Un día a la vez. Ese es el umbral de futuro de este mundo en cuarentena. Es muy difícil predecir lo que puede suceder la próxima semana. Imposible pensar en término de meses. En este contexto, unas elecciones para el 3 de noviembre aparecen como algo más lejano que la galaxia EGS-zs8-1. Sin coronavirus, las presidenciales de Estados Unidos serían “trending topic” casi permanentes. El mundo quiere saber si Trump va a continuar por otros cuatro años en la Casa Blanca. Seguiríamos el nivel de aprobación de su gestión como si fueran los puntos de un campeonato de fútbol. Hablaríamos de su rival, el demócrata Joe Biden hasta el cansancio. Cada primaria tendría cobertura noticiosa global y las convenciones de los dos partidos serían transmitidas y retransmitidas.
La pandemia modificó todo. Lo que era válido o cierto hasta enero o febrero, ya no lo es. Si el mundo está cambiando como muy pocas otras veces sucedió en la Historia, ¿qué puede importar una elección que están programadas para dentro de siete meses? Trump asegura que se realizarán y que él será reelecto. El ex vicepresidente Joe Biden sigue recibiendo el apoyo de sus correligionarios como su rival en las internas, Bernie Sanders, o el ex presidente Barack Obama. Pero la tradicional convención en la que se nomina oficialmente al candidato ya fue pospuesta y es probable que nunca se pueda concretar. Algo parecido podría suceder con las propias elecciones. Si se produjera un rebrote en los últimos días de octubre, sería imposible que millones de personas salgan de sus casas para votar. Y si bien en Estados Unidos ya hay una larga experiencia del voto por correo –en algunos estados la mayoría de la población sufraga de esta manera- se requeriría una infraestructura enorme nunca vista antes para traspasarla a nivel nacional.
De todos modos, el virus de la política pareciera ser más fuerte que el Covid19. Republicanos y Demócratas, Trump y Biden, siguen en carrera como si ya todos sus votantes estuvieran inmunizados. Los dos candidatos, obviamente, están muy complicados. El presidente había iniciado la campaña basando todo su crédito en la buena situación de la Economía del país. Algo que ya es imposible mostrar. Ya no está. La pandemia está hundiendo al mundo en una recesión aún peor que la del crack de 1929. Si todo va bien, para noviembre podría mostrar alguna recuperación en ciertas áreas, pero nunca una economía vigorosa como la que se necesita para ganar elecciones con comodidad. Es por eso que ya cambió de estrategia y pasó de la economía al liderazgo. Se muestra como “el comandante en jefe de las tropas que van a ganar la guerra contra el virus”. Algo también endeble, porque en ese caso también va a ser juzgado como cualquier jefe militar: si sale victorioso o no de la batalla y a que costo. Los generales son calificados, entre otras cosas, por la cantidad de muertos entre sus filas. Y de seguir la actual tendencia, es posible que para noviembre haya más de un millón de contagiados y decenas de miles de muertos.
Biden no la tiene mejor. Va a tener que demostrar que puede manejar la situación mejor que Trump. Y para eso, tendría que presentar un plan concreto cuanto antes. Por ahora, sólo manda mensajes esperanzadores desde el pequeño estudio que su campaña montó en el sótano de su casa de Dellaware. Va a necesitar mucho más. Si no puede salir a la calle y dar la mano a los votantes, tendrá que encontrar una solución tecnológica que lo transporte al living de todos los estadounidenses cada día. Para eso, antes estaban los noticieros de las grandes cadenas de televisión que se emitían entre las 18:30 y las 19:30 en todo el país. Ya no garantizan nada. La mayoría de las familias estarán en ese momento en las redes sociales o buscando la próxima serie de Netflix o Amazon. Las cadenas de noticias como CNN, CNBC o FOX tienen públicos segmentados, ya muy informados, a quienes sería muy difícil de convencerlos de cambiar su voto.
