"¡Hagamos que nuestros granjeros vuelvan a ser grandes!". En algunos condados del interior profundo del país, la gorra verde con letras amarillas se veía más que la roja, que marcó la campaña de Donald Trump con su ya clásico "Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande". El Presidente nació y creció en la ciudad de Nueva York, muy lejos del campo, pero en la campaña de 2016 interpeló a esa franja del electorado como pocos candidatos en la historia reciente.
Trump arrasó en ocho de los diez estados con mayor proporción de población rural, con porcentajes que fueron desde 56% en Montana hasta 68% en Virginia Occidental, donde más de la mitad de las personas vive alejada de los centros urbanos. Lo votó el 67% de los agricultores del país, según una encuesta realizada el año pasado por la consultora Agri-Pulse.
"El gran voto pro Trump de 2016 tuvo raíces históricas. Ampliando un poco la lente, los granjeros son residentes rurales y los votantes rurales han sido decididamente republicanos durante décadas. Primero, son notablemente conservadores en cuestiones culturales como el control de armas, el aborto, la religión en la escuela y el uso de drogas ilegales, lo cual los acerca al partido que es más conservador. Segundo, dentro de la coalición republicana hay ciertos grupos que reciben ayuda mucha gubernamental, específicamente, los militares y los agricultores", explicó Seth C. McKee, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Texas Tech, consultado por Infobae.
Transcurridos más de dos años y medio de mandato, un vínculo que parecía indestructible está empezando a marchitarse. La principal razón es que la guerra comercial con China, una de las mayores cruzadas de Trump, está afectando seriamente a los granjeros.
El Gobierno anunció la semana pasada que, a partir del 1 de octubre, subirá de 15% a 30% los aranceles sobre importaciones chinas por un valor de 250.000 millones de dólares. Además, dijo que impondrá a fin de año un nuevo arancel del 15% a otros bienes de origen chino. Es el último ataque de un enfrentamiento que comenzó en marzo de 2018 y que no da señales de distensión.
Obviamente, Beijing respondió y de manera contundente. Por un lado, comunicó que aumentaría aún más los aranceles sobre exportaciones estadounidenses por 75.000 millones de dólares, y anticipó que ya no le comprará productos agrícolas.
"China es un gran mercado para las ventas estadounidenses de soja, cerdo y lácteos. Antes de la guerra comercial, era el segundo mayor comprador de bienes agrícolas. La pérdida de este mercado, en combinación con la enorme cosecha, redujo la demanda de productos estadounidenses y el precio que reciben los agricultores. Dada la postura volátil e inconsistente de la administración, es fácil imaginar que esta situación empeorará antes de mejorar", dijo a Infobae la economista Carolyn Dimitri, directora del Programa de Estudios de Alimentación de la Universidad de Nueva York.
China había adquirido bienes primarios de Estados Unidos por 24.000 millones de dólares en 2014. Cuatro años más tarde, el monto cayó a 9.100 millones, un 63% menos, de acuerdo con información de la Oficina Agrícola de Estados Unidos. En el primer semestre de 2019 se produjo una contracción de 1.300 millones de dólares en relación a igual período de 2018. Al mismo tiempo, países como Canadá están multiplicando sus exportaciones de granos a China.
En este contexto, no sorprende que los ingresos de los granjeros estén en baja. En 2018 totalizaron 63.000 millones de dólares, la mitad que en 2013 y un 16% menos que en 2017. El mes pasado se conoció otro dato preocupante: las tasas de morosidad de los préstamos agrícolas están en su nivel más alto de los últimos seis años, según un relevamiento de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos. Los pedidos de quiebra aumentaron 13% en comparación con 2018.
"Los recientes cambios en la política comercial de Estados Unidos con otros países han afectado tanto directa como indirectamente a algunos granjeros de Dakota del Sur, especialmente a los productores de cultivos. Muchos dicen que no pueden vender algunos de sus productos, como la soja y el maíz, debido a la constante caída de los precios, que resultó del reciente intercambio arancelario con China. Algunos reservaron su producción durante casi dos años, a la espera de que el precio aumente, pero eso no ocurrió. Esto ha creado cierto tipo de decepción entre muchos agricultores del estado", contó a Infobae el sociólogo Abdelrahim Abulbasher, profesor de la Universidad de Qatar, que acaba de finalizar un estudio sobre los granjeros de Dakota del Sur.
Una alianza que se debilita, a un año de las elecciones
"Trump recibió una gran proporción de los votos de las personas que viven en zonas rurales, que son blancas y que trabajan en las industrias de producción de bienes, como la agricultura, la tala, la minería y la manufactura. Trump prometió volver a crear puestos de trabajo en estas industrias mediante aranceles, cambios en los acuerdos comerciales, la construcción de un muro y modificaciones en las leyes de inmigración. Su campaña también fue fundamentalmente racista, lo que atrajo a votantes blancos de bajos ingresos y baja educación", sostuvo el sociólogo Don E. Albrecht, director del Centro de Desarrollo Rural del Oeste de la Universidad Estatal de Utah, en diálogo con Infobae.
En la actualidad hay algo más de 2 millones de granjas en Estados Unidos, un 15% menos que en 1980. Los productores agrícolas representan menos del 1% de la población estadounidense. Se podría pensar que son poco importantes, pero sería un error. En estados de escasa población ocupan un rol muy importante, tanto por su papel económico como por su ascendencia social y política en las comunidades locales.
