Las mujeres blancas están teniendo menos hijos porque se dedican a sus carreras; también está disminuyendo la cantidad de espermatozoides que generan los hombres blancos; las otras razas nos van a conquistar; tenemos que hacer como los musulmanes, las mujeres en casa cuidando los hijos. Estas son convicciones de los supremacistas blancos que inundan las redes sociales y que están desatando cada vez más atentados terroristas en todo el mundo. El epicentro de estas teorías disparatadas y de las acciones más violentas y constantes está en Estados Unidos, pero se extiende por Europa y hace unos pocos días lo vimos en Nueva Zelanda cuando un supremacista entró a una mezquita y mató a 50 personas diciendo que "se trata de la tasa de natalidad".
El FBI tiene 850 investigaciones abiertas por terrorismo doméstico, casi la mitad son casos de extremismo violento por motivos raciales. Así lo informó esta semana el director adjunto de Lucha contra el Terrorismo, Michael McGarrity al declarar ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, en Washington. McGarrity dijo que la "mayoría significativa de los casos motivados por el odio racial involucra a los extremistas de la supremacía blanca", y calificó la amenaza planteada por los terroristas internos como "persistente y en evolución". "De hecho", aseguró, "en los últimos años hubo más arrestos y muertes en Estados Unidos causados por terroristas domésticos que por terroristas internacionales". En 2018, se produjeron seis ataques por motivos raciales o religiosos que dejaron 17 muertos a los que se suman otros cien que no terminaron con víctimas fatales.
La audiencia en el Congreso fue convocada después de dos ataques en California, así como un complot desbaratado de un masivo ataque en varios estados, todos motivados por razones religiosas y organizados por supremacistas blancos. Para el presidente Donald Trump, todo esto es una exageración. Hablando con los periodistas después del ataque a la mezquita en Christchurch, Nueva Zelanda, el magnate dijo que no consideraba el nacionalismo blanco como una amenaza mundial en aumento, y agregó: "Creo que es un pequeño grupo de personas que tienen problemas muy, muy graves". La oposición demócrata le respondió con dureza. El representante Bennie Thompson, demócrata de Mississippi, se refirió a la falta de reacción que tuvo Trump después de un ataque nacionalista blanco en Charlottesville, Virginia, en 2017, que dejó un muerto. "Su falta de voluntad para denunciar y distanciarse de estos extremistas es interpretada por muchos de nosotros como un apoyo tácito", dijo.
De los 850 casos de terrorismo nacional investigados por el FBI, casi la mitad están protagonizados por "libertarios nacionalistas" que se oponen a "la opresión" del Estado y la inmigración. La gran mayoría de los blancos de zonas rurales del MedioOeste estadounidense se sienten "muy enojados" con lo que sucede en su país y el resto del mundo. Lo expresaron votando por Trump y en contra de los políticos y los partidos tradicionales a quienes consideran como "traidores". Los congresistas integrantes del comité de Seguridad Nacional destacaron el papel que juegan en todo esto las redes sociales. "Uno de los mayores problemas que hemos tenido con el terrorismo doméstico y la propagación del terrorismo internacional en Estados Unidos es la incapacidad de las compañías que manejan las redes sociales para bloquear los mensajes de odio que se extienden por todo Internet" dijo el representante John Katko, un republicano de Nueva York. "Creo que las compañías son responsables y deben ser más activas en el combate del extremismo". Sin embargo, Brad Wiegmann, un fiscal general adjunto de la División de Seguridad Nacional, aseguró que la relación con empresas como Facebook y Twitter es "muy sólida" y que su autorregulación mejoró notablemente. Lo cierto es que los supremacistas blancos se siguen comunicando a través de las redes y se alientan unos a los otros con sus mensajes de odio racial.
