La semana pasada el embajador de Estados Unidos ante la Unión Europea, Gordon Sondland, estuvo en el centro de la opinión pública luego de haber comprometido con su declaración ante el Congreso al presidente Donald Trump en el marco de la trama de Ucrania, por el que los demócratas iniciaron un proceso de juicio político contra el mandatario. Sin embargo, en las últimas horas el poderoso empresario de Portland fue denunciado por tres mujeres de haber tenido conductas sexuales inapropiadas.
Las denunciantes en cuestión son Nicole Vogel, Jana Solis y Natalie Sept. Las tres revelaron que sus contactos con Sondland se dieron en el marco de inversiones u oportunidades de trabajo conjunto; sin embargo, de acuerdo a las denuncias, en todos esos casos el empresario intentó propasarse con ellas. Al ser rechazado, tomó una actitud de “represalia” y ningún negocio prosperó.
“En décadas de mi carrera en negocios y asuntos cívicos, cientos de empleados y colegas con quienes he trabajado en innumerables circunstancias pueden afirmar mi conducta”, señaló el embajador norteamericano en la UE en un comunicado. “Estas afirmaciones falsas de toques y besos no deseados son inventadas y, creo, se coordinan con fines políticos. De hecho, no tienen sustento, y las niego categóricamente”, agregó.
Jim McDermott, abogado de Sondland, también se manifestó mediante un texto: “Lo que cada una de estas tres mujeres tienen en común es que persiguieron al embajador Sondland para obtener ganancias financieras y personales, y él rechazó sus propuestas”.
El letrado insinuó que el intento de estas denuncias es socavar el testimonio que brindó la semana pasada su defendido ante el Congreso y que perjudicó al presidente Trump en el marco del juicio político en su contra. “Están tratando de afectar la credibilidad del embajador Sondland como testigo en la investigación de juicio político (...) Dado el clima políticamente cargado en el que se desarrollan los eventos actuales, algunos podrían considerar que esto es una manipulación de testigos”.
De acuerdo a lo publicado por ProPublica, medio con el que hablaron las denunciantes, en 2003 Vogel tuvo la iniciativa de sacar una revista con su hermano. La misma tendría como temática arte, cultura y gastronomía de Portland. La periodista pensó en Sondland como potencial inversionista, al tratarse de un poderoso empresario de esa región, que poseía cinco hoteles bajo la compañía Provenance Hotel Group.
Se contactó con él, y la invitó a cenar para hablar de las finanzas del proyecto, según lo relatado por Vogel. Durante la cena él le dijo que invertiría en su revista. “Esa noche dijo que iba a invertir. De hecho, me dijo que estaba interesado en invertir en la empresa, pero que estaba más interesado en invertir en mí, porque sentía que Portland no mantenía a las personas de gran ambición y talento”.
Después de la cena, Sondland le propuso mostrarle el Hotel Lucia, que era de su propiedad y estaba lleno de arte llamativo. Vogel contó que le presentó al personal del primer piso, y luego la invitó a conocer las habitaciones. Allí, él le pidió un abrazo y ella accedió con un saludo frío, pero “cordial”. “Cuando me alejé, me agarró de la cara y me besó”. Acto seguido, la periodista contó que se retiró del hotel rápidamente. Días después, cuenta Vogel, él le envió un correo electrónico solicitando un análisis financiero para su plan de negocio, y en el mensaje incluyó la siguiente frase: “Lo siento, fui tanto malo”. Hubo un segundo encuentro, siempre para tratar el tema de la revista, pero Sondland habría vuelto a sobrepasarse con ella.
Pocos días antes de que cerrara la primera ronda de financiación, Sondland le envió otro correo electrónico, cambiando los términos de su inversión. Vogel reveló que el empresario había prometido una inversión de al menos 25.000 dólares, dinero que le habría permitido a Vogel alcanzar la meta de su plan de negocios de 300.000 dólares. En cambio, Sondland le comunicó en el correo electrónico que se comprometería con 10.000 y que solo lo haría si Vogel recaudaba los 100.000 adicionales. Finalmente, la periodista utilizó sus recursos, sin colaboración de Sondland, y la revista siguió adelante sin él. Hoy dirige revistas en seis estados.
