En los Estados Unidos la esclavitud duró 250 años y dividió a tal punto a la ciudadanía que hubo una Guerra de Secesión en la que murieron 620.000 soldados, casi la mitad de todas las bajas militares históricas del país. Luego de un breve periodo de emancipación, apenas los estados del sur se recuperaron de la derrota, los afroamericanos sufrieron los 90 años Jim Crow, como se llama a la era de segregación, cuya clave es una decisión de la Corte Suprema de 1896, “iguales pero separados”, que fijó reglas de separación —y diferencias económicas, educativas, sanitarias— entre negros y blancos, además de enraizar el racismo y la presunta supremacía blanca y permitir actos como los linchamientos.
¿Tiene esa historia antigua algo que ver con los sucesivos abusos de autoridad que cristalizaron, tras el asesinato de George Floyd mientras lo detenía la policía de Minneapolis, en una serie de protestas multitudinarias que hoy se ven en todo el territorio?
¿Tiene esa historia antigua algo que ver con los datos actuales de la Reserva Federal que ubican el patrimonio promedio de un hogar blanco en USD 171.000 mientras que el de un hogar afroamericano es de USD 17.150?
Robert Johnson, fundador de Black Entertainment Television (BET) y el primer multimillonario afroamericano, cree que sí. Y por eso se presentó como uno de los defensores de las indemnizaciones a la comunidad negra por la esclavitud. Dijo en el programa Squawk Box, de NBC:
“Ahora es el momento de ir a fondo. Las respuestas cortas a los cuestionamientos prolongados y horrendos sobre la situación de la esclavitud no van a resolver el problema de la desigualdad. Debemos centrarnos en la creación de la riqueza, la generación de la riqueza, y para hacerlo debemos llevar a los descendientes de esclavos a un nivel de igualdad. Y eso es lo que propongo en este plan de USD 14 billones para brindar indemnizaciones".
Los Estados Unidos han ofrecido disculpas y pagado compensaciones por otros actos lesivos de los derechos humanos en el pasado, como el confinamiento en campos de los japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial o la expulsión de los nativos para apropiarse de sus tierras. Pero la enormidad de la esclavitud parece convertirla en el elefante en la sala, un asunto moralmente tan atroz que es difícil de abordar.
Además, despierta un montón de preguntas que no tienen respuesta fácil. Por ejemplo, quién debería pagar: ¿el fisco, los estados que fueron esclavistas, los descendientes de los que forjaron su patrimonio sobre la explotación de personas secuestradas en África y forzadas a trabajar hasta la muerte? O quién debería cobrar: ¿todos los individuos afroamericanos según su ADN, las instituciones y fundaciones que impulsan el desarrollo de los desfavorecidos? ¿Y qué pasaría con gente que, como Beyoncé, es descendiente a la vez de alguien esclavo y de alguien esclavista? O cómo se pondera el valor del daño, ya que, por ejemplo, alguien como Barack Obama, hijo de un inmigrante africano y una estadounidense, no tiene linaje esclavo pero sí sufrió discriminación por el color de su piel a lo largo de su vida.
Para Johnson, las indemnizaciones son un menester: “No sólo por el pecado, o la expiación del pecado, y los años Jim Crow y la segregación, tanto de facto como de jure, sino para hacer que los Estados Unidos estén a la altura del concepto de que este país nació sobre la idea del excepcionalismo nacional”, siguió en NBC. “Y si damos ese gran paso estoy convencido de que los problemas que enfrentamos hoy se pueden resolver”.
Él lo ve como una transferencia de recursos compensatoria. “Dado que 200 y pico de años de esclavitud, mano de obra explotada sin retribución, es una transferencia de recursos; dado que la denegación al acceso a la educación, que es una impulsora principal de la acumulación de ingresos y riqueza, es una transferencia de recursos”. Eso sería una señal de que el país entero comprende que “hay que pagar reparación por los daños” causados por “los recursos transferidos a los blancos quitándoselos a los afroamericanos”.
Y también sería algo bueno para la economía, opinó: “El concepto de daño es un factor normal en una sociedad capitalista, corresponde a cuando alguien ha sido privado de ciertos derechos. Si este dinero va a los bolsillos como los cheques de estímulo [por el coronavirus], ese dinero va a volver a la economía como consumo. También habrá más empresas propiedad de afroamericanos”.
