Elizabeth Warren, el azote de demócratas, banqueros y Donald Trump

La senadora por Massachussetts es una de los 20 precandidatos demócratas. En los debates se destaca por sus propuestas y el coraje para presentarlas

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Elizabeth Warren (Reuters)
Elizabeth Warren (Reuters)

"¡No entiendo para que se toman el trabajo de postularse a la Presidencia mientras repiten que esto o aquello no se va a poder hacer!", lanzó la gran dama de la centroizquierda estadounidense, Elizabeth Warren, a sus contrincantes que la acosaban en el debate de la interna demócrata. Lo dice en forma sincera, firme, convincente. Se destaca de varios de los otros 20 postulantes, muchos "coucheados", entrenados para debatir. Ella es una natural. Le sale del alma.

La senadora basó su campaña presentando diferentes propuestas concretas en cada aparición. Una de las más audaces es la de desmantelar los grandes monopolios de las empresas tecnológicas. Desintegrar gigantes como Facebook, Amazon o Google. Asegura que no permiten que otras empresas prosperen en un mercado en el que están en desventaja. Además, cree que esto permitiría a los usuarios tener más control sobre su información personal. También tiene planes para reducir drásticamente la deuda estudiantil y ofrecer matrícula gratuita en las universidades públicas; desintegrar grandes conglomerados agrícolas para hacer el mercado más equitativo para las granjas familiares; exigir a las grandes corporaciones que paguen más en impuestos federales; regular a los navegadores de Internet como servicios públicos; combatir la epidemia de opiáceos como se hizo en los noventa con la de Sida; crear un fondo de "patriotismo económico" para crear oportunidades laborales; y una nueva ley para permitir el juicio político del presidente en ejercicio en una variedad muy grande de casos (obviamente, destinado a Trump). Juntas, las propuestas prometen un nuevo nivel de intervención gubernamental en casi todos los aspectos de la vida económica. Algunas de las ideas son pragmáticas, otras casi imposibles de aplicar sin tomar Wall Street por asalto. De todos modos, asegura que ella es "capitalista" y que "sólo quiero regular los mercados para que beneficien a todos".

Todo esto la llevó a que se haga muy popular lo que ya es un slogan de su campaña: "Tengo un plan para eso". Lo usan como muletilla desde los humoristas de televisión hasta sus rivales para burlarse de ella. Pero resultó muy efectivo. La última semana, la comediante Ashley Nicole Black escribió, en Twitter: "¿Crees que Elizabeth Warren tiene un plan para arreglar mi vida amorosa?". Sorpresivamente, recibió esta respuesta de Warren: "Envíame un mensaje y vamos a resolver esto".

Por supuesto, todos la comparan con Hillary Clinton. Blanca, senadora de la Costa Este, abogada, decidida. Tienen muchas características en común. Pero son muy diferentes en la percepción de los votantes. A Hillary muchos la veían como una oportunista que decía y se desdecía. Warren tiene una imagen de "naif pero sincera". Su principal oponente en el ala izquierda del partido es Bernie Sanders, el senador de Vermont que se define como "socialista democrático". Coinciden en algunas propuestas, pero no se parecen en nada. Ella se despega diciendo que "hay que hacer más justo el sistema, pero no destruirlo". La otra gran dama de estas primarias demócratas es Kamala Harris, senadora por California con un padre de Jamaica y una madre de la India, que compite discretamente con Warren después de años de sumar sus votos en el Congreso. Y el favorito sigue siendo el ex vicepresidente Joe Biden, a quien no le fue muy bien en los debates de la última semana y que aún no tiene, de ninguna manera, la nominación asegurada.

Warren , durante el último
Warren , durante el último debate de los precandidatos demócratas a la presidencia (REUTERS/Lucas Jackson)

A Warren le gusta comenzar sus actos hablando de sus raíces. Cuenta la anécdota de cuando su madre salió a buscar trabajo después de un ataque al corazón que dejó a su padre sin poder trabajar por meses. "Estábamos perdiendo la casa", cuenta. "No entraba dinero y la situación se hacía cada vez más difícil para mí y mis tres hermanos mayores. Hasta que un día vi a mi mamá sacar del placard un vestido que guardaba para ocasiones especiales como casamientos o velorios. `Voy a buscar un trabajo´, dijo. Ella nunca había trabajado fuera de la casa. Quedé muy sorprendida. Regresó diciendo que la habían contratado en una oficina de las tiendas Sears, con un sueldo mínimo, para atender los teléfonos. Y con eso salvó la casa, pagó las cuentas y nos dio de comer. Ahora, un sueldo básico no alcanza para sacar a una madre y su hijo de la pobreza. Y por esto es que estoy aquí, por el coraje de mi madre y para que el sueldo básico vuelva a ser digno".

