El caso José Leonel: las dificultades de vivir (y morir) con coronavirus hoy en Estados Unidos

Nueve miembros de una familia inmigrante en Estados Unidos se contagiaron de la enfermedad. Dos de ellos terminaron internados y conectados a un respirador automático. El padre de la familia murió y entonces comenzó la odisea de su entierro

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Un hombre pasa por una
Un hombre pasa por una prueba de diagnóstico en Los Angeles (Reuters)

Las cifras del COVID-19 en Estados Unidos son alarmantes. Pero cuando al drama se le pone cara, la situación cobra otro nivel de intensidad.

El fin de semana el condado de Los Ángeles reportó 607 casos nuevos de coronavirus y 48 muertes, que se suman a un total de 19.107 casos y 895 muertes. Y eso que en California la situación no es tan extrema como en otros puntos del país.

Entre medio de estas miles de familias afectadas por el virus se destaca el caso de una particularmente golpeada. Se trata de los Cordonero.

Estos nicaragüenses escaparon de la falta de oportunidades y la violencia de su país hace 15 años para armar una nueva vida en el norte. Los Ángeles los acogió con algunas dificultades, pero allí lograron instalarse y desarrollar su familia. Un matrimonio que trabajó incansablemente para sacar adelante a sus hijos (cuatro en común, uno de ella de un matrimonio anterior y cuatro de él fruto de la relación con su primera esposa). Hoy, esos hijos ya adultos son parte de la sociedad americana y pueden ayudar a que sus padres se relajen. O al menos ese era el plan hasta que un inesperado virus lo cambió todo.

José Leonel Cordonero Zambrana tenía 74 años y estaba jubilado. Batallaba contra la presión arterial alta, tenía diabetes y había sido operado a corazón abierto. Tras esta operación, y gracias a la buena posición de sus hijos, decidió dejar de trabajar. Pero como pasa con muchas personas acostumbradas a trabajar desde la infancia, aún salía a las calles como vendedor ambulante. Tal vez fue en esas calles en las que encontró su desgracia.

José Leonel Cordonero Zambrana
José Leonel Cordonero Zambrana

El lunes 6 de abril José se sintió mal. Tenía dificultad para respirar. Su esposa, Ana Sofía, llevaba días con fuertes dolores de cabeza y algo de fiebre. Cinco de sus hijos viven en California, en diversas casas, pero se veían frecuentemente. Todos ellos, adultos de entre 23 y 30 años, también habían presentado síntomas relacionados al nuevo virus que ataca al mundo. Aquel pasado lunes, José Leonel fue a un hospital del área del este de Los Ángeles donde lo diagnosticaron con coronavirus. Pese a su frágil estado de salud y el pedido explícito de que lo dejaran internado, los médicos le indicaron que estaba en condiciones para pasar su cuarentena en su casa. Y así lo hizo.

Desde entonces, José Leonel, Ana Sofía y sus cinco hijos (más dos yernos) se instalaron en una sola casa. Todos estaban contagiados de COVID-19 y para ayudarse unos a otros prefirieron pasar esos difíciles días juntos.

La situación de salud de algunos de ellos empeoraba cada día. Eric, el hijo mayor de Ana Sofía, presentó síntomas tan severos que tuvo que ser hospitalizado. En los veinte días que pasaron desde su diagnóstico, este treintañero ya ha sido puesto dos veces en coma inducido y se encuentra conectado a un respirador automático. Similar ha sido la suerte de su madre, quien también está internada conectada a un respirador, aunque consciente.

Sin dudas, la peor parte se la llevó José Leonel. Con el correr de los días desarrolló mucha fiebre y una severa dificultad para respirar. La situación se volvió insostenible el pasado sábado 18 de abril, cuando sin poder respirar normalmente pidió que lo lleven al hospital.

En el camino, falleció. En ese momento, al drama de esta familia se sumaron las complicaciones que implica despedir a un ser querido en medio de una pandemia.

Las morgues están saturadas y también los cementerios. El pedido de las autoridades es que cremen a los fallecidos para acelerar el proceso. Pero por sus creencias religiosas, José Leonel había especificado que no quería cremación. También culturalmente para esta familia es importante realizar un funeral de despedida, algo que en tiempos de coronavirus no puede ocurrir.

Una fila para entrega de
Una fila para entrega de alimentos en Los Angeles (Reuters)

A mi papá lo sobreviven ocho hijos. Todos queremos despedirnos de él. Pero hay dos grandes problemas para hacerlo. El primero, que cuatro de sus hijos no vivimos en Los Ángeles, y viajar es practicamente imposible en estos días. El segundo, que el condado de Los Ángeles solo autoriza funerales con diez personas. Sólo con sus hijos y nietos somos muchos más”, decía Silvana, una de sus hijas mayores residente de la ciudad de Miami.

Con un dilema moral y cultural (religiosamente para esta familia la sepultura debe respetar ciertas tradiciones), los Cordonero están hace más de una semana lidiando con el cuerpo sin vida de su padre. La morgue del hospital ya no puede retenerlo (de hecho en California debido a la gran cantidad de fallecidos se han establecido morgues móviles en las calles). Si decidieran dejar pasar el sepelio y enterrarlo directamente, el cementerio tiene una lista de espera. Desde el pasado sábado, sus hijos están pagando una morgue privada que debido a la cantidad de casos similares está ofreciendo paquetes de un mes (eso es lo que calcula que tardan en procesarse este tipo de situaciones) a varios miles de dólares de costo.

Lamentablemente José Leonel Cordonero Zambrana es uno más en una lista de fallecidos que en Estados Unidos supera las 55 mil personas. Los latinos, en California y en todo el país, están siendo víctimas de este virus de manera desproporcionada. Historias que se repiten y que marcaran a las familias por siempre en un antes y un después de esta tragedia que afecta al mundo entero.

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