(Desde San Francisco) Lo lógico es que una ciudad se prepare para recibir un huracán o una ola de frío inédita o una avalancha de refugiados. Pero San Francisco se prepara para acoger una invasión de nuevos ricos. En los próximos meses se transformarán en empresas públicas (IPO) algunas de las nuevas y poderosas tecnológicas y sus empleados y proveedores recibirán una fortuna en sus cuentas bancarias. Uber, Airbnb, Pinterest, Lyft, Slacks y Postmates, entre otras, tienen planificado entrar al mercado de valores. Todas, con sus oficinas centrales alrededor de la bahía de San Francisco. Y muchos ya se están preparando para satisfacer las necesidades de estos nuevos consumidores de lujo. Algo que transformará a barrios enteros de esta península.
Las estimaciones del valor de Uber, la empresa de servicios de taxi, en el mercado es de 120.000 millones de dólares. Airbnb, la localizadora de viviendas para turistas, se valoró en 31.000 millones, Lyft, otra flota de taxis manejada por una aplicación, y Pinterest, la red social de las fotos, entre 12.000 y 15.000 millones. Y todo ese dinero caerá de la noche a la mañana en manos de unas 20.000 personas que viven y trabajan en un radio de unos pocos kilómetros a la redonda. Fortunas que transformarán todo a su alrededor. Esa es la manera en que se construyeron las zonas más elegantes de todas las ciudades donde se produjeron booms económicos desde la Revolución Industrial. Y se espera que ésta no sea la excepción. La nueva ola de la transformación científica y tecnológica va a convertir en multimillonarios a estos jóvenes que hasta ahora luchaban con sus salarios para llegar a fin de mes en una ciudad repleta de ricos.
Se supone que están ávidos de autos sofisticados, casas y departamentos, restaurantes, tiendas de diseño y todo lo que puedan comprar con ese dinero fresco. Y eso significa una oportunidad extraordinaria para los que saben hacer negocios. Particularmente, los agentes de bienes raíces. Prevén que una de las ciudades con las viviendas más caras del planeta tendrá muy pronto un espacio urbano aún más oneroso. La sección de Negocios del New York Times describió una reunión de agentes inmobiliarios californianos en la que Deniz Kahramaner, un especialista en análisis de datos de compra-venta, preguntó a sus colegas presentes: "¿Vamos a ver dentro de cinco años un condominio o departamento de una habitación por menos de un millón de dólares? ¿Vamos a ver casas por menos de tres millones?". "Definitivamente, no", se respondió. Enseguida dio datos de la falta de construcción de viviendas de alta gama y la llegada al mercado de un nuevo tipo de comprador muy exigente que va a llevar el mercado a las nubes. "En esas zonas donde ellos van a vivir, no habrá nada digno por menos de cinco millones de dólares. Sí, es una locura. Pero va a suceder", agregó Kahramaner. Los agentes inmobiliarios aplaudieron y expresaron tanta satisfacción como si les hubieran anunciado que ganaron la lotería.
Uno de los fenómenos que ya está marcando esta tendencia es que muchos dueños sacaron en los últimos días sus casas de la venta después de leer los informes de la posible subida de los precios. Herman Chan, de la división viviendas de Sotheby's calificó la situación como una "IPO-palooza". "Incluso, si logran la mitad del dinero que prevén ya será suficiente como para cambiar una buena parte de la economía de la ciudad. Y los especuladores inmobiliarios de la zona de la Bahía de San Francisco están oliendo sangre. Piensan que tienen que retener sus propiedades a la espera de que toda esa gente, desde directivos conservadores hasta jóvenes progresistas, busque nuevas casas".
