Pete Buttigieg, el alcalde gay demócrata, de South Bend, Indiana, que se lanzó a la Presidencia
En un domingo de lluvia helada cualquiera, la mayoría de los habitantes de esta ciudad del norte de Indiana se queda en casa, prende la chimenea y hace una maratón de capítulos de su serie favorita de Netflix. Pero este último domingo, South Bend pasó a ser el epicentro político de Estados Unidos, y miles de personas salieron ilusionadas a escuchar al alcalde Pete Buttigieg, o simplemente "Mayor Pete", anunciando su candidatura a la presidencia de Estados Unidos y haciendo un llamado a la renovación política.
Buttigieg, tiene apenas 37 años –de ganar sería el presidente más joven de la historia de este país-, y es una de las dos estrellas ascendentes del Partido Demócrata junto a la legisladora de origen puertorriqueño Alexandria Ocasio Cortéz. En las encuestas de las primarias demócratas, se ubica en este momento en tercer lugar detrás del ex vicepresidente Joe Biden (que todavía no anunció oficialmente su candidatura) y de Bernie Sanders, muy por encima de candidatas fuertes y de gran trayectoria como las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris. Aunque, tal vez, lo más interesante de Buttigieg es que logró ser alcalde en una zona netamente conservadora siendo abiertamente gay –se casó con Chasten Glezman el año pasado- y es un marine condecorado que luchó en Afganistán. Ahora, se podría convertir en el primer presidente Millennial.
Y ante miles de personas congregadas en lo que fue la gran fábrica de los automóviles Studebaker -motor de la economía de South Bend junto a la impresionante universidad de Notre Dame-, abandonada por mucho tiempo hasta que el alcalde la convirtió en un museo, Buttigieg hizo un discurso basado en la necesidad de un cambio generacional en la política estadounidense. "Tenemos que proyectarnos hacia el futuro, con nuevos líderes para el 2030 o 2054, que es cuando yo voy a tener la edad que tiene hoy el actual presidente", dijo en una estocada profunda sobre la enorme masa de Donald Trump. "Un día se escribirán historias, no solo sobre una campaña o una presidencia, sino sobre la Era que comenzó hoy aquí, en este edificio, donde el pasado, el presente y el futuro se encuentran…Hace frío, pero lo hemos sufrido todo el invierno. Estamos muy acostumbrados a estas temperaturas. Pero hoy, tú y yo tenemos la oportunidad de marcar el comienzo de una nueva primavera estadounidense". Lo aplaudieron con ganas los jóvenes que vinieron aquí desde Chicago, Detroit y hasta California, como iban detrás de los Kennedy en los sesenta. El problema es que la enorme mayoría de los presentes eran blancos y eso le podría complicar al Mayor Pete la llegada a la base del electorado demócrata, mucho más diversa. Su ventaja es que sabe cómo conectarse con los votantes del Medio-Oeste, que es la misma gente de donde abreva Trump.
Y está su bandera de lucha en favor del movimiento LGBTQ que le trae tantos seguidores como detractores. Pero para los que estuvieron en el "rally", todo fue una fiesta. En el primer momento, cuando comenzó a sonar "Don't Rain on My Parade" de Barbra Streisand, un ícono gay, hubo algún asombro, pero enseguida todos se pusieron a bailar y cantar. Durante el discurso Buttigieg imaginó retroceder en el tiempo y dijo que cuando era un joven universitario tenía la fantasía de que "el día que anuncie mi campaña para la presidencia, lo haré con mi marido al lado". Muchos hombres y mujeres heterosexuales se emocionaron. Chasten, el marido, salió a saludarlo después del discurso, se besaron y la multitud rugió.
"Realmente quiero que la generación más joven tome el control y que ya no haya más prejuicios por lo que somos", dijo al diario local Linda Zach, una empleada de comercio jubilada de 67 años. "Los más jóvenes van a heredar todo lo que jodimos nosotros. Tengo esperanza de que lo podrán logar". Muchos de los presentes apoyaron en la última interna demócrata al izquierdista-populista Benie Sanders. Pero ahora creen que ya se le pasó el cuarto de hora a Sanders, de 77 años. Y creen que el Mayor Pete tiene las credenciales y la sangre joven que podría sacar a Donald Trump de la Casa Blanca. "Sí, suena ridículo pensar en que alguien pueda llegar a la presidencia desde una alcaldía de una ciudad pequeña. Pero se necesita sangre joven y cerebros desarrollados para renovar la política estadounidense. Buttigieg cumple con estos requisitos", escribió el analista de Político, uno de los sitios web más influyentes de Washington. "Pete está destinado a ser una fuerza renovadora en el Partido Demócrata. No sé si llegará a candidato presidencial en estas próximas elecciones, pero es muy joven y tiene tiempo para esperar su momento. Llegará", dijo David Axelrod, el estratega político que llevó a Obama a la Casa Blanca.
Buttigieg no es un alcalde común del Rust Belt, el deprimido cinturón industrial de los estados del noreste donde las fábricas se oxidan y dejan a millones de personas sin trabajo. Se formó en Harvard y Oxford. Habla siete idiomas. Luchó como marine en la guerra de Afganistán. Tomó las riendas de esta ciudad caída y la convirtió en una de las de mayor futuro del país. Y se hizo famoso por tomar medidas muy simples que reconvirtieron South Bend: hacer doble mano la calle principal y reconstruir los edificios más emblemáticos para revitalizar el downtown (centro); convertir en una atracción la pequeña cascada del río St. Joseph –que atraviesa la ciudad- con un espectacular juego de luces; mejorar la economía con la instalación de varias empresas de servicios; e integrar el campus de la prestigiosa universidad de Notre Dame a los barrios de la ciudad.
