“El hogar no es un lugar a salvo para los niños y niñas que viven con hombres violentos. Es un infierno”, aseguró Wendy Knight, una escritora estadounidense, en una dura columna en la que recordó su propia historia de abusos reclamó mayor asistencia para las víctimas en medio de la pandemia y el confinamiento.
“Niños a lo largo del país están atrapados en la cárcel que yo tuve, pero por el COVID-19, ahora la sufren 24 horas, siete días a la semana”, resaltó Knigth en un artículo publicado por USA Today.
Su infancia, en la década de los años 70, no ocurrió en el marco de una pandemia mundial, pero ella y su familia vivieron su propio tipo de cuarentena, con un padre abusador. Según recordó, su madre no tenía permiso de su esposo para sacar una licencia de conducir, mientras que los hijos no tenían ningún medio de transporte para salir de la casa. Por ello, mientras otros niños celebraban la llegada del verano, para ella era la peor época, aislada de sus amigos, profesores y toda interacción saludable que sostenía su ánimo.
“Estábamos atrapados en casa con un hombre que abofeteaba, empujaba, maldecía, amenazaba y menospreciaba a su esposa, mi madre. Lo que no vi, lo escuché desde mi cama o desde el armario donde me escondía. Nuestro único indulto llegaba cuando mi padre estaba en el trabajo o bebiendo”, narró.
Así, la estremece imaginar el suplicio por el que deben estar pasando miles de víctimas. “No puedo imaginarme vivir semanas de confinamiento de 24 horas con mi padre violento. Pero esa es la pena a la que que muchos niños han sido sometidos en estos meses”, lamentó.
Además, advirtió que los riesgos están incrementando con la crisis económica, citando a estudios que registran un aumento de las conductas abusivas cuando se producen recesiones y pérdidas de trabajo.
En ese marco, Knight criticó que solo el 0.002% de los 2 billones de dólares del paquete aprobado por el Congreso estadounidense en marzo esté destinado a la asistencia de víctimas de violencia doméstica (USD 45 millones para albergues y 2 millones para las líneas telefónicas de ayuda). Por eso, pidió la aprobación del proyecto de ley aprobado en la Cámara de Representantes y que espera a ser votado en el Senado, de mayoría republicana, ya que añade otros USD 100 millones a los programas de ayuda.
Además, explicó que los efectos del abuso pueden ser muy duraderos. Ella se fue de su hogar a los 17 años y se convirtió en una exitosa escritora. “Dos décadas después, estaba presentando mi libro, una celebración. En vez de estar feliz, tenía pensamientos suicidas”, recordó. En ese momento, consultó con un amigo de confianza, un empresario exitoso que también creció en un hogar violento, quien le respondió que todo el tiempo piensa en quitarse la vida. “Me di cuenta lo dañados que estamos. No solo él o yo, sino todos los niños, ahora adultos, forzados a ser testigos de esta crueldad”.
La mirada optimista apunta a un pronto desconfinamiento, con menores contagios, y un próximo descubrimiento de una vacuna contra el coronavirus, pero ella aclara que eso no traerá la paz en miles de hogares. Sin embargo, también explicó que cualquiera puede ser de ayuda. “Para los niños encerrados en hogares de abuso, la redención será un camino arduo. Su desgarrador camino puede ser impulsado por el más simple acto de un vecino o un pariente: una sonrisa, una invitación a conversar sobre su vida, un un empujón de estímulo”.
En abril, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió que el confinamiento social y una mayor recesión mundial alimentan las crecientes tensiones dentro de las familias, y “los niños son a la vez víctimas y testigos de la violencia doméstica y los abusos”.
“Con el aumento de las presiones económicas, sociales y del miedo, hemos visto un estremecedor repunte global de la violencia doméstica”, admitió Guterres. El papa Francisco también alertó que las mujeres “a veces corren el riesgo de ser sometidas a la violencia por una convivencia de la cual llevan una carga demasiado grande”.
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