Johnson no está solo. En 2019 la congresista Sheila Jackson Lee presentó un proyecto de ley, H.R. 40, para “comisionar el estudio y el desarrollo de propuestas a fin de indemnizar a los afroamericanos”. El escritor Ta-Nehisi Coates publicó en 2014 su “Argumento a favor de las indemnizaciones” en The Atlantic, un texto monumentalmente documentado. El actor Danny Glover hizo una fuerte defensa de las compensaciones.
El 75% de los afroamericanos se manifestó a favor, según una encuesta de AP y la Universidad de Chicago, pero sólo el 15% de los blancos lo hizo. Y según otra, de Gallup, el 67% por ciento de la población en general de los Estados Unidos está en contra con un 29% a favor y un 4% indeciso.
Aunque previsiblemente los republicanos se oponen —"No creo que indemnizaciones por algo que sucedió hace 150 años, de lo cual ninguno de los que actualmente estamos vivos es responsable, sea una buena idea", dijo Mitch McConnell, presidente del Senado— no es un tema que unifique a los demócratas en la aprobación. Inclusive el más progresista de los precandidatos del 2020, el senador Bernie Sanders, consideró que es mejor evitar una cuestión tan “divisiva”.
Y en sus años de candidato a la presidencia Obama, el primer afroamericano que llegó a la Casa Blanca, no la defendió: “Las mejores indemnizaciones que podemos brindar son buenas escuelas en los barrios marginales y trabajos para los desempleados”, dijo a CNN en 2008. “Creo que la mejor estrategia es invertir para sacar a la gente del legado de la esclavitud y de los años Jim Crow, estrategias de aplicación amplia y que nos permitan construir coaliciones para realmente lograrlo”.
Agregó, sobre el aspecto controversial del tema: “El hecho es que enfrentar algunas de las herencias de la discriminación nos va a costar miles de millones de dólares. Y no vamos a lograr esa clase de asignación de recursos excepto que todos los estadounidenses crean que se invierten en hacer que eso se haga realidad”.
El millonario Johnson tampoco inventó el concepto. De la indemnización se habla desde la mismísima Guerra de Secesión.
La expresión “40 acres y una mula” —tanto se popularizó que es el nombre de la productora del cineasta Spike Lee— fue “el primer intento sistemático de brindar una forma de compensación a los esclavos recién liberados, y fue asombrosamente radical para su tiempo”, sintetizó el escritor y profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr.
Tras su famosa Marcha hacia el Mar —la campaña militar que avanzó desde Georgia para no sólo combatir a las tropas confederadas sino también destruir haciendas, ferrocarriles, industrias y molinos, a la vez que liberar a los esclavos—, el general William Sherman se reunió en Savannah, en enero de 1865, con un grupo de pastores negros, bautistas y metodistas. Tenía una noticia buena y una mala: la primera, que de veras quería ayudar a los libertos; la segunda, que no podía permitir que las familias negras aterradas de volver a ser esclavizadas continuaran siguiendo a su ejército, por razones obvias de seguridad y de logística.
—¿Qué quieren para su pueblo? —les preguntó a los religiosos.
—Permítanos ser libres y tener tierras. Eso es todo lo que necesitamos —le respondieron.
Entonces Sherman emitió la Orden Especial en el Campo de Batalla Nº 15, en la que designó una franja de tierras a lo largo de la costa de Carolina del Sur para que se dividiera en lotes de 40 acres (16 hectáreas) y se los entregaran a las familias. Luego también recibieron una mula para trabajar la tierra, porque en sobraban en las tierras expropiadas. Sherman tomó la idea de dos abolicionistas, Charles Sumner y Thaddeus Stevens.
Pero tras el asesinato de Abraham Lincoln, su sucesor, Andrew Johnson, hizo el gesto político de prometer la devolución de las tierras a los sureños, que antes habían declarado la guerra a los Estados Unidos, si juraban lealtad. Así se expulsó a los afroamericanos.
A lo largo de la historia hubo varios impulsos a favor de las compensaciones.
