Es la primera vez que un grupo de mujeres es acusado de querer atentar contra Francia. Dos mujeres yihadistas que buscaron detonar un coche bomba cerca de la catedral de Notre-Dame en París fueron condenadas el lunes 14 de octubre a 25 años y 30 años de cárcel.
En la noche del 3 al 4 de septiembre de 2016, Ornella Gilligmann e Inès Madani intentaron hacer explotar un auto lleno de garrafas de gas frente a unos restaurantes que se encontraban en la zona de la catedral. Quisieron usar diésel, un combustible difícil de encender lo que impidió la explosión.
Después de más de diez horas de deliberación, el tribunal emitió su veredicto. Al escuchar la sentencia de 25 y 30 años de prisión, Gilligmann se desplomó llorando mientras Madani se echaba para atrás.
“Es una sentencia excesivamente dura. Es una decisión que busca dar un ejemplo, que está desconectada de la personalidad de esta joven mujer y de la gravedad de los hechos, no hubo muertos ni heridos”, dijo el abogado de la segunda, Laurent Pasquet-Marinacce.
Descrita como “aislada” y en medio de una “crisis de identidad”, Madani conoció a Gilligmann en Internet en la primavera de 2016. La joven se hacía pasar por un hombre llamado “Abou Jounayb”, del que Gilligmann se había enamorado. Su relación era “apasionada, desequilibrada, decisiva”, dijo la abogada de Gilligmann, Cosima Ouhioun, asegurando que su clienta –entonces casada y madre de tres hijos– había actuado por amor.
Remordimiento
El tribunal siguió las recomendaciones de la Fiscalía en cuanto al tiempo de reclusión, pero no accedió a la petición del abogado general de un período de seguridad de dos tercios de la condena. Las dos mujeres podrán por lo tanto solicitar la libertad condicional una vez que hayan completado la mitad de su detención, algo que no es del gusto de Thibault de Montbrial, el abogado de una asociación de víctimas del terrorismo que sigue convencido de su peligrosidad.
“Tuve el peor comportamiento. Sólo tenía planes de muerte en esa época. Hoy, tengo planes de vida”, dijo Inès Madani el lunes por la mañana, antes del veredicto. Ornella Gilligmann también habló de “vergüenza”: “Pido perdón y pediré perdón toda mi vida a todos aquellos que han sido víctimas del terrorismo”. Quizás sea por esa promesa de desradicalizarse que el tribunal no impuso un período de seguridad.
Junto con sus tres coacusadas, Madani y Gilligmann se han convertido, como lo señalaron los abogados generales, en el “rostro de la yihad femenina”. Son sospechosas de haber querido lanzar ataques terroristas siguiendo las instrucciones de Rachid Kassim, un propagandista del grupo Estado Islámico que inspiró unas semanas antes el asesinato de un policía y de su esposa en Magnanville, cerca de París.
(Nota publicada originalmente en RFI)
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