Si el 29 de junio de 2014 estuvo marcado por la proclamación del Califato en la Mezquita de Al Nuri en Mosul, el 26 de octubre de 2019 será recordado por el obituario de su líder, el autoproclamado Califa Ibrahim que murió en la ciudad siria de Barisha.
Nacido como Ibrahim Awwad Ibrahim Badrid, este iraquí originario de Samarra adoptó el nombre de Abu Bakar al Baghdadi como forma de atribuirse el carisma del que fuera el primer sucesor de Mahoma. Su vida es una incógnita o, en mejor de los casos, una gran conjetura. Incluso después de muerto poco se sabe de este terrorista que supo poner en jaque a Europa entre los años 2015 y 2017 con atentados tan crueles como los de París, Bruselas o Barcelona. Ahora, tras su muerte, parece que se abre un futuro de esperanza para que no se repitan atentados como los que aterraron a esas ciudades.
¿Qué nos espera tras esta muerte?
La muerte de al Baghdadi ha servido no sólo para que el presidente Trump pueda intentar remontar su maltrecha popularidad, sino para que muchos actores de Siria se atribuyan parte del mérito en la operación. Además de las fuerzas especiales de los Estados Unidos que acosaron al Califa Ibrahim hasta su guarida, tanto Turquía como Rusia parecen haber participado de una forma o de otra en la operación. Junto a estos actores hay que destacar a dos grupos de combatientes sobre el terreno. Los kurdos y la Entidad para la Conquista del Levante.
Los primeros no han dejado claro el grado de implicación en la operación, aunque sí que han declarado que es una venganza por los hechos de Kobane y Sinyar. Respecto de los segundos, las pocas imágenes difundidas de la zona parece que tuvieron una implicación directa en la operación.
Además, en lo que al futuro se refiere parece complicado que alguien pueda recoger el testigo de Al Baghdadi ya que Irak, a pesar de las protestas sociales, parece estar bajo el control de su gobierno, y en lo que a Siria se refiere, la entrada de Turquía en la zona kurda, el efectivo control ruso sobre el terreno y, sobre todo, el avance de las fuerza sirias leales a Al Assad en el norte del país nos auguran un escenario muy distinto al que veíamos hace unos meses.
El rastro del terror en Bruselas, París y Barcelona
En relación a Europa, si bien es cierto que nunca pueden descartarse atentados terroristas, parece que se están dando mucho pasos acertados e importantes en materia de desradicalización. Gracias a estos esfuerzos, a día de hoy escenarios como los de Barcelona, Bruselas o París parecen cuanto menos poco probables. Sin embargo, si mantenemos políticas económicas que no fomenten la igualdad; políticas sociales que marginen a los hijos de emigrantes y, sobre todo, si logran consolidarse fuerzas políticas de extrema derecha, volveremos a los tiempos en los que el terror reinaba en Europa.
Pero, ¿quién fue Al Baghdadi? Si bien es cierto que algunos autores le han vinculado al ejército de Irak, su relación con las Fuerzas Armadas parece llegarle por su paso por la prisión de Camp Bucca tras la invasión de Irak por parte los Estados Unidos. Fue allí donde conoció a sus dos lugartenientes, los generales iraquíes Abu Muslim al Turkmani y Abu Ali al Arbari quienes, a su vez, y bajo sus órdenes, se encargaron respectivamente de la gestión de las provincias siria e iraquí del califato. Y es que una de las obsesiones de Al Baghdadi ha sido la de revertir el acuerdo Sykes Picot y reunificar, por tanto, los territorios de Siria e Irak. De hecho, este aspecto fue expresamente mencionado en la proclamación del califato en Mosul, y quizás fuera la inspiración de algunos atentados en Europa.
Ascenso y caída
Su ascenso dentro del espectro yihadista internacional le llegó cuando en el año 2013 fue capaz de desafiar a la mismísima Al Qaeda y su líder Al Zawahiri. Su enfrentamiento giraba en torno al control de Siria. Así, sus discrepancias con la organización en general y con su grupo asociado en la zona El Frente Al Nusra, le llevaron a pasar de liderar el Estado Islámico en Irak y el Levante, a convertirse en el referente yihadista global con el Daesh.
Sin embargo, a pesar de haber conseguido atemorizar a Occidente en general y a Europa en particular con métodos terroristas poco conocidos hasta el momento (apuñalamientos, atropellos…) su nivel de amenaza nunca llegó a las cotas de Bin Laden. Quizás por ello su muerte tampoco ha tenido ni la repercusión ni ha provocado los niveles de júbilo que causó la muerte de Bin Laden. También es cierto que, si bien en esta ocasión parece confirmarse que el terrorista más buscado ha sido definitivamente abatido, hasta en otras dos ocasiones (2015 y 2017) anteriores se había anunciado la muerte del califa.
Por Alberto Priego, Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Relaciones Internacionales, Universidad Pontificia Comillas
Publicado originalmente por The Conversation