Para la Administración Trump las armerías son tan esenciales como los hospitales, las farmacias o los supermercados. El Departamento de Seguridad Interior (Homeland Security Department) decretó esta semana que los comercios de ventas de armas podían permanecer abiertos en todo Estados Unidos durante la cuarentena impuesta por la pandemia de Coronavirus. La presión de las organizaciones como la Asociación Nacional del Rifle (National Rifle Association) o la Fundación Nacional de Tiro Deportivo (National Shooting Sports Foundation) fue tan fuerte que la Casa Blanca tuvo que ceder. Esto, más allá de que Trump es un promotor del derecho a portar armas y recibió millones de dólares de la industria bélica para su campaña.
El de las armas no es el único lobby poderoso que presiona por sus intereses en Washington. La industria farmacéutica está haciendo lo suyo. Tironean para que sólo se hagan experimentos de ciertos fármacos para combatir el Covid19 o que los test se deriven a laboratorios u hospitales amigos. El gobernador del estado de Nueva York –el más golpeado por la pandemia-, Andrew Cuomo, tuvo que denunciar públicamente que se estaba restringiendo la posibilidad de realizar más test para detectar contagiados porque no se habilitaban infraestructuras imprescindibles para el trabajo. Se refería al centro de estudios que funciona en un edificio histórico de Lake Success, un suburbio ubicado entre los condados de Long Island y Queens. El lugar fue diseñado para albergar a los ingenieros del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial. El edificio tiene algo parecido a una laguna en el techo para confundir a los aviones enemigos en el caso de un bombardeo. Allí funciona ahora un enorme laboratorio de la compañía Northwell Health que controla 23 hospitales y otros 800 centros de salud alrededor del país. Es uno de los primeros que desarrolló un protocolo para detectar el SARS-CoV-2, el nombre técnico del virus que causa Covid-19. Tiene capacidad para hacer unas 2.000 pruebas por día y entregar los resultados en aproximadamente una hora. Pero la Food and Drug Administration, el organismo que regula los productos medicinales, no había autorizado a ese laboratorio para trabajar en el combate de la pandemia. De acuerdo a informes oficiales divulgados por varios diarios de Nueva York, hubo presión de otros laboratorios para que se retrasara el proceso. Todo se aclaró apenas el gobernador Cuomo puso el grito en el cielo.
Y si no es el lobby, es la ignorancia con respecto a las ciencias por parte de Donald Trump que continúa divulgando teorías lanzadas por su amada cadena de televisión Fox News. El 18 de marzo, un grupo de investigadores franceses dio para su revisión a la comunidad científica internacional un estudio en el que decían que era posible que se pudiera combatir el virus con hydroxychloroquina, la droga que se utiliza desde hace décadas para combatir la malaria, combinada con el antibiótico azithromycin. Mostraron algunos resultados positivos, pero nada definitivo y varios científicos prestigiosos salieron a criticar la metodología del estudio. Pero uno de los presentadores de Fox, Tucker Carlson, dio la noticia como si se hubiera encontrado la cura para la pandemia. Al otro día, Trump la reprodujo en una conferencia de prensa como si se tratara de una verdad comprobada. “Muy prometedores primeros resultados”, dijo el presidente sobre las conclusiones de los científicos franceses. Y agregó que “creo que puede ser, de acuerdo a lo que yo vi, puede ser un punto de inflexión” en esta crisis. En el informe que da cada día la Casa Blanca a la prensa, uno de los corresponsales le preguntó al doctor Anthony Fauci, director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases y asesor principal de Trump, si creía que la hydroxychloroquina era efectiva. “Mi respuesta es no”, dijo Fauci, un hombre que demostró ser el más equilibrado y sensato del equipo cercano al presidente. Trump se puso rojo y controlando su furia, tomó el micrófono y dijo mirando directamente al periodista que había hecho la pregunta: “Puede funcionar, puede que no. Me siento bien con lo que dije. Eso es todo, solo un sentimiento, ya sabes, chico listo”.
