Faith Day llegó a Portland, Oregon, llevada por Google Trends: de todas las ciudades de los Estados Unidos, allí es donde suceden más búsquedas de kratom per capita. “Es difícil decir por qué podría ser: las razones que las personas dan para su uso del kratom varían mucho”, explicó Wired. “Es igualmente vano tratar de estereotipar un consumidor promedio de kratom. Muchos tratan de dejar los opioides o el alcohol. Otros tratan de controlar el dolor crónico, mejorar la visión, limpiar la piel, fortalecer el sistema inmunológico o simplemente divertirse y colocarse”. Day, dueña de una de las dos tiendas físicas de kratom que existen en ese país —la gran mayoría del mercado de esta sustancia sucede online—, agregó: “La tercera parte de nuestra clientela busca una alternativa a la cafeína para sobrellevar su día. Me refiero a mamás de los suburbios".
La imagen de amas de casa de clase media que toman un té de kratom mientras acompañan a sus hijos a los entrenamientos de fútbol y las clases de piano choca un poco con el intento de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de prohibirlo, en 2016. Pero el gobierno dio marcha atrás con la regulación cuando los consumidores y la comunidad científica protestaron. “Creo que no investigaron cuánta gente consumía esta planta y para qué, y quedaron sorprendidos por la respuesta”, dijo a la revista Marc Swogger, investigador del uso terapéutico de esta y otras drogas en la Universidad de Rochester.
El episodio se cerró con una advertencia de la DEA: el kratom parece afectar “los mismos receptores cerebrales de los opiáceos como la morfina” y podría conllevar los mismos peligros de adicción. El Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) atribuyó 91 casos de muerte a la sobredosis de kratom e identificó otras 61 muertes por sobredosis de otras sustancias de personas en cuyo sistema también se encontró kratom. Esas descripciones van de la mano con la denominación popular de la sustancia: “heroína legal”.
En Tailandia, la tierra de origen de esta planta, las leyes la prohíben desde 1943 y bastaría con tener 30 gramos del extracto para ser detenido, juzgado y condenado a muerte. Sin embargo, destacó Kratom Mystic, ese estatus legal está en jaque desde 2010, cuando la Junta de Fiscalización de Estupefacientes solicitó la legalización del kratom, porque su uso es parte de la milenaria cultura tailandesa. El cambio podría ser inminente.
En Myanmar, Malasia y Vietnam la planta está prohibida; también en otros países más allá del sudeste asiático, como Australia, Dinamarca, Finlandia o Polonia. Y aunque es legal en el nivel federal, en los Estados Unidos está prohibida en seis estados (Alabama, Arkansas, Indiana, Wisconsin, Vermont y Rhode Island) y en un puñado de condados, como Sarasota en la Florida, San Diego en California y Denver en Colorado. Esa diversidad da cuenta, además de la variedad posible de leyes, de lo poco que se conoce del kratom.
No tiene una historia glamorosa, como muchas drogas ilegales; es la tradición de campesinos de Tailandia, Indonesia, Malasia, Myanmar y Papúa Nueva Guinea, donde abunda esta planta, familia del árbol del café. Antiguamente se mascaban sus hojas, por el efecto estimulante que ayudaba a trabajar la tierra durante horas; pero preparada como té, al final de la jornada, tenía un efecto relajante y analgésico.
En el siglo XIX el botánico Pieter Korthals, de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, la llamó Mitragyna Speciosa. La describió como una planta perenne, de casi nueve metros de altura y cuatro de ancho, que requiere un ambiente de humedad y un suelo rico en minerales. En sus hojas se identificaron más de 40 compuestos químicos, entre ellos una cantidad de alcaloides, el principal de los cuales es la mitraginina. La concentración de este opiáceo depende en gran medida del lugar donde crezca la planta: el kratom de invernadero puede no contener mitraginina en absoluto.
Por eso Clean Kratom Portland, la tienda de Day, ofrece distintas variedades asiáticas de esta planta. Un muestrario de pequeñas macetas es, en realidad, la escenografía para destacar los frascos de vidrio que contienen los extractos. El polvo se puede comprar para hacer té o para consumir en cápsulas; el extracto se vende suelto o disuelto en líquido. Day atiende en persona el local, que parece un dispensario de marihuana muy elegante, o una cafetería sofisticada. La acompaña su perro husky, Max.