"No hay mucha gente empleada en la agricultura porque se necesitan pocas personas para producir una gran cantidad de alimentos, dada la mecanización moderna y las mejoras científicas en el rendimiento de los cultivos y la producción ganadera. Pero la población rural es mayor, tal vez tan grande como el 20% del electorado de Estados Unidos. Muchos de estos votantes son republicanos de larga data, ideológica y culturalmente conservadores, religiosos y algo mayores que la gente de los suburbios y las grandes ciudades. Si sus perspectivas económicas son lo suficientemente malas, podrían estar dispuestos a apartarse de su arraigada preferencia partidaria y votar por un candidato opositor. Pero la historia electoral muestra que las condiciones económicas tienen que ser muy, muy malas", dijo a Infobae James G. Gimpel, profesor del Departamento de Gobierno y Política de la Universidad de Maryland.
Una razón adicional por la que hay que prestar atención a los granjeros es que suelen ir a votar en grandes proporciones. Se estima que su tasa de participación en las elecciones de 2016 fue del 74%, casi 20 puntos superior a la del electorado en su totalidad.
Trump aún conserva su respaldo, pero hay una merma que, si se profundiza en el próximo año, podría ser muy nociva para sus aspiraciones. Una encuesta del sitio especializado Farm Journal Pulse reveló el 23 de agosto que el 71% de los agricultores apoyan en mayor o menor medida su gestión. Son nueve puntos menos que en julio, cuando el 79% manifestaba su acompañamiento.
Pero el dato que capta mejor la disminución del entusiasmo con el republicano es la caída que se produjo entre los que dicen respaldar decididamente a su administración. En julio era el 53 por ciento. Ahora es el 43%, diez puntos menos.
"No hay duda de que la guerra comercial de Trump con China está teniendo un alto costo financiero para muchos agricultores, como los sojeros del Medio Oeste —dijo McKee—. Pero si uno escucha lo que muchos tienen para decir, parece que la mayoría está dispuesta a seguir con Trump porque cree que las cosas eventualmente funcionarán a su favor. Dicho esto, es muy poco probable que como grupo registren en las elecciones de 2020 el mismo nivel de apoyo a Trump que en 2016. Sin embargo, en lugar de un vuelco marcado hacia el Partido Demócrata, es más factible que disminuya un poco su participación".
Un estudio de FiveThirtyEight, reconocido sitio web de análisis electoral, muestra que no es necesario que los granjeros cambien masivamente de color político para que peligre la reelección de Trump. En estados en los que ganó por muy poco margen en 2016, basta con que unos pocos lo hagan y otros, ante la decepción, decidan no ir a votar.
En Michigan por ejemplo, hay unos 80.000 granjeros, y la diferencia entre Trump y Hillary Clinton fue de apenas 10.700 votos. En Wisconsin son más de 111.000 y la distancia fue de 22.700. En Pensilvania, donde hay 92.300, Trump ganó por 44.300 votos.
Si el enojo crece y, sobre todo, si se transforma en una acción colectiva de protesta, la victoria del presidente en esos estados clave podría verse seriamente comprometida. Estos pequeños cambios son decisivos en un país en el que las elecciones presidenciales son indirectas, y sólo se necesita un voto más que el rival para quedarse con todos los electores que corresponden a un estado.
Consciente del disgusto de muchos productores, Sonny Perdue, secretario de Agricultura, inició días atrás una gira por distintos puntos del país, con el objetivo de llevar calma y transmitir los planes de contención del gobierno. La administración Trump ya aprobó dos paquetes de ayuda financiera por un total de 28.000 millones de dólares, y se esperan más medidas similares en el futuro.
"Sorprendentemente, muchos agricultores siguen siendo partidarios de Trump —dijo Dimitri—. Los subsidios a los perjudicados por la pérdida del mercado chino son pagos de la administración destinados a que continúen apoyando al presidente. En la medida en que el Gobierno siga aumentando la cantidad de dólares en compensaciones, lo más probable es que mantenga contenta a su base. El análisis de organizaciones de renombre sugiere que los pagos que están recibiendo superan las pérdidas reales".
Por otro lado, en el marco de la cumbre del G7 en Francia, Trump se reunió con Shinzo Abe, primer ministro de Japón. Tras el encuentro anunciaron un acuerdo de libre comercio que, entre otras cosas, estipula que el país asiático empiece a comprar más maíz estadounidense.
Por ahora, es posible que estos paliativos sirvan para contener el malestar en el campo. Pero no está claro si serán suficientes en caso de que se profundicen las consecuencias negativas de la guerra comercial.
"Mi impresión es que algunos agricultores que han sido perjudicados por las políticas de Trump pueden cambiar y votar a los demócratas en 2020 —dijo Albrecht—. Supongo también que hay muchos que no girarán. De alguna manera, creen en sus palabras cuando les dice que está luchando por ellos. Pero creo que habrá suficientes personas que cambiarán su voto para dar la victoria a los demócratas, especialmente si estas políticas nos llevan a una depresión".
Hay un antecedente que Trump puede observar con preocupación, aunque no le resultaría fácil verse reflejado en un presidente tan distinto a él. El demócrata Jimmy Carter, que era un productor de maní en el estado de Georgia, ganó las elecciones de 1976 con el voto de cientos de miles de granjeros, que se sentían identificados con su historia.
No obstante, en el contexto de la Guerra Fría, castigó a la Unión Soviética por la invasión de Afganistán con una suspensión de todas las ventas de granos. Fue un palazo para los agricultores, que en 1980 se volcaron en masa por el republicano Ronald Reagan. Carter es de los pocos presidentes estadounidenses que no lograron la reelección.
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