Sebastian Kurz sorprendió al mundo en diciembre de 2017, cuando se convirtió en el mandatario más joven del planeta con 31 años. El ex estudiante de derecho juró como canciller después de lograr que el Partido del Pueblo de Austria (ÖVP) volviera a ser la fuerza más votada del país, a sólo cinco meses de asumir el liderazgo.
Pero la noticia de su ascenso quedó eclipsada por otra: la llegada al gobierno de un partido de extrema derecha en la décima economía europea. Como no tenía mayoría propia en el Parlamento, Kurz formó una alianza con el Partido de la Libertad (FPÖ) del controversial Heinz-Christian Strache, que fue designado vicecanciller.
Con una política contra los inmigrantes como eje, la coalición transitó un año y medio de gobierno superando diversas polémicas, hasta que estalló el “escándalo Ibiza”. El 17 de mayo pasado, medios alemanes difundieron el video de una cámara oculta que registró una reunión secreta de julio de 2017 en la isla española.
Del encuentro participaron Strache —acompañado por Johann Gudenus, entonces líder parlamentario de su partido— y una mujer que se presentó como sobrina del oligarca ruso Igor Makarov. Cuando ella le contó que su supuesta familia estaba interesada en comprar el Kronen Zeitung, tabloide de mayor circulación del país, el dirigente del FPÖ le ofreció contratos públicos a cambio de apoyo a su campaña.
Strache y Gudenus renunciaron un día después de las revelaciones y el FPÖ abandonó la alianza gobernante. Kurz trató de despegarse del escándalo, pero no convenció a la oposición, que impulsó una moción de censura en el Parlamento el 27 de mayo. Como ya no tenía mayoría, perdió la votación y fue destituido.
Sólo cinco meses más tarde, Kurz regresó con más fuerza que antes. El conservador ÖVP obtuvo el 37,5% de los votos en las elecciones anticipadas que se celebraron este domingo. Son seis puntos más que en 2017 y 16 más que el segundo, el Partido Socialdemócrata (SPÖ). El costo de la crisis lo pagó exclusivamente el FPÖ, que quedó tercero con 16,2%, diez puntos menos que dos años antes.
“Su partido no había tenido nada que ver con lo de Ibiza. El FPÖ dejó el gobierno por su cuenta cuando Kurz pidió reemplazar a un ministro suyo, y el canciller fue expulsado por un voto de censura del SPÖ, el FPÖ y los Verdes. Así que la culpa del fin del gobierno fue atribuida a las acciones de otros y no a las suyas”, explicó Marcelo Jenny, profesor del Instituto de Comunicación Política e Investigación Electoral de la Universidad de Innsbruck, consultado por Infobae.
Kurz volverá a ser canciller a los 33 años y seguirá siendo el mandatario más joven del mundo. La incógnita es con quién gobernará. Como suele ocurrir en los sistemas parlamentarios de Europa continental, no tiene apoyo legislativo suficiente para hacerlo en soledad.
Hay al menos tres aliados potenciales, con profundas diferencias entre sí. De quién sea el elegido dependerá el perfil de su próximo gobierno, que podría ser muy distinto del primero.
Ascenso, caída y renacimiento
Kurz nació y creció en Viena, la capital del país. Hizo el servicio militar y empezó a estudiar derecho en la universidad, aunque no llegó a graduarse por el tiempo que le demandaba su temprana carrera política. A los 17 años comenzó a militar en la rama juvenil del ÖVP y a los 23 se convirtió en el líder de la seccional vienesa.
En 2010, con 24 años, accedió al Consejo Municipal de Viena, su primer cargo público. Al año siguiente llegó al Gobierno Federal, como secretario de Integración Social. En 2013, con 27 años, se transformó en el ministro de Relaciones Exteriores más joven en la historia del país.
La aparición de Kurz en la política nacional coincidió con un momento de decadencia del ÖVP, que no paró de perder votos tras el fin del gobierno de Wolfgang Schüssel en 2007. Joven, fotogénico, con un discurso claro y directo, no tuvo muchas dificultades para ser más popular que cualquiera de sus correligionarios.
