Un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association (JAMA), la revista de la Asociación Médica de los Estados Unidos, cuya primera emisión data de 1883, advirtió sobre nuevos síntomas o signos que provoca el coronavirus SARS-CoV-2, que produce la enfermedad COVID-19. El informe, elaborado por profesionales de la salud de Wuhan, China -epicentro del brote epidémico- alerta sobre las consecuencias neurológicas que podrían derivarse en algunos pacientes que contraen el mal. La información fue apoyada por médicos del Mount Sinai Health Systema de Nueva York, una de las ciudades más golpeadas por la pandemia.
“En una serie de casos de 214 pacientes con la enfermedad por coronavirus 2019, se observaron síntomas neurológicos en el 36,4% de los pacientes, y fueron más comunes en pacientes con infección grave (45,5%), según su estado respiratorio, que incluyó eventos cerebrovasculares agudos, alteración de la conciencia y lesiones musculares”, señala el paper firmado por Ling Mao, Huijuan Jin y Mengdie Wang, entre otros 10 médicos más. Esto significa que “la manifestación de síntomas neurológicos se da en una notable proporción de pacientes”.
Los casos descritos fueron recolectados entre el 16 de enero y el 19 de febrero en tres departamentos médicos diferentes del Union Hospital de la Universidad de Ciencias de Huazhong, de Wuhan. “El estudio incluyó a 214 pacientes hospitalizados consecutivos con diagnóstico confirmado por laboratorio de infección por coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo”, indica JAMA.
“Los datos clínicos se extrajeron de los registros médicos electrónicos, y los datos de todos los síntomas neurológicos fueron verificados por dos neurólogos entrenados. Las manifestaciones neurológicas se clasificaron en tres categorías: manifestaciones del sistema nervioso central (mareos, dolor de cabeza, alteración de la conciencia, enfermedad cerebrovascular aguda, ataxia y convulsiones), manifestaciones del sistema nervioso periférico (alteraciones del gusto, del olfato, de la visión y dolor nervioso) y esquelético, manifestaciones de lesiones musculares”, manifestó el escrito.
Algunas de ellas confirman lo que ya se conocía sobre algunos de los raros síntomas que puede presentar un paciente de esta enfermedad, como la pérdida de los sentidos del gusto, del olfato y hasta de la vista. Sin embargo, aquellas que guardan relación con el sistema neuronal son novedosas para los especialistas.
“De 214 pacientes (edad promedio 52,7 años) con COVID-19, 126 pacientes (58,9%) tenían infección no severa y 88 pacientes (41,1%) tenían infección severa de acuerdo con su estado respiratorio En general, 78 pacientes (36,4%) tuvieron manifestaciones neurológicas. En comparación con los pacientes con infección no grave, los pacientes con infección grave eran mayores, tenían más trastornos subyacentes, especialmente hipertensión, y mostraban menos síntomas típicos de COVID-19, como fiebre y tos. Los pacientes con infección más grave tenían manifestaciones neurológicas, como enfermedades cerebrovasculares agudas, alteración de la conciencia y lesión del músculo esquelético”, indica el estudio preliminar publicado en JAMA.
Los médicos que elaboraron el informe recomendaron, además, que ante los primeros síntomas de manifestaciones neurológicas de cualquier paciente que no se sepa que tiene COVID-19 se apliquen los recaudos necesarios como si sí hubiera contraído la enfermedad nacida supuestamente en un mercado de animales vivos en Wuhan. “Durante el período epidémico, cuando se atiende a pacientes con manifestaciones neurológicas, los médicos deben sospechar la infección por coronavirus como diagnóstico diferencial para evitar un diagnóstico tardío o un diagnóstico erróneo y perder la oportunidad de tratar y prevenir una mayor transmisión”, aconsejaron.
El paper continúa: “Todas las manifestaciones neurológicas fueron revisadas y confirmadas por dos neurólogos entrenados. Un desacuerdo importante entre dos revisores se resolvió mediante consulta con un tercer revisor. Las manifestaciones neurológicas se clasificaron en tres categorías: manifestaciones del sistema nervioso central (mareos, dolor de cabeza, alteración del conocimiento, enfermedad cerebrovascular aguda, ataxia y convulsiones), manifestaciones del sistema nervioso periférico (alteración del gusto, alteración del olfato, alteración de la visión, y dolor nervioso), y manifestaciones de lesión muscular esquelética”.
