Aquella mañana de 1997, Rosalynn McGinnis se encontraba en la escuela. Ella no lo sabía, pero aquel sería su último día de libertad. En las dos décadas siguientes, se convirtió en la víctima sexual de un depredador que la despojó de su infancia, de su inocencia, y de todo lo que hasta entonces conocía.
Henri Michelle Piette la secuestró aquel día. Él era un hombre violento que había mantenido una relación sentimental con su madre durante tres años. Comenzaron a salir cuando Rosalynn McGinnis tenía sólo nueve años, momento en el que empezaron los abusos. Piette pegaba brutales golpizas a su pareja, y de vez en vez, violaba a su pequeña hijastra.
La semana pasada Henri Michelle Piette fue condenado a cadena perpetua por todo el daño que infligió a Rosalynn McGinnis durante las dos décadas que mantuvo cautiva a su víctima. En 2016, ella logró escapar, y rescatar a los nueve hijos que tuvo mientras estuvo secuestrada, fruto de los abusos de su agresor.
Tres años después, decidió salir del anonimato y contar su historia. Aunque ahora disfruta de su libertad, nunca podrá entender cómo alguien puede hacer a un niño "lo que él me hizo a mí".
Dos décadas de terror
Aquel día de 1997, Piette raptó a Rosalynn McGinnis en su escuela de la ciudad de Poteau, Oklahoma. Tras hacerse con la niña escapó a México con sus tres hijos biológicos. A ellos les dijo que McGinnis sería su "nueva mamá". Les cambió el nombre, y a ella le obligó a cortarse y teñirse el cabello pelirrojo, para evitar que alguien la reconociera en el camino.
Sólo un año más tarde, cuando McGinnis tenía 13 años, la forzó a ponerse un vestido de novia, y se casaron en una ceremonia ilegal en la parte trasera de una camioneta, que ofició uno de sus hijos menores.
A los 15 años, McGinnis dio a luz por primera vez. Sería la primera de nueve en total. Durante las dos décadas que estuvo recluida, vivieron en Texas, Montana, Idaho, Nuevo México, Arizona y México, según informó el FBI. Así evitaba Piette que las autoridades les siguieran el rastro. Algunas veces incluso, volvió a Oklahoma para obligarla a escribir cartas y despistar a la policía, haciéndoles creer que nunca habían abandonado ese estado.
El tiempo que vivieron en México, él la violaba todos los días, según explicó la víctima a People TV. La golpeaba con rifles, con bates de béisbol, botellas de cristal y tablas de madera. Más de una vez, le rompió los huesos.
Rosalynn McGinnis explicó que constantemente mendigaba en la calle para poder alimentar a sus hijos, pues su agresor se gastaba todo el dinero en alcohol y drogas.
En junio de 2016, decidió terminar con todo aquello. Se armó de valor y huyó con ocho de sus nueve hijos. Entonces, se encontraban en la ciudad de Oaxaca, en México, pero el mayor de ellos había viajado a EEUU.
Rosalynn McGinnis consiguió el número de Centro Nacional de Niños Perdidos y Explotados del país latino, y pudo contactar con la embajada estadounidense. Piette cayó en 2017, cuando acudió a la embajada a renovar su pasaporte.
"99% mentira. Estoy diciendo la verdad. Yo nunca violé a ningún niño. Yo hice el amor a mi mujer. Estábamos casados", dijo el procesado a la cadena de televisión estadounidense Fox 23, antes de conocer su sentencia.