Durante varios días creyó que no lo iba a lograr. Pensó que el coronavirus la había vencido, y que estaba viviendo los últimos minutos de su vida. Pero después de pasar semanas en estado crítico, y de que los médicos le dieran un 40% de posibilidades de sobrevivir, Megan Sites logró superar la enfermedad y conocer a su hijo Jameson, el bebé que estaba esperando cuando contrajo el COVID-19.
“Me derrumbé varias veces. Me dije a mí misma, eso es todo, no voy a lograrlo”, contó Megan Sites al diario local Cincinnati Enquirer. “Todo en mi cuerpo dolía. Dolía respirar, dolía moverme, toser, hacer cualquier cosa dolía”.
El 1 de abril, la enfermera de 27 años de Ohio supo que algo iba mal. Sabía desde el 29 de marzo que había dado positivo a la prueba del COVID-19, pero no imaginaba que su estado iba a empeorar en tan poco tiempo. Luchaba para inhalar aire, y era incapaz de acostarse. Tenía siete meses de embarazo, y preocupada por su bebé, acudió a la sala de emergencias del hospital Joint Township District Memorial Hospital, donde ella trabaja.
“Le lloró a mi madre y le dijo que no quería morir”, contó su hermano, Shaun Jeffries, a la televisora WTDN a mediados de abril. “Eso precisamente nos hizo entender que era consciente de lo que estaba pasando. La forma en la que empeoró en 24 horas fue agresiva. Esa es la única forma de calificarlo: es un virus agresivo”, señaló.
Al llegar a la sala de urgencias, los sanitarios confirmaron los peores temores de Megan. La enfermedad había coagulado sus pulmones. Sin perder tiempo, los médicos la conectaron a un respirador. No la durmieron, así que ella sintió como el tubo bajaba por su tráquea. Después, la clínica pidió su traslado inmediato a Miami Valley Hospital, en Dayton.
Cuando la condición de la enfermera mejoró, le quitaron el ventilador. Pero no fue por mucho tiempo.
“En las siguientes 24, 48 horas, mi estado se agravó completamente”, contó Sites al diario local.
Consciente de que sus pulmones volvían a fallar, pidió un ventilador a sus enfermeros. El 8 de abril, los médicos llamaron a su esposo, Donny Sites, y le explicaron que debido a la edad de Megan y su estado de salud, esperaban que el respirador la ayudara a llegar a las 30 semanas de embarazo.
Sin embargo, 20 minutos después, el teléfono volvió a sonar. Todos los planes habían cambiado.
Según le informaron a Donny Sites, uno de los pulmones de su esposa había colapsado. Tenían una única oportunidad de salvarla, pero para llevarla a cabo, el bebé debía nacer. Le realizarían a Megan una cesárea de emergencia a la mañana siguiente, si es que ella lograba sobrevivir para entonces. Recalcaron que su estado era crítico.
Mientras los sanitarios realizaban la cirugía, un helicóptero despegó y recorrió 80 kilómetros hasta el hospital. Dentro, viajaba una máquina ECMO, y un equipo médico experto que atendería a Megan. Y es que antes de la cesárea, el grupo de profesionales en Dayton, desesperado, llamó al centro sanitario académico de la región, UC Health, para pedir ayuda.
Desde UC Health propusieron utilizar el sistema de Oxigenación por Membrana Extracorpórea (o ECMO, por sus siglas en inglés); es decir, una máquina que extrae la sangre de la paciente, la oxigena, y la vuelve a introducir al organismo, como si se tratara de un pulmón artificial. Pero para eso, debían poner a salvo al bebé.
Jameson llegó al mundo con 29 semanas y seis días (un embarazo completo dura aproximadamente 40 semanas), y poco más de un kilo y medio de peso. Nació sano, y fue hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos neonatal. Le realizaron dos pruebas de COVID-19, y el resultado dio las dos veces negativo.
Su madre fue trasladada en ambulancia al Centro Médico de la Universidad de Cincinnati, junto a la máquina ECMO. Allí, después de cinco días, su estado mejoró.
“Mostró una increíble recuperación y mejoró mucho más rápido que cualquier persona que hemos visto en ese estado", dijo al diario Cincinnati Enquirer la doctora Suzanne Bennet, anestesióloga de cuidados críticos de UC Health.
Cuando desconectaron la máquina, Megan permaneció aturdida unos días. Después, las enfermeras le preguntaron si sabía dónde estaba.
“Dayton”, dijo ella.
“No. Cincinnati”, le contestaron.
También le dijeron que había nacido su bebé, un momento que Megan recordaba levemente.
“Tengo muchas alucinaciones de lo que ocurrió en ese tiempo... Pero el último tratamiento, el ECMO, de eso no recuerdo nada”, dijo al diario local.
Hasta cuatro días después del nacimiento, Donny Sites no pudo ver a su hijo, al que llamaron Jameson Ivan Leroy Sites. La paciente tuvo que esperar más tiempo, y lo vio por primera vez a través de las fotos que sus familiares le enviaron a las enfermeras.
Hoy Megan sabe, que si está viva es gracias al esfuerzo de muchos profesionales, que a pesar de las probabilidades de éxito, no perdieron la esperanza.
“No hay palabras. No hay forma de mostrarles el aprecio que merecen. Es surrealista".
El pasado martes 21 de abril, Megan recibió el alta hospitalaria. Salió del Centro Médico de la Universidad de Cincinnati entre aplausos de los trabajadores. Había vencido al virus. Sólo entonces pudo acercarse al hospital en Dayton para conocer a su bebé.
“Acabo de completar mi puzzle. Sabía que había tenido un bebé pero... Es difícil de explicar. Pero luego lo abracé y fue real para mí, que este es mi hijo y es perfecto”,
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