“La alteración de la conciencia incluye el cambio del nivel de conciencia (somnolencia, estupor y coma) y el contenido de la conciencia (confusión y delirio). Para evitar la infección cruzada durante el brote, tuvimos que minimizar los pacientes que salían para su examen. Por lo tanto, el diagnóstico de las manifestaciones del sistema nervioso dependía principalmente de los síntomas subjetivos de los pacientes y los exámenes disponibles. La enfermedad cerebrovascular aguda incluye accidente cerebrovascular isquémico y hemorragia cerebral diagnosticada por síntomas clínicos. La convulsión se basa en los síntomas clínicos en el momento de la presentación”, dice el trabajo científico.
En diálogo con la cadena de noticias NBC News, la doctora Johanna Fifi -directora asociada del centro cerebrovascular del Mount Sinai Health System de Nueva York, confirmó la información proveniente de China. “Estamos viendo un aumento significativo en el número de pacientes con accidentes cerebrovasculares grandes”, remarcó. La médica agregó que atendió a cinco pacientes de menos de 49 años que habían contraído COVID-19 y que habían tenido ataques cerebrovasculares como resultado de bloqueos sanguíneos en los vasos que conducen sangre a la cabeza.
Dos de los que fueron atendidos en Mount Sinai habían experimentado síntomas medios de la enfermedad. En cambio, los otros tres no habían presentado signos del tener el SARS-CoV-2 en su organismo. De acuerdo con Fifi, todavía no está claro cómo puede ser que se provoquen estos ataques como consecuencia del nuevo coronavirus, aunque no descartó que se tratara de una inflamación general en el cuerpo del paciente pudiera conducir a un daño mayor en las venas que llevan sangre al cerebro.
Felicia Chow, profesora de neurología en la Universidad de California, San Francisco, dijo: “Esto necesita ser separado y solucionado”. Según la especialista, la falta de olfato y gusto podrían conducir a la sospecha de que hay un ataque viral sobre el cerebro. “Nos hace sospechar mucho que... los nervios craneales pueden verse afectados por el virus. Simplemente no tenemos ninguna prueba directa en este momento”.
Otros estudios están en marcha para determinar cómo afecta el COVID-19 el cerebro de las personas. Para ello se están haciendo exámenes clínicos sobre pacientes mortales que sufrieron el mal. Los ensayos son llevados adelante por el Centro de Supervivencia de Enfermedades Críticas y Disfunción Cerebral apoyada por la Universidad de Vanderbilt y de Nashville y financiada por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos.
El estudio publicado por JAMA concluye: “El SARS-CoV-2 puede infectar el sistema nervioso y el músculo esquelético, así como el tracto respiratorio. En aquellos con infección severa, el compromiso neurológico es mayor, lo que incluye enfermedades cerebrovasculares agudas, alteración de la conciencia y lesión del músculo esquelético. Sus condiciones clínicas pueden empeorar y los pacientes pueden morir antes. Este estudio puede ofrecer información clínica nueva e importante sobre COVID-19 que ayudaría a los médicos a crear conciencia sobre su participación en las manifestaciones neurológicas. Es especialmente significativo saber que para aquellos con COVID-19 grave, el rápido deterioro clínico o empeoramiento podría estar asociado con un evento neurológico como un accidente cerebrovascular, lo que contribuiría a su alta tasa de mortalidad”.
Un caso de estudio
NBC News publicó la historia de Nicole Hutcherson, quien percibió el deterioro temprano de su padre, ambos de Goodlettsville, Tennessee. Un día, Frank Carter, de 82 años, la llamó para decirle que se sentía deshidratado, falto de energía. Ella llevó hasta su casa un botiquín para inyectarle suero intravenoso, práctica que hacía habitualmente. Era casi mediodía y todavía no había salido de la cama. Al llegar lo miró a los ojos y notó que algo estaba mal.
“Parecía distante. Tenía esa mirada rara en sus ojos, como si su estado mental hubiera cambiado. Parecía sedado”, relató Hutcherson. Tenía razón: su padre había contraído COVID-19, y su cerebro podría haber sido afectado por la enfermedad. Efectivamente, dio positivo. Murió una semana después.
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