Todos lo sabían en los pasillos subterráneos del Congreso de Washington. El veterano senador Joe Biden es un tipo campechano, entrador, siempre con una sonrisa, que abraza y besa a todo el mundo. Es lo que hace cualquier político o vendedor de autos cuando quiere caer bien y atrapar al votante o al comprador ingenuo. También se sabía en Capitol Hill que era un "piropeador y toquetero". Las secretarias, legisladoras amables y lobbystas que se le acercaban, lo testimonian. Pero también era vox populi que no pasaba de ahí, que no era un acosador serial. Creía que de esa manera caía simpático. Y, por supuesto, también lo hacía para conquistar. Los hombres de su época, como los tangueros argentinos, estaban convencidos de que debían estar en un estado permanente de conquista de la mujer. Y ahí los límites son muy difusos, muy cercanos al acoso. O, simplemente, trascienden esa delgada línea y se convierten en un manoseo denigrante. "Es un hombre que nació en la década de los cuarenta del siglo pasado. Pertenece a una generación donde el machismo era moneda corriente; donde la mujer todavía tenía un papel secundario en muchos aspectos. Un dinosaurio en la época del MeToo", define la socióloga Isabel Strendit, del Instituto del Comportamiento Humano.
Se sabía que Biden, quien fue elegido por primera vez como Representante de Dellaware al Congreso en 1973, había besado en los labios a la mujer de otro senador, que hacía "chistes" sobre la belleza de las hijas o nietas que veía en las fotos de los despachos de sus colegas y que durante una sesión le había dicho a una senadora que abriera sus piernas porque "vas a ser cacheada". Pero todo eso no le impidió de ninguna manera tener una carrera política de más de cuarenta años y llegar a la Vicepresidencia de la primera potencia global. Pero en la época del Me Too, las reglas cambiaron y Biden quiere ser el candidato demócrata para enfrentar a Donald Trump en las elecciones presidenciales del próximo año. Fue cuando lo que para él había sido hasta el momento un comportamiento "gracioso y entrador" lo arrastró como un huracán caribeño. Hay muchos interesados en que no presente su candidatura. Y comenzaron a operar. Varias mujeres salieron a decir lo que todos sabían, que las había tocado o besado inapropiadamente. Ninguna situación, hasta ahora, que podría ser considerada un delito por la Justicia y algunas ocurrieron durante actos públicos con cámaras de televisión encendidas.
Biden reaccionó rápido. Se puso delante de una cámara y dijo: "Las normas sociales están cambiando. Entiendo eso, y he escuchado lo que estas mujeres están diciendo. Para mí, la política siempre ha sido hacer conexiones, conectarme con la gente, pero seré más consciente de respetar el espacio personal en el futuro. Esa es mi responsabilidad y la cumpliré". Respondía a la denuncia que había hecho Lucy Flores, una ex legisladora de Nevada que describió cómo Biden le olió el cabello y la besó en la cabeza durante un acto proselitista en 2014.
Lo fantástico de toda esta trama político-sexual-moral, tan del gusto de los americanos, es que apareció como acusador el propio presidente Trump, que tiene 18 denuncias de acoso en la Justicia y una larga lista de acciones denigrantes para con las mujeres. El jueves, a través de su cuenta de Twitter publicó un video para burlarse de Biden. El clip de 15 segundos acompañado del texto "¡Bienvenido de nuevo¡", muestra el video que el senador había publicado el día anterior con su disculpa. Mientras Biden habla, aparece un muñeco con su propia cara que desde detrás del sillón en el que está sentado lo acaricia y lo besa en la cabeza.