"Se trata de las tasas de natalidad", repiten en los chats de clubes "blancos", que van desde algunos motoqueros del estilo "Hell´s Angells" hasta granjeros y veteranos del ejército. La misma frase que gritaron los supremacistas blancos con antorchas en mano en Charlottesville, cuando se produjo uno de los peores ataques de terrorismo doméstico de los últimos años. Y agregan: "No nos remplazarán". Ese también es el eslogan del grupo neonazi Identity Evropa, por ejemplo. Detrás de la idea se encuentra una teoría conspirativa racista conocida como "la teoría del remplazo", que fue popularizada por un filósofo francés de extrema derecha. La hipótesis, una extensión de la teoría colonialista, se basa en la idea de que las mujeres blancas no están teniendo suficientes hijos y que las bajas tasas de natalidad llevarán al remplazo de las personas caucásicas en todo el mundo por parte de personas de otras razas. Y como la mayoría de las ideologías fundamentalistas, en la base de todo aparece el sometimiento de las mujeres.
Esa preocupación, que consideran una amenaza existencial, se traduce en que el problema es de "las mujeres que están trabajando en vez de construir familias". Los grupos culpan al feminismo y plantean preguntas sobre temas que parecían superados hace décadas, como: ¿las mujeres deben tener derecho a trabajar y votar?
"En su mentalidad de choque de civilizaciones, los hombres blancos están en una posición más vulnerable porque sus mujeres no están llevando a cabo el trabajo de la reproducción", explicó al New York Times Arun Kundnani, profesor de la Universidad de Nueva York y autor de "The Muslims Are Coming! Islamophobia, Extremism and the Domestic War on Terror". "Dicen: 'Miren, los musulmanes tienen a sus mujeres donde deben estar y nosotros no lo estamos haciendo como se debe'".
La preocupación por las tasas de natalidad llegaron para los supremacistas a un punto crítico, en parte, debido a estudios recientes que muestran un declive en el número de espermatozoides y testosterona entre los varones. Muchos de ellos tienen contadores de esperma y publican los resultados en las redes casi a diario; otros están recurriendo a la terapia de remplazo de testosterona, convencidos de que la modernidad los ha feminizado. Le están dando un nuevo "ángulo científico" a los miedos ancestrales que los arrastra a promover políticas más violentas y apocalípticas.
Y si bien esos temores florecen en los foros de discusión en Internet, ya se extienden a los espacios masivos y convencionales de la derecha. Tucker Carlson, conductor estrella de Fox News, es uno de los promotores del debate. El mes pasado, comenzó su programa con un segmento que según él se trataba del "problema más grande que enfrentará nuestro país de ahora en adelante, más grande que las guerras y el producto interno bruto: el colapso de las familias". La causa principal de ese colapso, dijo, era que "algunas mujeres ahora están ganando más que algunos hombres".
El pánico por las bajas tasas de natalidad entre los blancos de clase media es universal. En un libro de 2012, el filósofo francés Renaud Camus argumentó que todos los países occidentales estaban acercándose a la erradicación mediante las tasas de natalidad. Esa teoría impulsó las campañas de ultraderecha como la del supremacista holandés, Geert Wilders. También se convirtió en la filosofía fundamental de varios ataques raciales en Estados Unidos. Y hasta el representante Steve King, republicano de Iowa, tuiteó en 2017: "No podemos restaurar nuestra civilización con los bebés de otros".
También se basan en estadísticas oficiales que muestran tasas de natalidad en desaceleración en varios países occidentales. En Estados Unidos, la tasa de natalidad ahora es de alrededor de 1.765,5 nacimientos por cada mil mujeres, de acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), una cifra que está debajo del nivel necesario para mantener estable la población sin la inmigración. Para detener esto, dicen los supremacistas, hay que "reeducar" a las mujeres para que se dediquen menos a sus trabajos y tengan más hijos.
Los mueve, sobre todo, el miedo. Están aterrados por perder lo que fueron sus privilegios durante siglos. No entienden la revolución científica, tecnológica y hasta antropológica que trajo el siglo XXI. Muchos menos, las sociedades multirraciales y multiculturales. Creen estar viviendo en la ficción de Margaret Atwood, "El cuento de la criada" (The Handmaid's Tale), que nunca leyeron, pero de la que son fanáticos en su versión de pantalla chica.