No fueron fáciles los últimos años para Túnez. Este país ubicado en el extremo norte de África, a menos de 150 kilómetros del sur de Italia por el Mediterráneo, fue pionero en la ola de revueltas populares que derribaron a dictadores en casi todo el mundo árabe entre 2010 y 2011. Zine El Abidine Ben Ali tuvo que dejar el poder tras 24 años sin que estalle una guerra civil y una prometedora democracia reemplazó a su régimen.
Pero la construcción de un sistema de gobierno republicano es un proceso largo y complejo. Sobre todo, en el marco de una economía devastada y una sociedad acechada por el extremismo islámico.
Por eso, no debería llamar la atención que ninguno de los 25 candidatos que se presentaron el 15 de septiembre a la primera vuelta de las elecciones presidenciales haya alcanzado el 20% de los votos. Tampoco que los dos que pasaron al ballotage de este domingo sean outsiders, sin demasiado recorrido político.
Los competidores de estos comicios tienen rasgos muy llamativos, incluso considerando las peculiaridades del contexto político. Kais Saied es un profesor de derecho de 61 años que prácticamente nadie conocía hasta hace unos meses, y que fue apodado “Robocop” por la rigidez de sus movimientos y la aparatosidad de su comportamiento. Fue el más votado en la primera ronda con el 18,4% de los votos.
Su rival será Nabil Karoui, un empresario mediático de 56 años, dueño de una popular cadena de televisión, que pasó toda la campaña preso por evasión fiscal y lavado de activos. Lo arrestaron en agosto y lo liberaron este miércoles, a solo cuatro días de la segunda vuelta. En septiembre obtuvo el 15,6 por ciento.
Saied es un candidato independiente que casi no hizo publicidad. Tiene un discurso conservador y centrado en la lucha contra la corrupción. Su imagen dura le permitió construir un perfil público de hombre incorruptible.
Karoui tiene una impronta populista y mucha llegada entre los votantes de menores recursos. Se presenta como el rostro de la modernización política y económica de Túnez.
Desde un comienzo denunció su detención como una persecución política y acusa al primer ministro Youssef Chahed de estar detrás de ella. Chahed era el gran favorito en la previa de los comicios, pero quedó quinto con apenas 7 por ciento. Ante la ausencia de Karoui, la campaña corrió por cuenta de su partido, Qalb Tounes (Corazón de Túnez), y de su esposa, Salwa Smaoui, que se volvió una figura prominente.
“En Túnez, como en muchas partes del mundo, la gente está frustrada con la política partidaria tradicional. Hay un enojo particular con la política de consenso, es decir, con la formación de amplias coaliciones ideológicamente diversas que han gobernado el país con relativo éxito desde 2011, pero que han dejado a la gente con la sensación de que no tiene una verdadera opción democrática. Al mismo tiempo, la tecnología ha reducido las barreras de entrada a la arena política, porque los candidatos no necesitan el respaldo de la maquinaria de un partido para hacerse notar”, sostuvo Christopher Thornton, investigador de la Universidad de Oxford, en diálogo con Infobae.
En una muestra de lo exótico del cronograma electoral, Túnez celebró el fin de semana pasado elecciones parlamentarias. El segundo lugar obtenido por Qalb Tounes —detrás del partido islamista Ennahdha, que apoya a Saied—, junto con su inesperada liberación, le dieron un impulso en la recta final.
Este viernes, a 48 horas de los comicios, se produjo el evento más esperado de estos meses: el debate presidencial. Saied y Karoui se vieron por primera vez en un cruce en el que cada uno reforzó su perfil y trató de apuntalar sus fortalezas para captar el voto de los muchos indecisos que quedan.
Un país en reconstrucción permanente
Túnez tiene una población de 11.5 millones de habitantes, de los cuales unos 7 millones están autorizados a votar. Tiene un PIB per cápita de 3.072 dólares y un Índice de Desarrollo Humano de 0,735 (95º sobre 189º a nivel mundial).
La primera vuelta debía realizarse en noviembre, no en septiembre. Pero el proceso se vio dramáticamente alterado el 25 de julio pasado con la muerte de Beji Caid Essebsi, el primer presidente surgido de elecciones democráticas en 2014. Mohamed Ennaceur asumió de manera provisoria, pero como los interinatos no pueden durar más de 90 días hubo que adelantar el calendario.
El deceso, que fue por causas naturales, convulsionó aún más a una política de por sí convulsa por la sucesión de graves problemas económicos, masivas protestas y estallidos de violencia.
Túnez aún no se repone de los atentados terroristas registrados en 2015 en el Museo Nacional del Bardo y en un lujoso hotel en las playas de Sousse. Dejaron varias decenas de víctimas fatales —la mayoría, veraneantes europeos—, y golpearon duramente al turismo, la principal industria del país.