“Kurz ha pasado toda su vida en la política partidista. Es un muy buen orador y es muy profesional en casi todos los aspectos de imagen. Aunque su perfil programático sigue siendo una cuestión abierta, sin duda ha movido a su partido a la derecha, especialmente con respecto a la cuestión de la inmigración, y ha renunciado a cualquier vacilación sobre la formación de un gobierno con el populismo radical. Kurz se ve a sí mismo como una especie de modelo de conservadurismo moderno dentro de Europa. También hay que mencionar su juventud y sus buenos modales. Estos aspectos apolíticos parecen triviales, pero sin duda contribuyen a su éxito. Los periodistas a veces lo llaman ‘el yerno perfecto’ para los electores mayores, especialmente para las mujeres y los votantes con menor educación”, dijo a Infobae Martin Dolezal, profesor del Departamento de Ciencia Política y Sociología de la Universidad de Salzburgo.
La renuncia de Reinhold Mitterlehner a la presidencia del partido le permitió tomar sus riendas en 2017 y recuperar a buena parte de los votantes conservadores que había perdido. Uno de los ejes de la campaña que lo llevó a ser canciller en diciembre de ese año fue la promesa de incrementar los controles migratorios y aumentar algunos beneficios sociales para los trabajadores de menores ingresos.
Kurz se manifestó contra los jardines de infantes islámicos, por considerar que llevaban al aislamiento lingüístico y cultural. Propuso que los ciudadanos europeos viviendo en Austria trabajen durante algunos años antes de poder recibir subsidios familiares. Y se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Kurz ha pasado toda su vida en la política partidista. Es un muy buen orador y es muy profesional en casi todos los aspectos de imagen
“Kurz había logrado unificar al Partido Conservador después de muchos años de peleas internas. Transformó un partido bastante anticuado en un movimiento moderno que ha logrado atraer de nuevo a los votantes más jóvenes. Cuenta con uno de los equipos de comunicación más profesionales del país, que ha llevado a cabo una campaña electoral muy rigurosa”, sostuvo la politóloga Lore Hayek, investigadora de la Universidad de Innsbruck, en diálogo con Infobae.
En las elecciones de 2017 el ÖVP salió primero con el 31.5% de los votos, 16,5 puntos más que los comicios anteriores. El 54% de los votantes dijo en ese momento que la principal razón para elegir al partido era Kurz.
Muchas de las cualidades personales por las que el electorado de derecha lo reconoce por encima de otros líderes con posiciones similares le permitieron salir ileso de Ibiza. De hecho, inmediatamente después de la renuncia de Strache, la intención de voto de Kurz subió de 34% a 38%, y en esos niveles se mantuvo hasta las elecciones del domingo.
“Los votantes decepcionados con el FPÖ encontraron un refugio seguro en el ÖVP, que prometía continuidad en términos de política migratoria, su preocupación principal. La destitución del gabinete de Kurz, con los ministros del FPÖ despedidos o dimitidos, fue en gran medida impopular, incluso más allá de los seguidores del ÖVP. Esto creó un efecto positivo para Kurz”, dijo a Infobae Wolfgang C. Müller, profesor del Departamento de Gobierno de la Universidad de Viena.
Con el único contrincante que podía sacarle votos por derecha tan debilitado, y el Partido Socialdemócrata aún en una fase de reconfiguración, Kurz resolvió la campaña con relativa facilidad. La gran novedad fue el salto de los Verdes, que se ubicaron cuartos con un 13,8% que les permitió volver al Parlamento y, quizás, entrar a la coalición de gobierno.
“Las elecciones anticipadas encontraron al SPÖ sin preparación —dijo Jenny—. Pamela Rendi-Wagner, la líder del partido, todavía no tiene experiencia en su trabajo, pero no había un candidato obvio como sustituto. El FPÖ resultó golpeado varias veces por escándalos, al principio por el video de Ibiza y al final por informes de que Strache habría hecho un uso indebido del apoyo financiero que la fuerza le proporcionó como jefe del partido y, más tarde, como vicecanciller”.