En esta semana, Trump intentó la típica maniobra de señalar un enemigo externo y echarle toda la culpa de lo sucedido. La víctima fue la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una forma de enfrentar las críticas implacables que venía recibiendo por haber dado una respuesta lenta e ineficaz a la pandemia, sin adoptar rápidamente las medidas de salud pública para evitar la propagación de la enfermedad. Las últimas encuestas muestran que unos cuántos de sus seguidores se están sumando a esta posición. Ante esto utilizó la antigua herramienta de revertir el espejo y culpar a la OMS de lo mismo que lo acusan a él. “Fue responsable de mal administrar severamente y encubrir la propagación”, dijo Trump en una de sus conferencias de prensa diarias. “Tanta muerte ha sido causada por sus errores”, agregó. De esa manera, la organización de las Naciones Unidas se sumó a los ya otros responsables, de acuerdo al multimillonario, de la situación: los medios de comunicación, los gobernadores, los miembros demócratas del Congreso y el ex presidente Barack Obama. Él mismo confesó ese convencimiento cuando a mediados de marzo le preguntaron si se sentía culpable por la lenta reacción ante la pandemia. “No me hago responsable en absoluto”, dijo.
Trump dice estar enojado con la OMS porque creyó en la información sobre la epidemia que estaba dando el gobierno chino, en un momento en que debería haber sido más crítica. Dijo que la organización “tomó las cifras chinas como válidas y difundió la información errónea al resto del planeta”. La OMS, como todos los organismos internacionales tienen unas burocracias enquistadas y cuotas de poder de las potencias, pero Trump también alabó pública y repetidamente al gobierno chino por su manejo de la crisis en un momento, a principios de año, en que su administración todavía estaba negociando el acuerdo comercial con Beijing. El 24 de enero, aproximadamente un mes después de que se descubriera el virus en Wuhan, Trump tuiteó: “China ha estado trabajando muy duro para contener el coronavirus. Estados Unidos aprecia enormemente sus esfuerzos y transparencia”. Cuando los corresponsales en la Casa Blanca le preguntaron sobre estas inconsistencias, el presidente lanzó enojado: “¡Lo primero que hice fue cerrar las fronteras con China!”. Y lo repitió como un mantra hasta que lanzó la pelota afuera.
Pero a este presidente de teflón, al que nada se le pega, va a ser muy difícil que sus idas y vueltas lo castiguen electoralmente. Los sondeos todavía lo dan levemente por encima de Biden en la intención de voto. Sí, las encuestas son cada vez más dudosas -sobre todo en este momento-, pero es más o menos lo mismo que se huele en Washington. Y si Trump tuvo que correrse de sus logros económicos para hacer campaña, Biden tendrá que encontrar algo mucho más sólido que presentarse como un “anti-Trump”. En el medio del río, en general, los votantes prefieren no cambiar de caballo si éste no es mucho mejor para salir del agua. Tendrá que presentar un plan creíble para enfrentar la crisis. Ryan Lizza escribió en Político, el sitio que cubre lo que sucede en los pasillos del poder de Washington, que “Biden estaba fuera de carrera y tuvo un regreso increíble. Ese es su capital. Y puede derrotar a Trump de la misma manera con la que se quedó con la nominación demócrata: sólo por estar ahí”. El profesor de Historia de Princeton, Julian Zelizer, dijo a la CNN que Biden va a necesitar mucho más que ser la única opción a Trump. “Necesitará presentar un plan para darle a todos los estadounidenses acceso al seguro de salud que necesitan para cubrir los costos derivados de este virus”, dice Zelizer. “Y con la gente sufriendo una crisis tan grande como la de la Gran Depresión, los votantes necesitarán escuchar cómo hará para humanizar nuevamente a este país”.
Otro punto incierto es lo que va a suceder con la denuncia por acoso sexual que hizo la semana pasada Tara Reade, una ex asesora de Biden. El hecho habría ocurrido en 1993 cuando el ex vicepresidente era senador y, por ahora, no pareciera haber mucho fundamento o pruebas, pero seguramente el equipo de Trump debe estar buscando frenéticamente más información. Hay rumores en el Capitol Hill de que “hay más casos que los republicanos los van a ir sacando de a poco”. Biden tendrá que salir a dar explicaciones cuanto antes y en el medio de la pandemia. Va a competir con las terribles fotos de los cadáveres apilados en los pasillos de un hospital de Detroit u otras atrocidades que vayan apareciendo en los próximos días. Pero va a tener que hacer algún descargo. Aunque Lara Brown la directora de la Escuela de Estrategia Política de la George Washington University, cree que no va a ser un tema relevante para su electorado: “En esta situación, creo que los demócratas van a pensar que, si bien Biden es un personaje deslucido, Trump es peor. Y en esa ecuación no creo que una denuncia de ese tipo vaya a hacer una diferencia”.
El único que sabe lo que puede suceder de aquí a noviembre, es el virus que tiene un voto decisivo.
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