grado). Pero el sistema es tan racista, tan antinegro, que siento que es imposible conseguir justicia”.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: