En las primeras etapas de la expansión del COVID-19 en Europa y el continente americano las autoridades de la salud insistieron en que los barbijos no eran necesarios. “En serio, gente: ¡DEJEN DE COMPRAR MASCARILLAS!”, tuiteó en mayúsculas exclamatorias el titular de Salud Pública estadounidense, Jerome Adams, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) insistió en que los protectores faciales sólo tenían sentido para el personal de salud, los enfermos con síntomas del nuevo coronavirus o aquellos que los cuidasen. Un enfoque que se diferenció del que tuvieron los países asiáticos: el director general del Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades en China (CCDC), George Gao, dijo que las naciones occidentales cometían “un gran error” al no indicar que la población llevase barbijos además de lavarse las manos y mantener la distancia social.
Mientras se superaba el millón de infectados en el mundo, con casi la cuarta parte en los Estados Unidos, las indicaciones cambiaron en ese país. Pocas horas antes del anuncio, el director del Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC), Robert Redfield dijo a NPR que la agencia analizaba si convenía que la gente sumase el uso de una mascarilla, quirúrgica o de tela, a los hábitos de prevención de la pandemia: “Estamos estudiando los datos y ahora mismo revisamos activamente la cuestión de si [usar barbijo] va a contribuir”. Se excluían las N95, reservadas a los trabajadores de la salud.
También el presidente de esa nación, Donald Trump, aconsejó en una de sus conferencias de prensa diarias que la gente se cubriera la nariz y la boca con sus propios textiles, dada la escasez de N95 y barbijos necesarios fundamentalmente en los hospitales: “Se pueden usar bufandas, otras cosas”, dijo. A su lado, la coordinadora de la respuesta al COVID-19 de la Casa Blanca, Deborah Birx, agregó que el grupo especial discutía en ese mismo momento si se cambiaría la recomendación a la ciudadanía.
Algunos municipios en los Estados Unidos, como el condado de Riverside en California, publicaron antes guías para el uso de máscaras cuando se sale a realizar tareas esenciales como compras en el supermercado o visitas médicas. “Las protecciones faciales no tienen que ser de nivel hospitalario, sino que deben cubrir la nariz y la boca. Por ejemplo, pañuelos, máscaras de tela y polainas de cuello son aceptables. Se pueden lavar y volver a usar". Según dijeron las autoridades locales a Los Angeles Times, las nuevas recomendaciones se derivan de nueva información sobre el coronavirus: “Cuando la situación cambia, el manual cambia”, dijo Cameron Kaiser, funcionario de salud pública del condado. “Vemos que nuestras cifras aumentan más rápidamente de lo que anticipábamos, y eso significa que nuestra estrategia también tiene que cambiar”.
¿Qué tipo de máscara conviene, a quién y cuándo?
En internet se ofrecen mascarillas quirúrgicas, barbijos lavables y hasta gorras y sombreros con escudo plástico transparente, mientras que grandes medios de comunicación, como The New York Times, publicaron instrucciones para confeccionar protecciones faciales caseras.
La diferencia principal radica en qué uso se le va a dar. Una médica que debe practicar una intubación a un paciente de COVID-19, un cajero de supermercado que interactúa con personas durante ocho horas y un asistente de una persona mayor que sale a comprar una medicación a la farmacia tienen distintas probabilidades de exponerse al coronavirus y, si son portadores (aun si no lo saben), de propagarlo.
Porque el uso de la mascarilla tiene esas dos funciones: en una pandemia cuenta tanto no contagiar como no contagiarse. En particular cuando el patógeno causa infecciones sin síntomas, como se estima que son el 25% de las del SARS-CoV-2. Es decir que una de cada cuatro personas que ha tenido, tiene o tendrá el coronavirus podría no enterarse siquiera y, aun así, transmitírselo a otra que, en cambio, podría morir por desarrollar la enfermedad.
Los nuevos criterios sobre máscaras
“El gran error en los Estados Unidos y Europa, en mi opinión, es que la gente no lleva mascarillas”, dijo Gao a Science. “Este virus se transmite por microgotas y por contacto cercano. Las microgotas juegan un papel muy importante: hay que usar una máscara, porque cuando uno habla, siempre salen microgotas de la boca. Muchas personas tienen infecciones asintomáticas o pre-sintomáticas. Si usan máscaras faciales, pueden evitar que las microgotas que transportan el virus se escapen e infecten a otros”.
Dado que no existe una manera fehaciente de saber quién es portador del virus, por la imposibilidad de desplegar kits de análisis para la población entera, lo mejor para la comunidad en su conjunto podría ser usar máscaras además de lavarse las manos y mantener la distancia social al estar en espacios públicos. “Si las personas asintomáticas pudieran usar mascarillas, sería de ayuda para reducir la transmisión en la comunidad”, dijo a Vox Elaine Shuo Feng, investigadora de enfermedades infecciosas del Grupo de Vacunas de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.