Sebastian Kurz, parte 2
El primer gobierno de Kurz estuvo marcado por la alianza con el FPÖ, un partido fundado en 1956 por Anton Reinthaller, un ex funcionario nazi y oficial de la SS. Si bien con los años fue moderando sus posiciones, que eran abiertamente xenófobas, muchos de sus dirigentes tienen discursos bastante extremos.
La de 2017 no fue la primera alianza con el ÖVP. En 2000 se convirtió en el primer partido populista de derecha en entrar a un gobierno europeo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Como ocurriría después, la experiencia duró poco: el Gobierno colapsó en 2002 y en los comicios de ese año el FPÖ perdió más de la mitad de los sufragios que había conseguido.
Sin embargo, Strache logró recuperar al partido y reunir en el Parlamento una cantidad de bancas suficiente para negociar cargos importantes en el primer gabinete de Kurz. Casi todos protagonizaron algún escándalo.
Hubert Fuchs, secretario de Finanzas, está siendo investigado por presuntamente recibir sobornos de casinos. Karin Kneissl, ministra de Relaciones Exteriores —independiente, pero nominada por el partido—, fue muy criticada por su cercanía a Rusia. La funcionaria llegó al punto de invitar a Vladimir Putin a su casamiento y bailar con él en una imagen que escandalizó a muchos socios europeos de Austria.
Cómo será el segundo gobierno de Kurz dependerá de quién —o quiénes— sea su socio. Pero se espera que sea un poco más moderado. Si se repite una coalición con el FPÖ, este tendrá una influencia ostensiblemente menor, porque tiene menos escaños que antes y está demasiado golpeado como para ponerse exigente en las negociaciones.
“Las conversaciones están abiertas. Hay alternativas de coalición como ÖVP—Verdes, ÖVP—FPÖ y ÖVP—SPÖ. Las preferencias de los votantes del partido sugerirían un retorno de la alianza ÖVP-FPÖ. Sería un desafío, pero no mayor al de cualquiera de las otras opciones. En general, ÖVP—SPÖ es vista como la unión menos probable. También hay una remota posibilidad para un pacto de tres partidos: ÖVP—Verdes—NEOS (un pequeño partido liberal). En cualquier caso, las negociaciones serán largas”, sostuvo Müller.
Un acuerdo con los Verdes sería toda una novedad e implicaría un gobierno con un perfil muy diferente. Pero no está claro si Werner Kogler, su líder, estaría dispuesto a un entendimiento con alguien que en muchos aspectos está en las antípodas.
“Podría formar una coalición con los Verdes, los segundos ganadores de las elecciones del domingo —dijo Dolezal—. Hay alianzas de estos dos partidos a nivel regional, pero es difícil construir una a nivel nacional, dadas las enormes diferencias programáticas. Los Verdes no sólo se centran en cuestiones medioambientales, sino que también tienen un perfil de izquierda con respecto a las políticas económicas, así como frente a cuestiones culturales y, especialmente, con respecto a la inmigración. No creo que sea posible, aunque habrá negociaciones”.
La alternativa siempre latente es una gran coalición entre el ÖVP y el Partido Socialdemócrata, los dos mayores partidos del país, porque durante muchos años compartieron el poder en Austria. La última vez fue durante el gobierno de Christian Kern, antecesor de Kurz. Pero Rendi-Wagner, que busca darle una nueva cara al partido, podría tener más para perder que para ganar en un pacto con el canciller que hasta hace meses gobernaba junto a la extrema derecha.
“Una opción final podría ser un gobierno minoritario, complementado por algunos expertos sin vínculos estrechos con el ÖVP. Kurz mencionó esta opción en la campaña como una especie de último recurso, pero es algo casi desconocido en Austria. Sólo hubo un gobierno de minoría dirigido por el SPÖ entre 1970 y 1971, tras el cual ganó tres mayorías consecutivas. Pero tal escenario es muy improbable, incluso para Kurz”, concluyó Dolezal.
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