Ella dice que fue "una sorpresa" para sus padres que ya tenían dos hijos bastante mayores que ella. Sus hermanos estuvieron en la guerra de Vietnam, uno como piloto y el otro como médico militar. Ella logró llegar a la universidad con una beca que ganó destacándose en los concursos de debates de la escuela secundaria. A los 19 años se casó con su noviecito de la adolescencia, Jim Warren, y lo siguió a Houston donde trabajaba para la IBM. Tuvieron dos hijos, Amelia y Alex, mientras ella continuó estudiando hasta obtener un master en leyes y comenzó a dar clases en la universidad de Houston. En 1978 se divorció y se casó con un colega profesor, Bruce Mann, pero mantuvo el apellido de su primer marido. Se dedicó los siguientes diez años a investigar cómo afrontar las crisis de las hipotecas. En particular las leyes que hacían perder sus casas a familias que podían pagar los créditos, pero que el sistema los castigaba igual. Escribió un libro exitoso sobre el tema y la contrataron para enseñar en la prestigiosa Havard Law School. En 1995 la llamaron para asesorar en el tema de las hipotecas a una comisión del Senado en Washington. Y en 2003 escribió un segundo libro: "La trampa de los dos sueldos. Por qué las familias de clase media terminan con quiebras económicas". Llamó la atención de los entonces candidatos presidenciales John Kerry y John Edwards, así como de varios legisladores, que le pidieron consejos. Y la crisis financiera del 2008 con las "hipotecas basura" terminó de darle la razón y ponerla bajo todos los reflectores. Ahora, los llamados provenían de la secretaría del Tesoro, querían que los ayudara a salir de la peor crisis desde el crack de 1929. La revista Time la puso en su tapa con otras dos activistas y el título: "Las nuevas sheriff de Wall Street".

Warren ha sido una de
Warren ha sido una de las principales promotoras en el Congreso del juicio político a Donald Trump.

Cuando llegó Barack Obama a la Casa Blanca integró la comisión que lo asesoró sobre las medidas para salir de la crisis. Fue el presidente quien la respaldó para presentarse como candidata a senadora. Contra todo pronóstico ganó la elección y en noviembre de 2012 se convirtió en la primera mujer en llegar a la cámara alta del Congreso representando a Massachussetts. El New York Times dijo que Warren era un buen ejemplo de "cómo se puede luchar contra la ambición desmedida de los bancos y, a pesar de eso, ganar con el apoyo de los donantes adinerados". Integró el comité de regulación de las actividades bancarias y fue el azote de los multimillonarios que "se aprovechan de los resquicios del sistema para robar a los más pobres". En poco tiempo, la prensa la catapultó a la categoría de "líder demócrata capaz de competir en la primaria y llegar en 2020 a la Casa Blanca".

La campaña presidencial comenzó con un tropiezo que casi la deja fuera de carrera. En un acto dijo que tenía ancestros indios americanos y se descubrió que así se había definido cuando le preguntaron su "raza" en los formularios de trabajo. Donald Trump la llamó "Pocahontas" en uno de sus habituales tweets y las redes se inundaron de memes burlándose de ella. Tuvo que pedir disculpas por no tener pruebas de sus raíces familiares. Los Cherokees se enojaron mucho. Finalmente, se hizo un ADN que mostraba que podría haber tenido algún antepasado indio, aunque no era concluyente. Se salvó del escarnio cuando una de las asociaciones de indios estadounidenses le dio su apoyo y la invitó a un congreso nacional.

Fue cuando se encerró junto a su esposo y su perro Bailey, un Golden retriever que muchas veces va con ella en los viajes de campaña, en su departamento de Washington, apenas a una cuadra del Mall que define la ciudad. Y relanzó su candidatura con proyectos para financiar la compra de viviendas para los Millennials y el pedido de juicio político a Trump por la trama del Rusiagate. Se recuperó. Las encuestas la dan por encima de Sanders aunque debajo de Biden. Pero el mote de "Pocahontas" ya quedó sólo relegado a los sitios de Internet de la extrema derecha que apoya a Trump y la odia a ella. "No voy a hablar más sobre mis ancestros. Este es un país todavía muy racista con un presidente racista", declaró. Y sigue presentando proyectos de los más variados temas por si llega a la Casa Blanca. Ahora, la llaman "Elizabeth, la que tiene plan para todo".

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