El ex comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), Scott Gottlieb, escribió una propuesta detallada sobre cómo regresar a la normalidad social y económica en la cual las mascarillas faciales cumplirían un gran papel: “Son una capa adicional de protección”, dijo. Dio como ejemplos a Corea del Sur y Hong Kong, dos lugares que usaron —además de la identificación y aislamiento de casos, rastreo y cuarentena de contactos, análisis, lavado de manos y distancia social— mascarillas y lograron controlar sus brotes.
Dada la falta de barbijos en los hospitales, señaló William Schaffner, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Vanderbilt, sería bueno que la gente no saliera a agotar el stock de mascarillas, ya que eso podría dejar a la población sin recursos mucho más esenciales: los médicos y los enfermeros, que si se enferman no pueden atender a otros pacientes. “Máscaras caseras, chales, bufandas y cualquier cosa que se pueda hacer en la casa puede ser una buena idea”, dijo Schaffner a NPR. “No está claro que vayan a dar mucha protección, pero sí que cada pequeña protección ayuda".
Por esa razón Gottlieb instó al CDC a ofrecer guías sobre cómo fabricar y usar correctamente un barbijo casero: “Las mascarillas de algodón, hechas de manera adecuada, deberían brindar un grado razonable de protección”, sintetizó.
¿Qué tipos de máscaras sirven?
Si bien el coronavirus tendría unos 100 nanómetros (0,1 micrón) de tamaño, es decir que ni siquiera una máscara N95 garantiza un bloqueo (esos modelos, como el KF-94, filtran el 95% de las partículas entre 100 y 300 nanómetros), un barbijo constituye una barrera física.
N95: “Actualmente se da un debate científico sobre el beneficio que se obtiene al usar mascarillas N95”, explicó en Medium la microbióloga de la Universidad de California en Berkeley Adrien Burch. “Cuando se utiliza correctamente, la N95 puede ofrecer más protección, ya que filtra las partículas más pequeñas y también crea un sello más firme contra la cara del usuario que una mascarilla quirúrgica. Por otro lado, las N95 son menos cómodas, se utilizan con frecuencia de forma incorrecta y se quitan más a menudo que una quirúrgica”.
En opinión, esta clase de protección es la mejor elección para alguien que cuida de un paciente de COVID-19. “Cuando se las utilizó de manera adecuada en ámbitos médicos, las N95 resultaron más efectivas contra el SARS que las mascarillas quirúrgicas, según tres estudios". Citó uno: “Las mascarillas quirúrgicas o las N95 constituyeron las medidas de apoyo más consistentes y amplias. Las mascarillas N95 no resultaron inferiores a las quirúrgicas simples, pero fueron más caras, incómodas e irritantes para la piel”.
Fuera de un hospital, “en la vida cotidiana, esas diferencias podrían igualar” los costos y beneficios de la N95, opinó Burch. En el caso del virus de la gripe, por ejemplo, se ha comprobado que la N95 no resulta mucho más efectiva que la mascarilla quirúrgica.
Vox citó otro estudio que comparó estos barbijos profesionales no sólo por el filtro que ofrecen sino por el resultado real de su protección dada la enorme dificultad de usarlos bien. “No se pudo hallar una diferencia entre los trabajadores de la salud que usaron N95 y los que usaron mascarillas quirúrgicas en el caso de las infecciones respiratorias”, citó el texto, “probablemente debido a su mal ajuste”. Por eso hasta ahora ningún experto ha sugerido que la ciudadanía las use, lo que además permitiría que las usaran médicos y enfermeros entrenados para eso, y en cambio se han inclinado por las opciones más sencillas, como las que se usan en Asia.
Mascarillas quirúrgicas: aunque también es prioritario que el personal de la salud pueda acceder a este tipo de barbijo, se trata de un elemento mucho más común, que se suele ver en consultorios de dentista y salones de belleza, que mucha gente alérgica o inmunodeprimida utiliza, y que en muchas ciudades es un accesorio anti-contaminación bastante común.
Y los estudios muestran que, aunque los virus son extremadamente pequeños, ofrecen protección. Uno, de 2008, “determinó que las mascarillas médicas detenían la propagación de los virus respiratorios de los pacientes probablemente infectados”, citó Vox. Varios estudios sobre el brote de SARS en 2003 encontraron que las máscaras por sí solas eran un 68% efectivas para prevenir el virus. Y en combinación con lavarse las manos 10 veces por día —un 55% de protección— aumentaban la seguridad. “Una combinación de medidas —higiene de manos, mascarillas, guantes y batas— fue 91% efectiva”, resumió la publicación.
Dos problemas persisten en este tipo de protección cuando se pasa al público en general. El primero es que son descartables, para lo cual hay reglas en el ámbito sanitario, y quien no las conoce podría dejarse el barbijo demasiado tiempo, con el efecto de retener microbios y finalmente absorberlos, o desecharlas de manera anticipada, desperdiciando así un recurso escaso. El segundo es que hay que saber ajustarlo a la cara.
