La Navidad de 2019 fue la primera que Cindy Karadsheh Soave, de Plymouth, al norte de los Estados Unidos, pudo pasar feliz junto a su familia luego de dos celebraciones dolorosas. Agradecida por su destino, compartió su historia increíble —sufrió cáncer mientras estaba embarazada, el tratamiento dañó su corazón, ese problema le generó una hemorragia cerebral— con la publicación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan (UM), Michigan Health, para animar a otros pacientes en las fiestas.
Tenía 36 años a mediados de 2017 cuando sintió una dureza en una mama. Como estaba embarazada, los médicos que la atendieron lo atribuyeron a los procesos por los cuales el cuerpo se prepara para amamantar al bebé por nacer. Pero ella tenía la impresión de que era otra cosa. “No podía hacer una mamografía por el embarazo”, contó Soave. “Pero volví a ver a mi médico y lo presioné para que me hiciera otro examen, porque sabía que algo estaba mal”.
Le hicieron un ultrasonido, resultó que ella tenía razón. En junio fue diagnosticada con un tipo de cáncer de mama causado por la sensibilidad a las hormonas que el cuerpo produce naturalmente. Sólo el 20% de las mujeres que sufren cáncer de mama presentan esta clase específica, explicó Catherine Hall Van Poznak, del Centro de Cáncer Rogel de UM, y la asociación de la enfermedad con el embarazo no es común.
“Fue una noticia devastadora, porque tenía una bebé en camino”, dijo Soave. “Para mí la familia es todo, y la idea de no estar para mi esposo y nuestras hijas me resultaba inimaginable”.
Al cumplirse los meses de embarazo después de los cuales era posible hacer quimioterapia sin dañar a la que sería su segunda hija, Soave comenzó el tratamiento. Un mes después de terminar la primera parte nació su bebé, perfectamente sana, en noviembre de 2017. Tres semanas después retomó la terapia contra el cáncer.
Y en eso estaba cuando, en enero de 2018, sintió una tos extraña, una dificultad para respirar que le pesaba en el pecho, acompañada por gran agitación. Su pulso se había acelerado, estaba en 120. “El mismo presentimiento de que algo estaba mal la hizo ir a la sala de emergencia, donde se enteró de que tenía un ataque cardíaco”, escribió Jordyn Imhoff en Michigan Health.
El corazón de Soave estaba debilitado: si una fracción de eyección normal —la medición de cuánta sangre se bombea desde el interior del ventrículo con cada contracción del músculo— es del 55%, la de ella estaba muy baja con sólo 26 por ciento. Entre las causas posibles estaban el daño causado por la quimioterapia, una infección viral e incluso el propio embarazo que había llevado adelante en condiciones tan difíciles.
Con una bebé de dos meses y una pequeña de dos años, debió interrumpir el tratamiento contra el cáncer llena de temores. A la vez comenzó a tomar bloqueadores de estrógeno, para quitar recursos al tumor, y medicación para evitar más problemas cardíacos.
“No podía creer que mi vida hubiera cambiado tan velozmente”, dijo. “Había sido perfectamente sana toda mi vida, nunca había tomado medicaciones para nada, y ahora había perdido el pelo, me la pasaba yendo a y viniendo de los hospitales y podía morir de cáncer si no lograba volver a tratarlo, o de un ataque cardíaco”.
Como el corazón de Soave no se reponía, hasta movimientos básicos como subir una escalera se le convertían en una imposibilidad. Una tarde su esposo debió llevarla corriendo a la sala de emergencia, donde la encontraron en shock cardiogénico, un fallo del bombeo: su fracción de eyección había caído al 13 por ciento. Quedó internada en la unidad coronaria. Allí el cardiólogo Matthew Konerman, del Centro Cardiovascular Frankel, opinó: “Su mejor oportunidad de sobrevivir era con un dispositivo de asistencia (VAD) para el ventrículo izquierdo, y que la pusieran en lista de transplantes. Pero no podía aspirar a un transplante debido a que también tenía cáncer”.
Se discutía cómo proceder cuando otro examen detectó que también el ventrículo derecho estaba afectado. Era imposible determinar en qué medida hasta que se hiciera la cirugía. “El caso de Soave era único, y teníamos que ser muy cuidadosos. No importaba qué decidiéramos hacer, ella seguiría en una situación de algo riesgo”, resumió Konerman. “Sabíamos que necesitaba un VAD izquierdo, pero nos preocupaba que también necesitara otro para el ventrículo derecho". Eso implicaría que debiera permanecer hospitalizada, ya que un VAD derecho no es apto para pacientes ambulatorios.
En efecto, Soave se incorporó a la lista de sólo 3% de pacientes que requieren ambos dispositivos a la vez. Pasó meses internada. “Teníamos que mantener la esperanza de que con la medicación adecuada, al pasar el tiempo su corazón se recuperaría", dijo Konerman.
Ella seguía en la unidad coronaria cuando debió tomar una decisión con respecto al tratamiento de su cáncer, que no se podía seguir interrumpiendo. Optó por la mastectomía. “Las malas noticias parecían no terminar nunca. Era la definición auténtica de una pesadilla, y yo no tenía idea de cómo sería mi vida luego de todo eso”.
Meses más tarde un estudio mostró que el ventrículo derecho mejoraba. Se abría por fin la posibilidad de que le quitaran el dispositivo y, sólo con el izquierdo, que era portátil, pudiera regresar a su casa. Pronto se logró eso y, en un control posterior, hubo otra buena noticia: el ventrículo izquierdo también se recuperaba. “No solemos ver que la función cardíaca mejore como para permitir la remoción del VAD. En general es una terapia que funciona como puente hacia un transplante, o se convierte en algo permanente. Este fue un caso raro”, observó Konerman.
Pero justo cuando Soave creyó que la suerte se daba vuelta y despertaba de la pesadilla, poco antes de que le quitaran el otro VAD tuvo un ataque isquémico transitorio (AIT), una mini-apoplejía que interrumpe temporalmente la circulación de sangre en el cerebro. Los médicos discutían si podían proseguir de todos modos con la remoción del dispositivo cuando la mujer sufrió una hemorragia sub-aracnoidea, un sangrado en el cerebro. Esta vez debió quedar hospitalizada durante meses. Necesitó reentrenar el habla y aprender a caminar y a alimentarse otra vez: el espisodio había dañado todo el costado izquierdo de su cuerpo.
Cuando se recuperó, le quitaron el VAD. Volvió a su casa con su familia, que estuvo con ella, alternándose con sus amigos, todos los días de la ordalía. “No pasé una sola noche sola en el hospital”, dijo Soave. “Estoy muy agradecida de haber contado con todo ese apoyo. No podría haber superado todo lo que pasó sin eso".
Tan extraordinaria como fue su enfermedad resultó su recuperación. Actualmente no tiene síntomas de problemas cardíacos y su fracción de eyección es casi normal, del 49 por ciento, además de seguir en remisión del tumor. Continúa con la medicación anti-hormonal y con la rehabilitación cardíaca, pero su estado general es tan bueno que en mayo participó de un maratón 5K (cinco kilómetros) a beneficio de una fundación de lucha contra el cáncer de mama. Y pasar por fin una Navidad sin sombras en el horizonte junto con su esposo y sus hijitas.
“No siempre pude comprender el dolor y el sufrimiento, pero sentí que mi deber era perseverar”, dijo. “Dios me envió a mi hija para que pudiera detectar el cáncer a tiempo y salvarme”.
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