Anna Delvey tuvo desde el principio una meta bien establecida: pertenecer a las altas esferas de la sociedad neoyorquina sin una sola tarjeta de crédito a su nombre.
Durante un año lo consiguió, estafando más de USD 300.000 dólares en su entorno cercano y de esta manera logrando una vida de ensueño material: hoteles de USD 500 la noche, cenas en restaurantes franceses, viajes a Marruecos, pasarelas en Nueva York, París, Londres y Berlín.
Lo hizo a través de una máscara social que le ayudó a engañar a más de un millonario iluso: Anna les contaba el cuento de que era una heredera alemana con más de 50 millones de euros en Suiza.
La editora de fotografía para la revista Vanity Fair, Rachel DeLoache Williams, admitió que llegó a prestarle más de 60 mil dólares a Anna para que ambas viajaran juntas a Marrakech. Incluso la apodó "la maga de Manhattan", cuando supo todos su artificios.
Un complejo sistema de giros postales, cheques sin fondos y una red sucesiva de bancos y "amigos" engañados le ayudaron a relacionarse con gente como Macaylay Cukin, Giorgia Tordini y el diseñador Marc Kremers.
Con esta identidad de rica heredera, la mujer tocó varias puertas de fondos de inversión, bancas privadas y multimillonarios… a todos les dijo que necesitaba ayuda para financiar su ambicioso -aunque inexistente- proyecto: crear el mayor club artístico de Manhattan. Lo único que necesitaba era un préstamo de entre 22 y 25 millones de dólares para sumarlos a sus "ahorros" que tenía en Suiza, según su versión.
Más de una vez consiguió préstamos bancarios que le fueron otorgados sin más identificación que su aspecto cuidado hasta el último detalle: le encantaban las gafas Céline tamaño XXL y siempre vestía Givenchy. Anna sabía perfectamente que entre mejor se viera, mejor la iban a tratar.
¿Cómo le hacía para no pagar? Su método consistía en giros postales falsos, transferencias que no llegaban, o cheques sin fondos que se emitía a sí misma para llegar hasta el siguiente banco: a Citibank le coló 160.000 dólares en cheques, de los que pudo sacar 70.000 antes de que la descubriesen y siguiese adelante con su apellido falso.
Sin embargo, con el tiempo empezaron a llegas denuncias de bancos, hoteles y restaurantes, que terminaron por aniquiliar el sueño de hadas de Anna Soronin, su verdadero nombre.
Finalmente, tras no presentarse ante un juzgado neoyorquino, las autoridades emitieron una orden de arresto contra la "artista de la estafa", como la llamó entonces la Fiscalía, y al poco tiempo la detuvieron en Malibú.
Aquella mujer que llegó a tener más de 40.000 seguidores en Instagram, nació en Rusia en 1991. En realidad fue criada en una familia humilde, cuyo padre era camionero, y a la mitad de su infancia la familia emigró a Alemania. En 2013 se decidió por salir a conseguir la vida de lujo con la que tanto soñaba. Tras un breve período como becaria en la revista francesa de moda Purple, empezó a codearse y a conocer gente del ambiente. Después, un programa de exención de visa le permitió llegar a Estados Unidos sin tener que pasar por el trámite.
Ahora duerme en la Isla de Rikers, la prisión más dura de Nueva York, en donde cerca de 650 mujeres se enfrentan a condiciones infrahumanas, y las autoridades norteamericanas buscan su deportación.