Negociadores de Estados Unidos y China se reunieron el miércoles una nueva ronda de conversaciones para acabar con su guerra arancelaria. Donald Trump sacudió los mercados financieros en la víspera al acusar a Beijing de forzar el estancamiento con la esperanza de que no salga reelegido en 2020.
La reunión terminó unos 40 minutos antes de lo previsto el miércoles en la tarde. Ninguna de las dos delegaciones habló con reporteros y el Representante Comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, partieron hacia el aeropuerto de la ciudad china. La cita "fue productiva", reportó la agencia estatal Xinhua.
Los economistas aventuran que es poco probable que haya avances repentinos ya que Washington y Beijing siguen manteniendo las mismas diferencias sobre la política tecnológica y el superávit comercial chino que provocó el colapso de las negociaciones en mayo.
Tras una cena de trabajo y medio día de negociaciones, analistas citados por medios locales afirman que se trató de una reunión "simbólica" y "armoniosa" que muestra la voluntad de seguir negociando y, a su vez, que ninguna de las dos partes tiene prisa por cerrar un pacto definitivo.
Trump y su homólogo Xi Jinping acordaron el mes pasado reanudar los contactos, pero ninguno de los dos gobiernos pareció estar dispuesto a ofrecer grandes concesiones. Además, no aminoraron las acusaciones mutuas sobre las prácticas comerciales.
El martes, el líder estadounidense criticó a Beijing por "cambiar siempre lo acordado" para su beneficio, acusaba a China de "no cumplir" y de retrasar deliberadamente la firma de un acuerdo con esperanza de que en las elecciones de 2020 gane el candidato demócrata. "El problema para ellos si esperan, sin embargo, es que si cuando yo gane, el acuerdo que conseguirán será mucho más duro que lo que ahora negociamos… o no habrá acuerdo", amenazó el presidente estadounidense en su cuenta de Twitter.
Los comentarios no cayeron nada bien en China: la televisión estatal, CCTV, aseguró que las "tácticas de presión" del presidente estadounidense -a quien no citaban directamente- solamente conseguirían "dañar" las nuevas negociaciones.
La disputa, que nació de la denuncia de Estados Unidos de que China roba o presiona a las empresas para que entreguen su tecnología, afectó a los exportadores en los dos países y alteró el comercio de todo tipo de bienes, desde soja a equipos médicos. Trump elevó los aranceles a importaciones chinas valoradas en 250.000 millones de dólares, mientras que Beijing respondió gravando productos estadounidenses por valor de 110.000 millones de dólares.
El liderazgo chino se resiste a la presión de Washington para abandonar sus planes de crear industrias líderes en robótica, inteligencia artificial y otras tecnologías, patrocinadas por el estado. Estados Unidos se queja de que estos esfuerzos se basan en la presión o el robo a empresas extranjeras para que compartan su tecnología.
Por su parte, los negociadores estadounidenses son reacios a ceder a la petición china de levantar de inmediato los aranceles. Trump quiere mantener algunos de los gravámenes para asegurar que Beijing cumple con los acuerdos.
La retórica de los dos bandos se ha endurecido, lo que generó la idea de que los líderes se están preparando para una "guerra de desgaste".
(Con información de AP)
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