“Túnez atraviesa una muy difícil transición política y económica. La incapacidad de los dirigentes actuales para abordar eficazmente las cuestiones fundamentales del desempleo, la pobreza y la falta de oportunidades económicas ha provocado una grave erosión de su respaldo. Esta fue la razón por la que la participación en los comicios ha sido baja, del 48, 49 por ciento. Otro problema importante al que se enfrenta el país es el aumento continuo del extremismo, debido a la creciente popularidad de los grupos salafistas como Ansar al-Sharia”, explicó Muddassir Quamar, investigador del Instituto de Estudios y Análisis de Defensa de Nueva Delhi, consultado por Infobae.
La profundidad del deterioro de la economía llevó al gobierno a solicitar un rescate del Fondo Monetario Internacional en 2015. Como contrapartida, se aplicó un drástico ajuste fiscal, que incluyó aumento de impuestos y congelamiento de salarios, en un contexto de alto desempleo.
La frustración y el descontento acumulado confluyeron en las masivas protestas de enero de 2018, que coincidieron con el séptimo aniversario de la caída de Ben Ali. El Gobierno tambaleó y respondió militarizando las calles de la capital y de las principales ciudades de país.
Estos antecedentes sirven para comprender las dificultades que experimenta Túnez para consolidar un sistema político más o menos estable. La enorme fragmentación que exhiben estos comicios, y la ausencia de candidatos y de partidos fuertes, son expresiones de esta trama.
“La política del país está fragmentada sobre la base de ideologías islamistas y seculares —continuó Quamar—. Aunque Ennahda, el mayor y más moderado de los partidos islamistas, ha sido bastante acomodaticio en cuestiones políticas, toda su agenda social se desarrolla en oposición a los grupos seculares y a una gran parte de la población, especialmente en cuestiones como los derechos de la mujer, las leyes civiles y las minorías. Además, se presentaron 25 candidatos, representando la naturaleza fraccionada del sistema de gobierno en esta etapa, lo que condujo a la división de los votos”.
La fragmentación entraña un riesgo para la gobernabilidad, pero tiene una dimensión positiva. En otros países con pasado reciente autoritario, la fragilidad institucional tendió a favorecer la aparición de líderes fuertes que terminaron recreando el sistema anterior, pero bajo una fachada democrática. Esa amenaza no parece estar hoy en el futuro próximo de Túnez.
“Creo que esto es una señal de pluralismo y de una democracia sana —dijo Thornton—. En las elecciones legislativas, es producto del sistema de representación proporcional, que garantiza que la mayoría de los puntos de vista políticos y sociales estén presentes en el Parlamento. Esta es todavía una democracia muy joven y no creo que sea algo malo que no se haya asentado un modelo bipartidista como el que vemos en muchas democracias desarrolladas”.
Dos candidatos atípicos
Lo único que tienen en común Karoui y Saied es su cualidad de outsiders, de ajenos a la política tradicional. Pero en todo lo demás parecen opuestos.
“Ambos candidatos se beneficiaron de la frustración con el establishment político posterior a 2011, y de la existencia de muchos votantes que buscaban alternativas. Saied en particular, con su condición de outsider, su campaña mínima y su comportamiento único, presentó una propuesta que fue percibida como una opción externa genuina. El estatus de outsider de Karoui ha sido exagerado. Con Nessma TV y una gran organización benéfica ha tenido mucho apoyo y cobertura en los medios de comunicación”, dijo a Infobae Max Gallien, especialista en Medio Oriente de la London School of Economics.
Karoui hizo su fortuna gracias la empresa de comunicación que construyó junto a su hermano en tiempos de Ben Ali. Una vez que decidió postularse, empezó a usar su canal de televisión para publicitar sus actividades benéficas con los pobres y presentarse como un empresario exitoso con conciencia social. A lo Trump, les habla a los trabajadores con un discurso pro mercado, prometiendo ser la persona más capacitada para promover la inversión en el país y generar trabajo.
Sus críticos lo ven como un populista y un arribista. Consideran que las imputaciones por evasión y lavado son creíbles, y piensan que quiere llegar a la presidencia para enriquecerse.
En contraste, la austeridad es lo que destaca a Saied. Vive en una zona mucho más humilde y pertenece a la clase media.
Es evidente que no se siente tan cómodo hablando de economía, pero sus propuestas son mucho más estatistas. Además, a diferencia de Karoui, que es bastante liberal en términos sociales, tiene posiciones marcadamente conservadoras. Es por eso que recibe el apoyo de Ennahda, el partido islamista moderado que tendrá la representación más importante en el próximo Parlamento.
Su campaña se centró en la promesa de una democracia más directa, que lograría con un ambicioso programa de descentralización, y más honesta. No está claro cómo pretende combatir la corrupción, pero a sus seguidores los seduce su imagen impoluta.
“Los dos principales contendientes son relativamente nuevos en política y atraen votantes debido a su apuesta por resolver los problemas de frente al pueblo. Su ascenso muestra el nivel de enojo del electorado con los candidatos del establishment. Sin embargo, esto no debe considerarse una tendencia permanente y la situación podría cambiar rápidamente”, advirtió Quamar.
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