En 1898 Callie House, una liberta de Tennessee, fundó, con el reverendo Isaiah Dickerson, la Asociación Nacional de Pensiones y Compensaciones para Ex Esclavos, que llegó a tener 600.000 miembros. Durante la década de 1920, el jamaiquino Marcus Garvey (creador de la Asociación Universal de Desarrollo Negro y la Liga de Comunidades Africanas) inspiró numerosos reclamos de reparaciones y de repatriaciones a África; en los ’50s y los ’60s, la Reina Madre Audley Moore, una líder de los derechos civiles de Nueva York, presentó a la Organización de las Naciones Unidas peticiones por genocidio (en total, 12,5 millones de personas fueron víctimas del tráfico transatlántico a las colonias de todo el continente americano) y compensaciones.
Martin Luther King, Jr. propuso en 1963, en su libro Por qué no podemos esperar, una “Declaración de derechos de los desfavorecidos” que subrayaba la necesidad de compensar la victimización histórica y la explotación de los afroamericanos, tanto como su degradación en ese momento. "El antiguo derecho consuetudinario siempre ha proporcionado un remedio para la apropiación del trabajo de un ser humano por otro”, escribió. “Esta ley debería aplicarse a los negros americanos”.
El Partido de las Panteras Negras, la República Nueva África, la Conferencia Nacional sobre el Desarrollo Económico Negro, la Asamblea Nacional Política Negra, la Asociación de Abogados Negros y otras organizaciones hicieron reclamos similares hasta finales del siglo XX. Por entonces surgió una organización paraguas de muchas otras, la Coalición Nacional de Negros por las Indemnizaciones (NCOBRA), que desde entonces ha mantenido el debate sobre la reparación.
A pesar de los triunfos en la legislación del movimiento por los derechos civiles, la desventaja de los afroamericanos sigue siendo notable: tienen una tasa de pobreza que triplica a la de los blancos, con efectos asociados como un acceso a la universidad, la vivienda y la salud mucho menores; los hogares encabezados solo por madres son aproximadamente el doble para los afroamericanos que para los blancos y la expectativa de vida es tres años más baja. Si la tasa de encarcelamiento de los blancos es de 0,45%, la de los afroamericanos es del 2,31%, lo que ha dado lugar a la teoría de su encarcelamiento masivo como un sustituto de la segregación, que Michelle Alexander desarrolló en su best seller The New Jim Crow.
Y la cifra que subyace a las manifestaciones que en todo el país han seguido al caso Floyd: los afroamericanos tienen 2,5 veces más probabilidades de ser matados por la policía que los blancos, calculó Statista.
El estado federal condena la discriminación étnica, pero hasta ahora no se dio en los Estados Unidos una discusión franca sobre la manera en que la esclavitud fundó las diferencias entre la población blanca, que logro acumular más riqueza y obtener mejor desarrollo, y la población negra.
Se conoce la brutalidad de la “institución peculiar" sureña, como llamaban a la esclavitud los estados que la practicaban, con actos como torturas, violaciones, separación de familias y asesinatos. Como señaló la Comisión Nacional de Indemnizaciones a los Afroamericanos (NAARC), que declaró al crearse en 2016: “Ninguna cantidad de recursos materiales o compensaciones monetarios será suficiente compensación para los daños espirituales, mentales, culturales y físicos” que causó “el holocausto de la esclavitud”, citó ACLU.
En cambio, se habló menos de los USD 3.000 millones que se consideraba el valor de los cuerpos de los esclavos como mano de obra gratuita en 1860, como estimó Brookings Institution. “Era más dinero que el invertido en fábricas y ferrocarriles combinados”, siguió el análisis. “En 1861, el valor que se estimó para la producción de algodón que hicieron los negros esclavizados fue de USD 250 millones”.
Pero tras las historias trágicas que reavivó el asesinato de Floyd —Eric Garner, Treyvor Martin, Michael Brown, Tamir Rice, Freddy Gray, Keith McLeod, Janet Wilson, Philando Castile, Breonna Taylor, Ahmad Arbery, por citar los más sonados— y en un año políticamente difícil por la crisis económica del COVID-19 y la plena campaña presidencial, el debate parece comenzar a reabrirse tras las declaraciones de Johnson.
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