En una de esas oportunidades que tienen los periodistas de la Casa Blanca de acercarse al presidente, uno de ellos le preguntó en forma socarrona si tenía algún consejo para darle a Biden ante las denuncias. Trump hizo una mueca cómplice y lanzó un sardónico: "Le deseo mucha suerte". Pero al día siguiente, hablando en una cena de recaudación de fondos en Los Ángeles, se despachó contra Biden. Lo acusó de ser funcional a "los socialistas" de su partido. "Ya llegaron a él, a nuestro ex vicepresidente", dijo levantando el mentón y mirando de costado mientras los presentes reían y aplaudían. Estaba mostrando su temor. Biden puede ser un candidato de consenso para los demócratas. Es un centrista que puede arrastrar los votos de los cansados con Trump, incluso de los republicanos que sienten vergüenza de tenerlo en sus filas, y lo pueden llevar a la Casa Blanca. Ante esto, es mejor dar el primer golpe.
Trump sabe muy bien con lo que está lidiando Biden. Su campaña presidencial de 2016 casi se descarrila con la publicación de viejas imágenes de video, en las que se jactó de usar su fama para tocar a las mujeres sin su consentimiento. "Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo", decía el magnate. En otro pasaje, agregaba: "Simplemente empiezo a besarlas. Ni siquiera espero. Cuando sos famoso podés hacer cualquier cosa, incluso, agarrarlas por la c….". Cuando ya estaba en la Casa Blanca, apareció Stormy Daniels, una estrella de películas pornográficas, que acusó a Trump de intentar comprar su silencio un mes antes de la elección para que no hable del affaire en el que se involucraron. Stormy describió muy gráficamente las relaciones sexuales que tuvieron unos pocos días después de que Trump se casara con su tercera esposa, Melania.
También, apoyó a políticos de su entorno que fueron acusados de "conducta sexual inapropiada con menores de edad" como el candidato a Senador por Alabama, Roy S. Moore. Habló sobre el "terrible dolor y sufrimiento" al que sometieron al juez Brett Kavanaugh y su familia durante el proceso de confirmación para integrar la Corte Suprema. Ante el comité de Asuntos Judiciales del Senado, la doctora Christine Blasey Ford, declaró que Kavanaugh la agredió sexualmente cuando ambos eran estudiantes universitarios. Trump se mostró en una reunión de gabinete frustrado por la forma en que Rob Porter, quien renunció como secretario de Recursos Humanos de la Casa Blanca en febrero de 2018 en medio de acusaciones de abuso doméstico por parte de sus dos ex esposas, "se vio obligado a irse sin tener la oportunidad de contar su lado de la historia". Trump también se burló del ex senador Al Franken, demócrata de Minnesota, por capitular tan rápido y resignarse después de que varias mujeres lo acusaran de besarlas contra su voluntad. "Se dobló como un trapo mojado", dijo Trump en un mitin en octubre. "Fue como, 'Oh, él hizo algo'. 'Oh, renuncio. Lo dejo.'" Y de acuerdo a lo que cuenta el periodista Bob Woodward en su libro "Miedo", Trump dio este consejo a sus amigos que estaban siendo acusados por acoso: "Siempre tienen que negar, negar, negar y decir que esas mujeres se quieren aprovechar de la situación". En una conferencia de prensa en las Naciones Unidas, explicó así la situación: "Recibí muchos cargos falsos en mi contra. Conozco amigos que también fueron acusados falsamente. La gente quiere fama, quiere dinero, quiere lo que sea. Entonces, cuando lo veo, lo veo diferente a alguien que está sentado en casa viendo la televisión".
Los demócratas salieron a defender a Biden en manada ante los comentarios de Trump. "Se refiere a las mujeres como cerdos. Califica a las mujeres por su apariencia en una escala del 1 al 10. Comenta que su propia hija está buena y que si ella no fuera su hija, trataría de levantarla. Son barbaridades contra las mujeres y nosotras se lo vamos a hacer pagar en las urnas", dijo al New York Times, Patti Solis Doyle, ex directora de campaña de Hillary Clinton. Pero Biden no ayuda mucho con sus declaraciones, en un discurso de hace unas semanas en Dover, Delaware, hablando de sus habilidades para acercarse a la gente y conseguir su voto, se autodefinió como "un político táctil".