El extraño caso de “la isla de la paz”, una fábrica multicultural en medio de la caliente frontera de Gaza

La empresa SodaStream emplea a árabes, judíos y beduinos para mostrar que la paz es posible

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FRANJA DE GAZA (Enviado especial). Apenas a 22 kilómetros de una de las fronteras más calientes del mundo en una pequeña ciudad llamada Rahat se levanta la fábrica SodaStream que tiene una característica única en la región: árabes, judíos, palestinos y beduinos trabajan juntos y en armonía en lo que denominan “una isla de paz”.

Es cierto que en muchos lugares de Israel trabajan árabes y judíos a la par. Pero no es muy común ver esta convivencia en medio del clima beligerante que se vive en la Frontera de Gaza donde hace sólo 15 días estallaron unos cohetes en Israel lanzados por el grupo terrorista Hamas que controla esa zona y está del lado Palestino.

“Más allá de producir y vender un producto para hacer agua gasifcada contribuimos a la paz y damos una muestra de convivencia al mundo”, señala a Infobae Debbie Rulnick, la vocera de esta empresa israelí que funciona desde 1903 y hoy emplea a 2.200 personas.

Mujeres y hombres árabes y
Mujeres y hombres árabes y judíos conviven sin problemas en esta fábrica cerca de la Frontera de Gaza

En SodaStream hay un 50% de judíos y el resto se reparte entre empleados beduinos, árabes y palestinos de Cisjordania. Adentro de este inmenso establecimiento donde fabrican un aparato que gasifica el agua en unas botellas de plástico con garrafas recambiables, se puede ver una pequeña mezquita y una sinagoga.

Los empleados cortan parte de su turno laboral para rezar según la religión a la que pertenecen y nadie los mira con recelo por eso. “Esto es una gran familia aunque afuera nadie nos pueda creer. Festejamos la Pascua Judía y también a mi me invitan los árabes a sus casas para festejar el Ramallah”, sostiene con orgullo Eyal David, un joven judío de unos 30 años que es operario de la planta.

Desde que se fundó la empresa por Guy Gilbey, un sobreviviente del Holocausto, el objetivo siempre fue levantar “una isla de paz” con una fuerte impronta en la convivencia de pueblos. Aunque esta empresa que creció bastante, está presente en más de 30 países y la terminó comprando Pepsico bajo la garantía exclusiva que aquí no se quebraría la esencia inicial de su fundador de mantener una convivencia entre pueblos.

Eyal David dice que sus
Eyal David dice que sus compañeros árabes de trabajo lo invitan a la fiesta del Ramallah

Actualmente SodaStream está presente en más de 35.000 puntos de venta del mundo. Pero los trabajadores de aquí se sienten una pequeña familia donde se ven excentricidades para una zona de Israel donde no prevalece precisamente la paz. Por ejemplo, se puede observar a Ali Jaffar, uno de los jefes de planta dando órdenes a unos empleados judíos o a una beduina como Yannet Jant que no duda en sostener ante Infobae con una sonrisa: “Trabajar aquí con gente de otras culturas me abrió la mente y estoy muy agradecida por ello”.

Jaffar llegó hace tres años a esta compañía y tiene un carnet de trabajo que le dio el Estado de Israel por ser palestino. Con eso bastó para que pueda ingresar a trabajar como supervisor en SodaStream. Sabe perfectamente que para obtener ese permiso laboral fue investigado por la Shadak, el servicio de inteligencia interno de Israel. Pero nada de eso le molesta porque sostiene con orgullo que “aquí se puede vivir en paz”.

Para las fiestas judías o árabes el presidente de la empresa reúne a todos los empleados y festejan juntos. Nadie se pregunta si eso está bien o mal. Lo hacen con la misma naturalidad con que operan una máquina para hacer el producto de agua gasificada de SodaSteram.

—¿Cómo cree que puede resolverse el conflicto entre palestinos y judíos?, pregunta Infobae a Jaffar.

—Aquí hay dos pueblos y se debe llegar a conformar dos Estados, asegura.

Pero este palestino supervisor de un área de la compañía sostiene que adentro de la empresa no se habla mucho de política.

Los empleados pueden dedicar parte
Los empleados pueden dedicar parte del tiempo de trabajo a la oración

A la joven beduina Yannet no le molesta que sus compañeros árabes o judíos dediquen tiempo de trabajo en la oración. Tampoco parece molestarle nada a Vicente, un judío llegado de Cuba quien asegura sin dudarlo: “Aunque nadie lo crea esta es una isla de paz. Aquí a los árabes no los vemos como terroristas”.

Afuera se extiende el desierto de Negel, corre viento y es un día soleado. A unos 22 kilómetros de allí está la Frontera de Gaza donde Hamas puede lanzar otro de sus cohetes Quassam y desatar una nueva ola de violencia con Israel. Pero adentro de esta empresa de sodas nada cambiará.

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