Karla Borella-Leon, estudiante de Química en la Universidad de Seattle, es una de las 45 personas elegidas entre más de 2000 postulantes para participar del primer estudio de una vacuna experimental contra el coronavirus. “Es la primera oportunidad que he tenido de hacer una gran diferencia en el mundo”, afirma.
Uno de los mayores retos del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, es que no existe una vacuna para la enfermedad que provoca, la Covid-19, por lo que no se puede prevenir el contagio en las personas más vulnerables. Por eso, desde hace más de un mes, científicos en todo el mundo se lanzaron a una carrera contra reloj para descubrir la fórmula que inmunice a quienes aún no hayan sido infectados. Para lograrlo, sin embargo, también hacen falta voluntarios que se sometan a las pruebas experimentales.
Cuando Karla Borella-Leon, una joven de ascendencia mexicana, comenzó a leer las noticias sobre el avance del coronavirus en China, se interesó por el tema. Aunque reconoce que en ese momento no lo vio como la gran amenaza que hoy representa para el mundo, esta estudiante de Química en la Universidad de Seattle comenzó a ser cada vez más consciente del peligro que significaba la posible expansión de esta epidemia.
“Todo empezó cuando escuché que mucha gente en Seattle se estaba enfermando de coronavirus, eso me hizo sentir mal”, cuenta Karla, vía telefónica desde Seattle. “Como sabemos, este virus afecta principalmente a las personas mayores. Por eso, me entristeció mucho saber que mis abuelas, una con diabetes y otra sobreviviente de cáncer, podrían estar más expuestas a este virus y potencialmente morir”, reconoce Karla, la participante más joven del estudio de una vacuna experimental contra el nuevo coronavirus desarrollada por el Instituto de Investigación de Salud Kaiser Permanente de Washington, en Seattle.
Quiero ser alguien que haga un cambio en el mundo, algo bueno. Vi esta oportunidad y la aproveché
Algunos días después, mientras leía las noticias sobre el avance de la pandemia que hoy afecta a más de 170 países y que ha infectado a más de 400.000 personas, Karla se topó con un artículo de un medio local que informaba que el Instituto Kaiser –del que ella es socia donante–, comenzaría a realizar las pruebas de la vacuna experimental para combatir el nuevo coronavirus: “Al ser miembro de Kaiser, pensé que sería más fácil ser elegida. Lo medité y decidí inscribirme para ser considerada en los ensayos”, relata.
“Cuando entré en la universidad, una de las cosas que decidí fue que, en la vida, quiero ser alguien que haga un cambio en el mundo, algo bueno. Vi esta oportunidad y la aproveché”, confiesa Karla al ser consultada por los motivos que la llevaron a postularse como voluntaria.
PRIMERA VISITA
La semana pasada Karla realizó su primera visita programada al Instituto Kaiser, donde se sometió a las últimas pruebas para comprobar que su estado de salud no presente complicaciones, algo que ella descarta: “Durante todos estos días estuve nerviosa por saber si podría avanzar al siguiente paso, pero sabía que contaba con muchas chances. Me considero una joven de 18 años bastante saludable”, dice Karla, que además de estudiar en la Universidad practica running y es árbitro de fútbol.
Durante su última visita al centro de investigación también le extrajeron sangre, algo que al parecer no fue tan fácil ya que siempre la asustaron mucho las agujas: “Dejar que me pinchen fue la parte más difícil. Estaba tan nerviosa”, reconoce Karla, que se encuentra muy entusiasmada con el proceso. Desde aquel día, Karla estuvo pendiente de su teléfono esperando la llamada del personal de Kaiser para confirmarle que seguía en carrera. “Estos días estuve muy ansiosa, realmente esperaba que todo esté bien para poder avanzar al siguiente paso. Ahora estoy muy contenta de ser oficialmente parte de la prueba ya que esta es la primera oportunidad que he tenido de hacer una gran diferencia en el mundo. Quizás no sea la última. Veremos cómo se desarrolla”, concluye la joven estudiante.
En los próximos días Karla deberá regresar para recibir la primera dosis de la posible vacuna. A partir de entonces, la joven deberá registrar a diario su temperatura, así como cualquier síntoma adicional. “Una vez que me inyecten, tendré que escribir un diario contando cómo me siento todos los días. Ese es el próximo paso”, cuenta Karla.
EFECTOS SECUNDARIOS
Si bien dice ser consciente de los posibles efectos secundarios, Karla aclara que no estará en contacto con el coronavirus, por lo que no tendría riesgo de enfermarse del Covid-19, el mayor temor de sus amigos y familiares. “Algunos de los miembros de mi familia están preocupados por los efectos secundarios, o incluso por la posibilidad de que pueda contraer el virus”, cuenta. “Nos han explicado todos los riesgos muy claramente. En ningún punto del estudio estaré expuesta al virus. Puede haber otros efectos secundarios, pero solo lo sabremos una vez que me inyecten”.
En efecto, la joven Karla tomó la decisión de postularse como voluntaria sin consultar con sus padres, algo que no es obligatorio ya que acaba de cumplir sus 18 años. Al respecto, Josefina –su madre– relata: “Al principio, con mi esposo no lo tomamos muy en serio. Cuando nos dimos cuenta que Karla estaba determinada a postularse, ella ya estaba dentro del proceso de selección. Al ser mayor de edad, toda la información va directa al paciente y los padres no tenemos que dar autorización”, dice Josefina, y agrega: “Karla siempre fue una chica muy independiente, pero desde que empezó la universidad lo es todavía más”.
