
En 1962, un incendio comenzó en un vertedero y llegó a las minas de carbón que se encontraban debajo de Centralia, Pensilvania. Esto provocó que esa ciudad se convirtiera en el lugar fantasma que hasta la actualidad alberga un infierno subterráneo.
Hace más de 55 años, Centralia era una ciudad cuya economía se basaba en la actividad minera, pero después del incendio, la gente comenzó a huir. En 1980 había poco más de 1.000 habitantes y para el 2013, únicamente quedaban siete.
Ahora, el panorama de esa ciudad al noreste de Filadelfia es apocalíptico, la vegetación ha cubierto gran parte de las calles, el pavimento se mantiene agrietado y desde sus fisuras emanan corrientes de gas tóxico hacia el aire.

En 2002, el servicio postal de los Estados Unidos revocó el código postal de la ciudad, lo cual ocasionó grandes problemas para las personas que vivían allí, pues debían tener buzones en otras ciudades e incluso muchos lucharon para que les llegaran alimentos a esa zona.
Después de tanto tiempo, resulta inverosímil que aún hubiera personas habitando ese lugar, sin embargo, no era algo imposible. Debido a eso, el gobierno de los Estados Unidos finalmente comprará las casas de las pocas personas que todavía viven ahí, pero también las reubicarán.
Para lograr esto, las autoridades y un puñado de habitantes que se resistieron a la venta tuvieron que enfrentarse durante décadas en pleitos legales. Esas personas querían mantener vivo a un pueblo que se había hecho fantasma hacía muchos años atrás.

Un ejemplo de quienes no querían dejar sus hogares a pesar de la situación del lugar fue el alcalde de la ciudad, quien en una entrevista de 2006, cuando tenía 90 años dijo que esa era "la única casa que había tenido y quería conservarla".
Y es que para esos habitantes existe una edificación que les ha dado la esperanza de mantenerse en esa ciudad: la iglesia ucraniana, un templo religioso que subsistió debido a que en el momento de su construcción se emplazó sobre roca sólida, lo cual le dio una base muy resistente en contra del fuego.
En noviembre de 2015, el jefe de la Iglesia Católica de Ucrania y Arzobispo Mayor, Sviatoslav Shevchuk, visitó aquella ciudad fantasma y la impresión por el hecho de que el edificio se mantuviera en pie fue tanta que lo convirtió en un lugar de peregrinación.

La primera reunión de creyentes, a la que asistieron muchos antiguos vecinos del pueblo, fue en agosto de 2016 y hubo entre 500 y 600 habitantes, según informes de la prensa.
Las acciones del gobierno estadounidense no bastaron para detener el avance de la catástrofe
Ante el estado de emergencia de Centralia, los bomberos actuaron y pudieron extinguir las llamas en el exterior. Entonces creyeron que el desastre había llegado a su fin; sin embargo, no tuvieron en cuenta el hecho de que el fuego continuaba extendiéndose bajo tierra.
Unas semanas después, el departamento de medio ambiente de Pensilvania comenzó a monitorear el fuego a partir de agujeros con el fin de determinar el alcance y la temperatura de las llamas. Aunque en ese momento no se tomaron en cuenta los riesgos de esa acción, hoy en día se piensa que la perforación alimentó la combustión del carbón.

A pesar de la magnitud del hecho fue hasta 1981 cuando atrajo la atención de los medios nacionales, cuando el suelo de una zona pastosa se desmoronó bajo los pies de un niño de doce años, quien cayó en un agujero de más de 20 metros de profundidad.
En un inicio y bajo el objetivo de detener el incendio se gastaron más USD siete millones, pero los recursos económicos no fueron suficientes y en vista de que el peligro era latente, el Congreso de los Estados Unidos aprobó un paquete de USD 42 millones para reubicar a los residentes.
Los intentos para acabar con el fuego subterráneo en años posteriores fueron muchos. Uno de ellos fue filtrar agua en las minas, lo cual resultó insuficiente; otro consistió en intentar excavar el carbón, pero los esfuerzos de los equipos que trabajaron en ello fueron en vano, nunca obtuvieron progresos significativos.

El impacto de esta catástrofe podría encontrar una similitud a lo sucedido en Chernobyl, ya que también tuvo una fuerte influencia en los mitos de los que sucedía con las personas que se encontraban ahí. De hecho la historia del famoso videojuego de terror, Silent Hill, se desarrolla en un lugar ficticio con el mismo nombre que esta ciudad.
Hoy en día, Centralia se ha convertido en un sitio enigmático que suelen visitar youtubers para mostrar su atmósfera a los espectadores. No obstante, continúa siendo una zona peligrosa y según especialistas, sus calles seguirán ardiendo durante al menos otros 100 años.
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