El gobernador Cuomo también se enfrentó varias veces públicamente con Trump. Por ejemplo, cuando el presidente anunció que iba a decretar la cuarentena total para Nueva York, New Jersey y Connecticut, sin consultarlo. Mostró su profunda molestia ante las cámaras. Sabía que su estado iba a estallar de contagiados. “Somos el canario de la mina de carbón”, dijo Cuomo en referencia a que lo que ocurra en Nueva York va a ser un ejemplo de lo que puede suceder en todo el país. Las perspectivas para Estados Unidos no son nada halagüeñas: puede morir más de un cuarto de millón de personas. A pesar de eso, Trump planteó que quería levantar la mayoría de las restricciones inmediatamente después de Semana Santa para revitalizar la economía. “No puede ser peor el remedio que la enfermedad”, repetía a pesar de que sus asesores como el doctor Fauci recomendaban mantener la cuarentena todo el tiempo posible para evitar una segunda ola de contagiados que podría ser devastadora. Trump sabe que su reelección va a depender del estado de la economía. Un desempleo alto y una recesión prolongada, lo obligaría a mudarse de la histórica residencia washingtoniana. Otro corresponsal en la Casa Blanca le preguntó cuáles de sus asesores le había recomendado levantar las restricciones, el presidente respondió que “si fuera por los médicos, estaríamos en cuarentena por dos años”. Fauci fue otra vez lapidario: “los tiempos los dicta el virus”.
En un nuevo volantazo, el Presidente anunció que extendería las medidas de distanciamiento social hasta fin de abril. No volvió a hablar de volver a la normalidad tras las pascuas, lo que ya parece imposible.
Fauci terminó con custodia especial del FBI ante las amenazas de muerte que recibió por parte de los que apoyan a Trump.
“El presidente tendrá sangre en sus manos”, lanzó contundente Keith Martin, director del Consorcio de Universidades para la Salud Global, al New York Times. “No se puede priorizar la economía por sobre la salud de las personas”, agregó. Trump respondió en Twitter atacando a la “LameStream Media” (la prensa patética) por informar sobre estos pronósticos. Escribió que “los medios” son “la fuerza dominante en tratar de mantener mi país cerrado el mayor tiempo posible con la esperanza de que vaya en detrimento de mi éxito electoral”. El miércoles pasado, después de que Mitt Romney, el único senador republicano que votó a favor del juicio político por abuso de poder del presidente, anunció que había dado negativo por Covid19, Trump tuiteó burlonamente: “estoy tan feliz que apenas puedo hablar”. En las conferencias posteriores, el multimillonario continuó insistiendo en que reactivará la economía inmediatamente después de Pascuas.
Por las dudas, los votantes de Trump en el Medio Oeste se arman por si la economía no despega y la situación social se hace insostenible. En las últimas semanas, las ventas de armas de fuego se dispararon. Las verificaciones de antecedentes, el barómetro que mide esas ventas, ya habían registrado cifras récord en enero y febrero, probablemente impulsadas por un año de elección presidencial. Las cadenas de televisión mostraban en los últimos días largas colas para entrar a las armerías en Wisconsin, Ohio y Texas. El FBI informó que hubo 3,7 millones de revisiones de antecedentes en marzo para adquirir armas, la mayor cantidad en un mes desde 1998. El 16 de marzo fue el peor día: los pedidos de antecedentes aumentaron en todo el país un 300% con respecto a la misma fecha del año pasado, según las estadísticas que lleva la National Shooting Sports Foundation, que representa a los fabricantes de armas. Desde el 23 de febrero, cada día se fue viendo cómo se duplicaba la venta comparada con 2019, explicó Mark Oliva, portavoz del grupo. “Cuando las personas ven que las autoridades no pueden garantizar su seguridad, van a tomar medidas para estar seguros. Es por eso que tenemos esa Segunda Enmienda (la que da el derecho a portar armas)”, dijo Oliva. “Este es un problema tanto de salud como de seguridad pública”, agregó.
Las redes sociales estallaron con mensajes en los que se mofan tanto de Trump como de los que corren a comprar armas. “Creen que pueden combatir el virus a balazos”, fue uno de los más retuiteados.