Ella cree en el producto que vende. Una adicción la había dejado en la calle, sin acceso al sistema de salud para intentar desintoxicarse. Cuando alguien le habló del kratom tenía en el bolsillo sus últimos USD 140: los gastó en la sustancia, desesperada. Dos semanas más tarde había superado el síndrome de abstinencia y se sentía curada. No se atrevía a alegrarse, sin embargo; sabía que las recaídas eran un riesgo. Pero desde aquel momento no sufrió ninguna. Lo atribuye a la planta que, cree, le salvó la vida.
Los científicos estiman que en los Estados Unidos hay entre 10 y 15 millones de consumidores de kratom, y es difícil considerar accidental —destacó Wired— que su expansión en el país se haya dado desde mediados de los 2000: “Se corresponde aproximadamente con el auge de la epidemia de opioides”.
El hábitat de la droga allí es internet: allí comenzó Day su comercio y allí hay innumerables grupos de Facebook y subreddits sobre el kratom, como fotos de suplementos en Instagram. Y allí recogen datos los investigadores, como Swogger u Oliver Grundmann, de la Universidad de Florida. Por eso los estudios avanzan lentamente: es imposible fiarse por completo de la información que brindan los usuarios. “Aun luego de un análisis cuidadoso, ni Grundmann ni Swogger pueden generalizar quién consume kratom”, sintetizó la revista la imposibilidad de trazar un perfil científico.
“En 2016, tras realizar una encuesta en línea a más 8.000 personas en los Estados Unidos, Grundmann halló escasas tendencias en edad, ingresos o género: el kratom atraviesa la sociedad. Halló, sí, que alrededor de las dos terceras partes de los consumidores lo usaban para controlar el dolor crónico y el agudo, o trastornos mentales y emocionales como la angustia y la depresión. Sólo una minoría lo empleaba para mitigar los síntomas de la abstinencia o de manera recreativa”.
Por la misma imposibilidad de controlar las investigaciones, los científicos desconfían de que el kratom haya causado las sobredosis mortales que se le atribuyen. El mercado de los suplementos o neutracéuticos —sustancias que se venden como potencialmente beneficiosas para la salud— es enorme, de USD 196.880 millones en 2016, con una proyección de USD 349.040 millones en 2024, según un estudio reciente, y eso atrajo a toda clase de actores. Hay comerciantes que venden lo que dicen vender y otros que utilizan sustitutos para maximizar sus ganancias.
Basta con incluir la leyenda “Esta afirmación no ha sido evaluada por la DEA y este producto no tiene por fin diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad” para poder vender un suplemento que se promocione como bueno para el sistema inmunológico, la salud coronaria, el metabolismo, la protección de la vista, o para reducir los síntomas de depresión, el insonmnio, la inflamación, etcétera, etcétera, etcétera. En el caso del kratom, hay adulteraciones comprobadas con matcha, almidón y harina. Day, que utiiza un laboratorio para certificar la calidad de su kratom, ha recibido amenazas de muerte por promover la regulación del mercado de la sustancia como se hizo con el de la marihuana en muchos lugares.
En opinión de Gundmann, los temores de la DEA no están infundados, aunque la prohibición no resolvería el problema de la impureza. “Hace bien en preocuparse por cualquier sustancia sobre la que tengan escaso control sobre cómo la usan pacientes y consumidores para automedicarse. Cuando hablamos de síndrome de abstinencia o de depresión, en general corresponde a las manos de un profesional de la medicina".
Por ahora las iniciativas públicas son pocas: hay leyes de protección al consumidor de kratom en Arizona, Georgia, Nevada y Utah, y está pendiente la de Oregon. Una Asociación Nacional de Kratom (AKA) impulsa la legislación y la educación. Un estudio de la Universidad Johns Hopkins publicado en NCBI estableció que el margen de seguridad de la sustancia es grande (“más de mil veces mayor al de los opioides”) pero que su uso sin supervisión médica imposibilita el control de su combinación con otras sustancias o su efecto en personas con determinados problemas de salud. “Es necesaria más investigación sobre la seguridad y los peligros del kratom, del mismo modo que es necesaria la regulación de los productos comerciales con kratom".
También el modo de uso presenta diferencias. Según el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIH) de los Estados Unidos, el kratom “produce sedación, placer y una reducción del dolor en particular cuando se consume una gran cantidad de la planta”, mientras que “en pequeñas cantidades los usuarios pueden sentir un aumento de la energía, la sociabilidad y la atención, en lugar de sedación”. En los dos casos hay efectos secundarios indeseados.
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