La OMS publicó un video con instrucciones para las personas a las que desde el comienzo de la pandemia se les recomendó el uso de mascarillas, como gente contagiada o sus cuidadores. “Antes de tocar la mascarilla límpiese las manos con un alcohol en gel o con agua y jabón”, comienza. Hay que revisar que no tenga rasgaduras ni agujeros, ubicar el lado superior (que tiene un hilo metálico) y el interior y calzarla sobre la cara. Entonces hay que apretar el borde rígido para que se ajuste a la nariz y extender la parte inferior de manera tal que cubra la boca y también el mentón. “No toque el frente de la mascarilla mientras la esté usando, para evitar la contaminación. Si la toca por accidente, límpiese las manos”, subrayó el clip. Para quitársela, tampoco hay que tocarla sino tomar los elásticos que van en las orejas. Y luego de desecharla hay que volver a limpiarse las manos.
Mascarillas de tela o caseras: dado que faltan insumos para los hospitales, los barbijos textiles y los caseros asoman como la mejor opción para la ciudadanía, al menos hasta que la cadena de suministros se normalice. "Un reciente informe de expertos en salud pública para American Enterprise Institute (AEI), de tendencia conservadora, fue inequívoco: ‘Todos, incluyendo a las personas sin síntomas, deben ser animados a usar máscaras faciales de tela no médicas mientras están en público’”, citó Vox el trabajo al que contribuyó el ex funcionario de la FDA Gottlieb.
La microbióloga Burch recordó que distintos textiles tienen tramas diferentes y cambian tanto la protección como la comodidad para respirar. Un estudio de la Universidad de Cambridge, Reino Unido, comparó distintos materiales hogareños con los que se pueden hacer barbijos y les arrojó distintos microorganismos, entre ellos un virus de 0,02 micrones: la bolsa de aspiradora impidió el paso del 86%, la toalla de cocina del 73%, la camiseta de algodón mezcla del 70%, la funda de almohada antimicrobial del 68%, el lino del 62%, la funda de almohada del 57%, la seda del 54%, el algodón 100% del 51% y la bufanda del 49%.
En resumen: todos ofrecen al menos la mitad de la protección de una mascarilla quirúrgica (89%) y cualquiera es mejor que nada.
“Los barbijos de tela podrían ser comparables a algunas mascarillas quirúrgicas”, concluyó Burch. Y aconsejó tratarlos “como si fueran desechable y no reutilizarlos sin asegurarse de que han sido esterilizados”. Dado que el coronavirus del SARS se puede desactivar con agua a más de 60ºC y detergente, se los puede lavar o hervir.
El barbijo solo no protege
Jeffrey Duchin, funcionario de salud de Seattle y el condado de King, en el estado de Washington, que fue el primero en presentar el brote de COVID-19 en los Estados Unidos, dijo a The Washington Post que no recomendaba el uso masivo de insumos médicos, para no restárselos a los hospitales, y porque “también podría suceder que el uso de la mascarilla aumentara el riesgo de infecciones si se redujeran otras recomendaciones, como lavarse las manos y mantener la distancia social”.
También Vox señaló que “existe la preocupación de que los barbijos puedan dar a la gente una sensación exagerada de seguridad”. Subrayó: “Incluso en los países asiáticos donde el uso de máscaras es común, la buena higiene y el distanciamiento social han sido necesarios para combatir el COVID-19. Los modelos epidemiológicos también sugieren que los casos de coronavirus aumentarán si se relajan las medidas de distanciamiento social”.
Todos esos recursos por separado ofrecen protecciones parciales, destacó Burch. Por lo cual el barbijo solo no protege, pero en combinación con el lavado de manos y la distancia social podría ayudar a reducir la transmisión del coronavirus.
Thomas Inglesby, director del Centro de Seguridad Sanitaria de Johns Hopkins, dijo al vox
que el CDC debería instar a que la gente use máscaras no médicas o alguna cobertura facial. “Creo que sería un paso prudente que todos podemos dar para reducir el contagio”. Sobre todo, agregó, porque buena parte no se identifica ya que los portadores del SARS-CoV-2 no presentan síntomas o son pre-sintomáticos o los confunden con el resfrío común por su levedad. “Pero nada debería reemplazar la distancia social”.
También un grupo de médicos de la Universidad de Oxford publicó en The Lancet un aval al uso de los barbijos: tras comparar las distintas políticas de los diferentes países y encontrar un arco enorme, Shuo Feng y sus colegas propusieron a las naciones que excluyeron las mascarillas de la lucha contra el nuevo coronavirus que reconsideren su posición. “Sería razonable sugerir a las personas vulnerables que eviten las zonas de hacinamiento y que utilicen racionalmente las mascarillas quirúrgicas cuando se expongan a zonas de alto riesgo. Como las pruebas sugieren que el COVID-19 podría transmitirse antes de la aparición de los síntomas, la transmisión en la comunidad podría reducirse si todos, incluidas las personas que han sido infectadas pero que son asintomáticas y contagiosas, usan mascarillas faciales”.
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