El abogado del embajador norteamericano, en su descargo, subrayó el hecho de que Vogel sea la propietaria y editora del Portland Monthly, medio que coprodujo el artículo denunciante con ProPublica. Vogel prefirió realizar ese nexo con ProPublica para que la denuncia no perdiera credibilidad. “Como seguramente saben, una de las tres demandantes, Nicole Vogel, es la propietaria y editora del Portland Monthly. Ella y su publicación se beneficiarán directamente de la publicación de estas acusaciones, y la demora de la Sra. Vogel en presentarlas, incluso cuando el embajador Sondland estaba siendo objeto de escrutinio público por parte del Congreso, arroja serias dudas sobre su credibilidad”, indicó McDermott.
Vogel, por su parte, respondió que lo único que la motivó a contar su historia es porque siente que “es lo correcto”: “No puedo imaginar un escenario en el que haya un beneficio financiero para Portland Monthly de esta historia”.
La historia de Jana Solis corresponde al año 2008. La mujer trabajaba como ingeniera de seguridad hotelera para Marsh & McLennan, con sede en Nueva York, creando planes de gestión de riesgos y evaluando la seguridad de restaurantes y hoteles.
Conociendo su experiencia en la industria hotelera, un colega le pidió que se reuniera con Sondland. La denunciante relató cómo fue el almuerzo en Pazzo Ristorante, el pilar italiano en lo que entonces era el Hotel Vintage Plaza: “Estaba coqueteando durante el almuerzo, y termina diciendo: ‘Está bien, ya he escuchado suficiente, estás contratada. Felicidades. Eres mi nueva chica de hotel”.
Luego, al salir, Solis recuerda que Sondland de repente le dio “una palmada una el trasero” y le dijo: “Espero con interés trabajar con usted”. Tiempo después, le pidió que fuera a su casa para evaluar su colección de arte personal. Si bien ella no era experta en el tema, aceptó para mantener la relación comercial, según expuso. Recorrieron la casa del empresario en el exclusivo barrio de West Hills, en Portland, él le mostró su colección y fotos con el ex presidente George Bush. En un momento ella fue al baño y, al regresar, lo encontró “desnudo de la cintura para abajo”.
El abogado de Sondland escribió que el embajador rechaza estas acusaciones de Solis.
Natalie Sept, por su parte, conoció al empresario a través de Nick Fish, miembro del Consejo de la Ciudad de Portland, para quien trabajó como gerente de campaña, ya que el funcionario se postulaba para la reelección en 2010.
Con el tiempo, Sondland la invitó a cenar al mismo lugar que había invitado a Vogel, un restaurante llamado El Gaucho, para ofrecerle un trabajo. Luego de la cena, le dijo de ir a un bar de cócteles cercano. Allí la mujer empezó a sentirse incómoda y se fue al baño. Al regresar a la mesa, le dijo que se tenía que ir, él pagó la cuenta y al salir, se ofreció a llevarla en su auto. Si bien ella no quería, aceptó por su insistencia. En su auto, recordó Sept, Sondland se inclinó para darle un abrazo. “Le doy un abrazo rápido y él me agarra de los hombros y me mira, se inclina hacia mí e intenta besarme”. Como respuesta, ella lo empujó y salió corriendo del auto.
La defensa de Sondland también se refirió a esta denuncia: “El embajador discutió las perspectivas de trabajo de la Sra. Sept con ella, pero niega cualquier contacto no deseado”.
El trabajo entre ambos finalmente no se concretó. Sept, tiempo después, trabajó para la campaña presidencial de Hillary Clinton.
Sondland es, hasta ahora, el testigo que más compromete a Trump, con una declaración ante el Congreso que confirmó la base de la acusación de los demócratas sobre un presunto abuso de poder del mandatario para perjudicar a sus rivales electorales. Antes de enfrentar las preguntas de los congresistas, leyó una declaración de 24 páginas con varias frases que rápidamente fueron celebradas por los demócratas.
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