Mientras esperamos encontrar una cura o vacuna para la COVID-19, un tratamiento que se destaca es la terapia de plasma convaleciente, que utiliza plasma sanguíneo rico en anticuerpos de un paciente recientemente recuperado para estimular el sistema inmunológico de una persona enferma. Después de prometedores estudios iniciales, la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) recientemente amplió la autorización de la terapia para su uso de emergencia mientras se están realizando ensayos clínicos completos.
Pero el plasma convaleciente es escaso: aunque es difícil de estimar con precisión, algunas estadísticas sugieren que es posible que Estados Unidos necesite el doble de lo que tiene disponible.
En un nuevo artículo, Parag A. Pathak, Tayfun Sonmez, M. Utku Unver y yo proponemos una estrategia de diseño de mercado que podría ayudar a reducir la brecha. Nuestro enfoque utiliza dos características especiales de la forma en que funciona la donación de plasma.
Primero, el plasma convaleciente se obtiene de pacientes recientemente recuperados, lo que significa que los pacientes de hoy se convierten en los posibles donantes del mañana, suponiendo que logren vencer al virus. Eso implica una especie de equilibrio agregado del mercado: mientras hay muchos pacientes que luchan contra la COVID-19, también hay muchos que se han recuperado hace poco y pueden donar plasma. Eso sugiere que la escasez no se debe a la falta de potencial oferta.
En segundo lugar, la donación de plasma es más que una relación uno a uno: el donante típico puede entregar suficiente plasma al mismo tiempo para varios tratamientos, y potencialmente puede donar más de una vez. Como resultado, suponiendo que la terapia con plasma ayuda a los pacientes a recuperarse, existe el llamado efecto de volante, o “flywheel effect”: cuanto más usamos el tratamiento, más plasma está disponible, siempre que suficientes pacientes recuperados estén dispuestos a donar.
A muchas personas les gustaría donar plasma para ayudar a un ser querido, pero no pueden hacerlo por varias razones: sus tipos de sangre pueden ser incompatibles o es posible que vivan lejos y no puedan viajar. Para solucionar este tipo de inconvenientes, mis colaboradores y yo sugerimos que cada donante de plasma reciba un cupón que se pueda utilizar para dar prioridad a un familiar o amigo para el tratamiento con plasma. Dado que la donación de plasma es más que una relación uno a uno, es posible respetar los cupones sin dejar de aumentar la reserva de plasma disponible para tratar a otros pacientes.
Además, los cupones resuelven los problemas de tiempo de donación: uno solo puede donar plasma relativamente poco después de recuperarse, pero es posible que un miembro de la familia necesite tratamiento más adelante. Un sistema basado en cupones hace posible que pacientes recuperados ayuden a cuidar a familiares incluso después de que ellos mismos ya no tengan anticuerpos de la COVID-19. Y mientras tanto, el plasma que donan puede usarse para tratar a pacientes de forma inmediata, lo que mantiene en marcha el efecto de volante.
Un análisis similar sugiere un papel para un sistema de pago anticipado, en virtud del cual nos aseguramos de tratar a pacientes que se comprometen a donar plasma, suponiendo que se recuperen y sean médicamente capaces de hacerlo. Dado que los pacientes recuperados generalmente pueden donar más plasma del que se necesitó para su propio tratamiento, esto nuevamente puede ayudar a aumentar el suministro de plasma a largo plazo. Como resultado, mis colaboradores y yo demostramos que, paradójicamente, priorizar a pacientes que se comprometen a donar puede terminar ampliando el tratamiento para pacientes que no pueden comprometerse, o simplemente deciden no hacerlo.
Ambas políticas son similares a los sistemas que hemos utilizado para ampliar la donación de riñones en los Estados Unidos: a veces se otorgan cupones de prioridad cuando un donante vivo da un riñón a un tercero antes de que uno de los miembros de su familia necesite un trasplante. Y, en las cadenas de intercambio de riñones, se utilizan incentivos de pago anticipado, donde un paciente con un posible donante médicamente incompatible recibe un riñón de un donante externo, y luego su donante le da un riñón a otro paciente. (La secuencia de donación más larga para un solo hospital bajo esta figura tuvo 100 trasplantes). La donación de plasma es mucho menos riesgosa y médicamente exigente que la donación de riñón, por lo que podríamos esperar que los incentivos funcionen aún mejor aquí.
En cualquier caso, los pacientes con coronavirus recuperados que deciden convertirse en donantes de plasma son algunos de los muchos héroes de esta crisis. Pero no necesitamos confiar solo en su altruismo.
(C) Bloomberg.-