Votación por internet: ¿el sistema que se viene en EEUU?

Varios estados pueden poner a prueba una modalidad de voto que combine lo digital en línea con una impresión física de las boletas

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(REUTERS/Daniel Acker)
(REUTERS/Daniel Acker)

Que la pandemia lo ha cambiado todo, no es novedad. Que la campaña por lo que quizás sea el puesto más importante en el mundo, la presidencia de Estados Unidos, se ha visto afectada en un cien por ciento, tampoco. Pero que muchos están pensando en modificar absolutamente el sistema de votación para llevarlo a lo digital, eso sí es una noticia inesperada.

Existen grupos muy fuertes en todo el país que llevan años abogando por una modernización del sistema electoral y que ahora, con la crisis del COVID19, encontraron un argumento fuerte para su teoría de la digitalización del voto.

Con el evidente miedo de que de aquí a noviembre la situación no mejore lo suficiente como para que la gente se acerque tranquila a los centros de votación, el debate acerca de si nacionalizar el sistema de votación por correo está en boca de todos. Pero hasta el propio presidente Donald Trump se ha mostrado en contra de este sistema (que funciona en algunos Estados para todos los residentes, en otros sólo para quienes tienen discapacidades y en otros no funciona) saliendo a comienzos de esta semana a decir que las boletas por correo de manera masiva pueden llevar al fraude porque no hay un control en persona de quien la completó. Allí es donde surgen los que abogan por una votación móvil o a través de internet.

El Estado de Virginia del Oeste ha implementado una votación en línea desde el 2018, y piensa repetirla en la primaria que llevarán a cabo en junio de este año (aún no han confirmado si la modalidad se usará en noviembre). Se trata de una votación enteramente digital pero que hasta ahora sólo está disponible para militares y residentes del Estado que se encuentran por fuera del país. En la primaria la pondrán a prueba con personas con discapacidades. El número reducido de ciudadanos con acceso a este sistema es lo que ha disminuido los riesgos en su uso. Pero lógicamente si esto se masifica, existen grandes posibilidades de que haya fallas en el sistema o simplemente que un pirata cibernético pueda afectar la elección. Por eso es que no hay grandes movimientos nacionales abogando por estos sistemas puramente digitales, sino que suele haber más adhesión por un sistema mixto entre lo digital y lo analógico.

No se trata de votar en una aplicación o en una página web como si se completara una de las cientos de encuestas que llegan a diario. Sino que el desarrollo más expandido de este tipo de votación consiste en recibir la boleta a través de una aplicación que se puede abrir en un teléfono móvil inteligente, una tableta o una computadora. Los defensores de este sistema dicen que al recibir la boleta electrónica, se reduce el riesgo de pérdida de la boleta en el correo (como ha ocurrido en muchas ocasiones) que existe en la votación a distancia tradicional.

Una vez completada la boleta electoral en el dispositivo de acceso a internet, la persona debe acercarse a un centro de votación donde se verifica su identidad y con un código generado por la aplicación se accede a sus elecciones que luego son impresas frente a la persona. De este modo queda una constancia física del voto que sirve para la auditoría final. ¿Cuál sería la ventaja? Por un lado disminuye considerablemente el tiempo que el votante debe pasar en el centro electoral, algo que se está buscando en tiempos de coronavirus. Por otro lado, al quedar constancia física del voto el día de la elección (o días previos si existe en ese Estado la modalidad de votación anticipada), el recuento de votos se puede hacer inmediatamente. Con el sistema de voto por correo, pueden pasar días hasta que los centros de elecciones reciban todas las boletas completas (se aceptan todos los votos que vengan con estampilla previa al día de la elección) y por ende pueden pasar hasta semanas sin resultados.

Pero la objeción obvia que hay en contra de digitalizar el voto, o al menos una parte del proceso de voto, tiene que ver con la ciberseguridad. Hay que recordar que Estados Unidos sufrió un ciberataque ruso en el ciclo electoral de 2016 (algo que el comité de seguridad del Senado volvió a ratificar ayer) y ese fantasma está en la cabeza de todos. Otro problema puede estar ligado a que como cada Estado tiene autonomía con respecto a su sistema electoral, si esto se implementara, cada uno pudiera elegir un proveedor distinto y sería muy difícil controlar que funcionaran todos los sistemas. Por último, hay quienes consideran que puede ser hasta discriminatorio porque no todo el mundo tiene acceso al mismo tipo de tecnología en sus hogares.

Pese a las dudas en torno a este sistema, la fundación Tusk Philantropies –que financia una campaña a favor de este tipo de votación en todo el país- ha anunciado que tan pronto como esta semana dos Estados confirmarán que probarán esta modalidad de voto en noviembre, y que en las próximas semanas se pudieran sumar media docena más de Estados.

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