Buttigieg también conoce lo que sucede en América Latina. Hace dos años estuvo en Buenos Aires invitado por el sacerdote jesuita Rodrigo Zarázaga del centro de estudios CIASE para dar una serie de charlas en la Escuela de Liderazgo Político. En una entrevista que le hice al Mayor Pete en ese momento dijo que "mi futuro político va a depender totalmente de lo que haga en la alcaldía de South Bend o donde esté. El verdadero poder se construye haciendo y atrayendo gente para que te acompañe en esa tarea. Llegar a la Casa Blanca o a la gobernación o lo que sea sólo es posible si mucha otra gente cree que puedes seguir creando progreso".
"En el Teatro Colón de Buenos Aires, Buttigieg pudo escuchar emocionado una brillante performance de Joshua Bell. Es que Buttigieg es un joven de carácter cercano y espontaneo. Es una persona normal que es intendente de una ciudad pequeña. A priori estas son escasas credenciales para aspirar a la Casa Blanca pero paradójicamente son en gran parte su fortaleza. La sociedad americana está particularmente descreída de la política y cansada de la polarización. Ve en los políticos una clase aferrada a sus beneficios y alejada de la realidad. De ese descontento surgió Trump. Para aquellos que están descreídos de la política y cansados de la polarización que incentiva Trump, Buttigieg es una bocanada de aire fresco. Representa la posibilidad de un cambio de la política sin que se transforme en comedia trágica. Como milenial de mentalidad abierta no es parte de esa clase política que polariza y frustra a muchos americanos. Además, claramente, la orientación sexual dejó de ser un tema saliente en la sociedad americana. Como intendente de una ciudad pequeña conoce el arte de ser cercano a los votantes y puede mostrar resultados reales; transformó un pueblo en decadencia en una ciudad con potencial", comenta Rodrigo Zarázaga, el cura que sorprendió a todos con su intervención hace dos años en el Coloquio de la organización empresarial IDEA.
Originalmente, esta zona del norte de Indiana, a una hora y media de Chicago y no muy lejos del gran lago Michigan, era un páramo helado y antiguo pasaje de las tribus locales hacia el oeste. Por esa misma zona se desplazaron exploradores franceses e ingleses a fines del 1.600. Poco después aparecieron los cazadores que hacían fortuna con las pieles. En 1865, se instalaron tres grandes empresas peleteras y South Bend pasó a ser una ciudad progresista. Para entonces ya estaba funcionando la universidad de Notre Dame, fundada por la congregación católica de Los Hermanos de Santa Cruz que era el corazón de la ciudad. Hoy, tiene un campus extraordinario: 136 edificios de estilo normando flotando en un parque de belleza y prolijidad extrema. Y un estadio de fútbol americano con capacidad para 80.000 personas que alberga a los Notre Dame Fighting Irish, ganadores de 13 títulos nacionales. Pero el gran motor de South Bend fue la fábrica de automóviles Studebaker que le dio prosperidad a la zona durante 70 años. Cuando cerró, en 1963, la ciudad se oxidó y la gente se fue a buscar nuevas oportunidades. Por otros sesenta años sufrió la crisis con una población cada vez más rural y conservadora. Hasta que los jóvenes demócratas formados por los curas franceses decidieron ocuparse del problema. Entre ellos apareció Buttigieg para reconvertir el distrito.
Hijo de dos profesores de Notre Dame y algo parecido a un niño prodigio. En su último año de secundaria, Buttigieg recibió la medalla de honor de manos de Caroline Kennedy por un ensayo que escribió sobre el presidente asesinado. Lo admitieron inmediatamente en Harvard. En 2004 salió graduado magna cum laude (las notas más altas) en Historia y Literatura. Pasó por el Congreso de Washington como asistente de varios senadores y se fue con una beca al Pembroke College de Oxford. Volvió con un doctorado y gran ímpetu para hacer política. Le escribió los discursos al ex Secretario de Defensa, William Cohen, y participó en la campaña presidencial de John Kerry hasta que sintió que tenía que contribuir en la lucha antiterrorista y se enroló en la marina como oficial de inteligencia. Todavía es teniente de la reserva y puede ser llamado a las filas en cualquier momento.
Eso fue exactamente lo que ocurrió en 2013 cuando ya era el alcalde de South Bend y fue convocado para una misión en Afganistán. Dejó el puesto al vicealcalde y luchó durante siete meses en la frontera con Pakistán. Había ganado las elecciones en el 2011 para convertirse en el jefe comunal más joven de una ciudad con más de 100.000 habitantes. Su primera medida fue reconstruir 1.000 edificios y casas en 1.000 días. Fue reelecto y cumplió con su promesa. Reparó y puso en valor 991 construcciones que estaban abandonadas antes del plazo de entrega, en noviembre de 2015. Y hoy sigue renovando. El centro de South Bend está constituido por preciosos edificios de la época dorada industrialista transformados en oficinas, lofts y departamentos que pueden alcanzar fácilmente el valor de medio millón de dólares. Las casas históricas que hay a pocas cuadras de allí pueden ser vendidas en más de un millón. En junio de 2015 salió del closet públicamente con un ensayo en el South Bend Tribune y se convirtió en el primer funcionario gay declarado del medio oeste. En un pub irlandés, el Fiddler’s Hearth de la calle principal de la ciudad, conoció a Chasten Glezman, maestro de una escuela Montesori. Fue con él con quien se casó, ante 200 invitados, en una iglesia del centro de la ciudad en mayo del año pasado. Glezman podría convertirse en el “primer marido” del primer presidente gay que ocupe la Casa Blanca.