“Estoy un poco ansiosa, pero Karla es muy inteligente y estoy segura que ella investigó antes de ofrecerse como voluntaria”, dice su madre, nacida en México y radicada hace décadas en Seattle. “Además ella es muy sana y los efectos secundarios no van a tener grandes consecuencias”, dice Josefina, que trabaja en un centro médico para el tratamiento del cáncer.
“Ahora lo importante es que encuentren la vacuna y podamos proteger a los más vulnerables lo más pronto posible. El personal médico en todo EE.UU. –del que Josefina forma parte– está participando al 100% con esta crisis global. La actitud de Karla es un orgullo para todos los que estamos en este ámbito. Es un compromiso moral por ayudar al prójimo”, concluye Josefina.
El estudio reclutó a adultos sanos de entre 18 y 55 años. Más de 2000 personas se inscribieron, aunque solamente 45 fueron elegidas. Ahora deberá asistir a 11 visitas, durante un período de 14 meses. Ayer Karla realizó la primera visita de detección inicial. En los próximos días recibirá la primera vacuna mRNA-1273, y 28 días después, la siguiente. El resto de las visitas serán de control y seguimiento.
Los voluntarios seleccionados para formar parte de la prueba experimental reciben una retribución económica por su participación (100 USD por cada visita). Karla ya sabe qué hará con ese dinero. “Al ver la destrucción provocada por esta enfermedad, he decidido que donaré el dinero que reciba por mi participación a los bancos locales de alimentos”, asegura.
SOBRE LA POSIBLE VACUNA
Según se desprende del sitio web oficial de Kaiser, este ensayo clínico es una prueba de “fase uno” en un proceso de tres fases que examina la potencial vacuna. En esta primera fase, los investigadores de Kaiser controlarán la seguridad y la producción de anticuerpos, lo que significa que probarán con varias dosis para ver cuáles están produciendo una respuesta inmune. Los participantes del estudio se dividen en tres grupos de 15 personas cada uno, y recibirán una dosis diferente de la vacuna (25, 100 y 250 mcg), con 28 días de diferencia. Se espera que el ensayo haya terminado en unas seis semanas.
Para el desarrollo de esta potencial vacuna se emplea una tecnología conocida como ARN mensajero (ARNm), producida en un laboratorio, que copia el código genético del virus, en lugar de transmitir una versión atenuada del mismo.
Las vacunas típicas para virus, como el sarampión, están hechas de un virus debilitado o muerto. La vacuna mRNA-1273, en cambio, no está hecha del virus SARS-CoV-2 y no puede causar infección, aclaran los científicos. Así, no habría posibilidad de que los participantes como Karla se contagien porque las vacunas no contienen el coronavirus en sí. Hasta la fecha, ninguna vacuna que emplee la fórmula ARNm había sido aprobada para su uso en seres humanos.
En síntesis, inyectar un ARNm en un cuerpo humano desencadena una respuesta inmune sin necesidad de infectar a la persona con el virus completo. Cabe aclarar que este ARNm se descompone naturalmente y no permanece en el cuerpo.
El proyecto de investigación en cuestión llevado adelante por el Instituto Kaiser Permanente es financiado por el Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés), dependiente de los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU. Esta potencial vacuna fue desarrollada por la compañía biotecnológica Moderna Inc., con sede en Massachusetts.
“Estamos orgullosos de que el NIAID nos haya seleccionado para llevar a cabo este ensayo innovador”, dijo Lisa Jackson, investigadora principal del estudio que hoy lleva adelante el Instituto Kaiser. “Estamos bien preparados y enfocados en ayudar a abordar esta situación de salud en evolución”.
UNA CUESTIÓN DE TIEMPO
Al parecer, esta potencial vacuna se elabora mediante un nuevo proceso que es mucho más rápido que los métodos más antiguos de fabricación de vacunas. No obstante, esta primera fase de la investigación significa apenas el inicio de una serie de estudios en personas necesarios para demostrar si las vacunas son seguras y efectivas. Incluso si la investigación es exitosa, la vacuna no estaría disponible para su uso extenso hasta dentro de un año y medio, según apuntó en un comunicado de prensa Anthony Fauci, director del NIAID.
“Encontrar una vacuna segura y efectiva para prevenir la infección por SARS-CoV-2 es una prioridad urgente de salud pública”, dijo Fauci. “Este estudio de Fase 1, lanzado a una velocidad récord, es un primer paso importante para lograr ese objetivo”, aseguró.
En condiciones normales, el desarrollo de una nueva vacuna puede tomar una década. En el caso de los esfuerzos para frenar el coronavirus, si bien parte del camino ya está hecho por la investigación sobre virus de la misma familia (como el MERS o el SARS), hay cuestiones como las pruebas de seguridad, de las que Karla forma parte, que requieren tiempo para ver los efectos del nuevo fármaco. Todo esto sin contar los factores económicos asociados al desarrollo de las vacunas, cuyos costos ascienden a millones de dólares.
Además del proyecto que a partir de esta semana se desarrolla en Seattle, existen otros numerosos grupos de investigación y farmacéuticas en todo el mundo (China, Alemania, España y Australia) que están buscando la manera de desarrollar nuevas vacunas o antivirales que alivien la enfermedad que provoca el nuevo coronavirus, la pandemia que ya lleva 20.000 víctimas mortales y hoy mantiene en vilo al planeta.
Los enormes esfuerzos dedicados a su desarrollo permiten pensar que se acortarán los tiempos habituales, aunque los expertos tienen serias dudas de que una vacuna viable llegue antes de 2021.
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