La angustiante incertidumbre que viven los cerca de 1.800 ocupantes del MS Zaandam es inimaginable. Van más de tres semanas de un viaje de placer que se convirtió en una pesadilla, que se oscurece más cada día que pasa.
Ya murieron cuatro personas en lo que va de la travesía. Dos de ellas, pacientes confirmados de COVID-19. Hay otros nueve casos positivos que fueron testeados y al menos 179 con síntomas compatibles. La combinación ha sido suficiente para que el crucero haya sido rechazado una y otra vez por cada puerto por el que navegó.
“Empezamos a ser rechazados por todos”, contó Emily Spindler Brazell, una pasajera de Tappahannock, Virginia. “El mundo cerraba sus puertas mientras estábamos sentados esperando”, dijo a NBC News.
El buque zarpó el 8 de marzo desde Buenos Aires. Iban a ser dos semanas recorriendo Sudamérica, con Chile como destino final el 21 de marzo. Pero a esa altura ya estaba completamente desatada la pandemia y no se les permitió desembarcar. Tampoco en Perú ni en Argentina.
La semana pasada, luego de que se confirmaran los decesos, ni siquiera se les permitió atravesar el Canal de Panamá en un primer momento. “El Ministerio de Salud no dio el permiso, el buque está en aguas territoriales panameñas, pero se tiene que encontrar aislado”, dijo el viernes el administrador del Canal de Panamá, Ricaurte Vásquez, en una teleconferencia con periodistas.
El panorama cambió el sábado. Numerosos pasajeros del Zaandam sin síntomas fueron trasladados a otro buque, el crucero Rotterdam, que se había desplazado desde San Diego, en Estados Unidos, para asistir con suministros, personal y kits de prueba del nuevo coronavirus.
Finalmente, las autoridades panameñas autorizaron el paso de las dos embarcaciones por el canal. Se espera que lleguen este miércoles a Fort Lauderdale, Florida, que se convirtió en la nueva esperanza de los pasajeros.
“No sé si nos van a aceptar, espero que lo hagan”, dijo Andrea Anderson, una pasajera estadounidense de 63 años, que se encuentra confinada en su camarote junto a su esposo. “Tenemos que salir de este barco”, suplicó en una entrevista con NBC News.
Sin embargo, no será fácil que los dejen desembarcar, por más de que haya más de 300 estadounidenses a bordo. “No podemos permitirnos que personas que ni siquiera son floridanos sean arrojadas al sur de Florida usando valiosos recursos”, dijo el gobernador Ron DeSantis el lunes a Fox News.
Esas palabras incrementaron la angustia de los ocupantes de los dos cruceros, que siguen rogando que los dejen salir. “La gente se está enfermando y necesita atención médica adecuada en un hospital, no pueden ser tratados a bordo”, dijo Anderson. “Todos somos padres, abuelos, tíos y tías de alguien. El gobernador debería pensar: ‘¿Y si mi madre estuviera en ese barco?’”.
El mismo rechazo que DeSantis expresó el alcalde de Fort Lauderdale, Dean Trantalis. “Somos una comunidad que intenta mantener todo unido (...) No necesitamos más infecciones en nuestras comunidades. No puede llegar a Fort Lauderdale”, dijo a Fox News.
Orlando Ashford, presidente de Holland America, dueña del MS Zaandam, calificó en un comunicado los múltiples rechazos fronterizos de los barcos como “una crisis humanitaria”. “Estamos tratando con un síndrome ‘no es mi problema’. La comunidad internacional, siempre generosa y servicial ante el sufrimiento humano, se cerró al MS Zaandam dejándolo a su suerte”, dijo. “Estas son almas desafortunadas atrapadas sin querer en las cambiantes restricciones sanitarias, políticas y fronterizas que han barrido rápidamente el mundo”.
Más allá del rechazo de las autoridades políticas de Florida, la última palabra sobre el destino de los barcos en Florida está en manos de la Comisión del Condado de Broward, que no pudo llegar a una decisión el martes. Todavía tienen “muchas condiciones que considerar”, dijo un portavoz de la comisión.
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