Kelly Yang era más joven que el resto que sus compañeros cuando llegó a la prestigiosa Facultad de Leyes de la Universidad de Harvard. También era inmigrante, también era una joven de color, y también había superado la pobreza y todos los escollos que vienen con ella cuando comenzó sus estudios.
Esa era su realidad cuando fue víctima de una violación por parte de uno de sus compañeros, aunque no fue solo eso lo que dejó en ella las marcas más profundas, sino la actuación de la institución en la que ella confiaba para formarla a ella y a otros jóvenes en la tarea de impartir Justicia. Es que a la hora de denunciar lo sucedido, Yang debió superar una serie de criterios de “evidencia clara y convincente”, los mismos criterios que ahora quiere aplicar a todas las universidades ante casos de violencia sexual la Secretaria de Educación de los Estados Unidos, Betsy DeVos, y que entrarán en vigencia en agosto de este año.
“Recuerdo a mi atacante diciéndome después del asalto: ‘Probablemente debería ir a la iglesia por lo que acabo de hacerte’. Esto, seguido de: ‘Y probablemente deberías ducharte’. Me he duchado. Quería tomar un millón de duchas pero las duchas no sirvieron para mitigar el hecho de que íbamos a la misma escuela, su apartamento estaba al otro lado de la calle de mi dormitorio y se sentaba detrás mío en una de mis clases”, cuenta Yang. La escritora continúa su desgarrador testimonio: “Lo veía casi todos los días, en eventos de la escuela de leyes y en entrevistas de bufetes de abogados. Cada vez que lo veía, mi estómago se retorcía en un nudo tan apretado, que sentía que iba a vomitar.”
“En las semanas posteriores al ataque, me presenté en la enfermería de la universidad, me hice los tests de violación, hablé con el Decanato de los Estudiantes sobre lo que había sucedido, cambié de habitación, y completé una denuncia anónima ante la policía”, relató Yang en un artículo publicado en Medium en el que cuenta lo sucedido.
Y continúa: "Pese a los requisitos increíblemente altos, completé una denuncia formal en las oficinas administrativas de la Facultad de Leyes de Harvard contra mi atacante. Mi graduación se acercaba y no podía concebir que mis padres tuvieran que ver a su hija recibiendo su diploma al lado del tipo que la había violado. Así que hablé con el representante estudiantil, así como con el Decano de la Facultad de Derecho de Harvard, y presenté cargos de agresión sexual en la Junta Administrativa de Harvard”.
Yang recuerda que, con el objetivo de que sea la Facultad la que tome el caso -con la constitución de un jurado propio formado por Estudiantes y docentes- accedió a escribir y firmar un documento en el que se comprometía a no presentar una denuncia penal ante la policía. “Lo firmé convencida de que la institución haría justicia en mi nombre”, recuerda.
El “juicio” consistió en nada menos que sentar a Yang en una habitación junto a su atacante y escucharlo durante horas llamarla mentirosa. “Un proceso de examen cruzado traumático y demoledor, parecido a lo que ahora quiere introducir de forma obligatoria en los campus universitarios la Secretaria Devos”.
“Inclusive en esas condiciones, presenté mis evidencias de la mejor manera que pude, incluyendo correos electrónicos y certificados de los servicios de salud". No fue suficiente, y la Facultad de Derecho de Harvard declaró al atacante de Yang “no culpable”. Pero la pesadilla de la joven no terminó ahí. Casi de forma inmediata, la universidad comenzó una investigación en su contra por presunto “enjuiciamiento malicioso”.
“Los días que siguieron fueron los más oscuros de todos los tiempos, mientras esperaba que la facultad votara sobre si me daría o no mi diploma. La facultad de derecho me informó que todo el proceso podría quedar en la nada si yo accedía a retirar los cargos. Mis padres, chinos tradicionales, me instaron a considerar la posibilidad, preocupados por el hecho de que si esto salía a la luz, me avergonzaría a mí y a mi familia. Pero me negué a retirar los cargos. Mi voz era mi armadura”, recuerda Yang con orgullo.
Después, explica Yang, llegaron los sentimientos contradictorios: "El día que me encontraron “no culpable” fue uno de los días más desgarradores de mi vida. Estaba aliviada; y angustiada por sentir que ese alivio era porque la única justicia que obtuve tras ser agredida sexualmente fue que me permitieron quedarme con el título que había obtenido con mi esfuerzo”.
De ahí en adelante, la historia siguió, pero de manera bastante diferente de lo que la joven había soñado. Se alejó del Derecho, debido a que la experiencia había destruido su confianza en la Justicia, y comenzó a enseñar y a escribir. “Guardé lo que me había sucedido en una caja de zapatos hasta el año 2014, cuando el Departamento de Educación descubrió que lo que había hecho conmigo la Facultad de Leyes de Harvard ‘violaba el Título IX de las Enmiendas Educativas de 1972 por su respuesta ante un acoso sexual, incluída una violación’”.
De hecho, entonces el Departamento de Educación encontró muchos casos de agresiones sexuales en los que la facultad no había respondido adecuadamente y redactó un informe sobre el tema. “Leer el informe fue como encender una luz en una cueva oscura; No tenía idea de que había otras que había pasado por lo mismo que yo”, relata Yang.
La Facultad de Derecho emitió una respuesta a través de una declaración en la que afirmaban que "Harvard reconoce que podríamos y deberíamos haber hecho más”. “Es lo más cercano a una disculpa que recibí de la institución que me perjudicó, la institución que había admirado desde que era una niña”, recuerda con dolor.
Los descubrimientos de entonces del Departamento de Educación, junto con ser testigo de la valentía de todas las mujeres que dieron un paso al frente y se atrevieron a denunciar al poderoso productor de Hollywood Harvey Weinstein, más recientemente, dieron valor a Yang para compartir su propia experiencia. De ella surgió su novela “Parachutes”, orientada a jóvenes adultos y que abordan las experiencias de dos chicas que sufren experiencias sexuales inapropiadas en la escuela privada de élite a la que asisten, y deben lidiar con el encubrimiento institucional.
“Si bien nunca podré recuperar tres años de escuela de derecho, espero que al contar mi historia más facultades prioricen proteger a sus estudiantes, no solo sus nombres. Espero que lo que me pasó sirva como una advertencia contra las nuevas reglas sobre agresión sexual en los campus que la Secretaria DeVos acaba de presentar. Si se implementan, nos harán volver a un sistema que, en mi opinión, funciona en contra de la víctima. Diluirán el coraje que tantas mujeres tienen al presentarse y hablar, incluida yo misma. Harán que sea mucho más difícil para las víctimas de agresión sexual y conducta sexual inapropiada buscar y encontrar justicia”, culmina.
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