Y, obviamente, no serán sólo casas. Están los servicios. Muchos de estos empleados son ingenieros o técnicos informáticos que no quieren viajar mucho tiempo para llegar a sus trabajos. En general, no cocinan ni cuidan el jardín. Si no tienen hijos, salen casi todos los días a comer afuera o a tomarse una cerveza. Con niños, piden delivery de calidad. Una vez por semana pasan por los supermercados Whole Foods, donde compran orgánico congelado y carnes preparadas para ir directamente al horno o calentar en la microonda. Exigen siempre productos de primera calidad. El resto, lo piden por Amazon. Compran on line y van muy poco a las tiendas; los shoopings se están muriendo. No ven televisión ni leen diarios de papel. Cada tanto, una serie de Netflix o de su competidora, también Amazon. Sobre todo, estos jóvenes adoran las bicicletas y van a trabajar montados en ellas. Están muy de moda las bicicletas eléctricas. La tienda New Wheel se prepara para colocar en vidriera la Stromer ST3, una maravilla muy liviana y potente que se vende por alrededor de 7.500 dólares, y los diferentes modelos de Riese & Muller, ofrecidos a unos 9.500 dólares
Todo eso va a promover una serie de negocios en zonas muy determinadas. Cuando Google o Facebook salieron al mercado público, todavía sus trabajadores estaban expandidos en diversos barrios, desde Mountain View hasta Menlo Park y el resto del Silicon Valley. En ese momento no se registró un boom inmobiliario concentrado como el que se prevé ahora. El dinero se expandió por todos lados y convirtió a la antigua ciudad contestataria de los sesenta en una urbe sofisticada y más exclusiva que fue expulsando ciudadanos de menores recursos a barrios más alejados. Ahora, se cree que estos nuevos ricos prefieren vivir más integrados al centro de la ciudad done tienen una mayor oferta cultural. Se van a quedar a vivir en San Francisco y la explosión inmobiliaria se producirá dentro de la misma ciudad.
Algo de todo esto ya se ve en el movimiento del mercado antes de que lleguen los cheques gordos. En 2018 se vendieron 5.644 propiedades en San Francisco y solo 2.208 eran casas unifamiliares. Se transaron, sobre todo, departamentos y condominios bien ubicados con vista a las colinas, la bahía o el Golden Bridge. Lo mismo sucede con los alquileres, son propiedades pequeñas de una habitación a un promedio de 3.690 dólares al mes. Según la consultora Compass, los compradores e inquilinos son en un 50% nuevos empleados de las tecnológicas. "Por conseguir una buena vista o un departamento en barrios de moda como Mission, pueden esperar seis meses o un año a que salgan nuevas propiedades al mercado. Son muy selectivos, en general, y ahora con dinero fresco en la mano lo serán aún más", comenta una decoradora de interiores que espera hacerse rica junto a estos jóvenes.
Y como siempre ocurrió con estos "booms", puede aparecer siempre un "cisne negro" que pinche la burbuja. Ocurrió ya muchas veces con las recesiones y aquí entre los chicos del software. Groupon, la empresa de servicios que opera en 15 países, abrió su IPO con alrededor de 26 dólares por acción y ahora cotiza a 3 dólares; Snap, la productora de aplicaciones para celulares, cotizó a 27 dólares y ahora está en 9. Y los "chicos tecnológicos" tienden a creer lo que sus jefes les inculcan: tienen una fe ciega en el valor de mercado de las empresas a pesar de que los economistas advierten permanentemente de la debilidad de algunas de ellas. Por ejemplo, Uber, Amazon y Netflix siguen siendo empresas que no generan ganancias. Todo lo que obtienen lo deben reinvertir.
Jonathan K. DeYoe, un asesor de inversiones citado por el New York Times, comenzó a trabajar con clientes de las punto.com en 1997. "Desde entonces, vimos de todo. Pero ahora, aparece por primera vez muy claro que estos fenómenos por un lado benefician enormemente a nuestra economía y al mismo tiempo contribuyen a crear mayor desigualdad", dijo. Esto se puede ver en el downtown de San Francisco. Miles de "homeless" deambulan en busca de un refugio y se entrecruzan con los empleados de aspecto informal vestidos en Banana Republic. Los millennials que se declaran Demócratas Socialistas y apoyan a candidatos como Bernie Sanders y se vuelven locos con los tweets de la nueva estrella política de Washington, Alexandria Ocasio-Cortez, están advirtiendo del incremento de personas sin techo y los precios exorbitantes de la vivienda en toda California. Se preparan para protestar contra los desalojos, van a hacer piquetes ante las oficinas de los constructores y se van a parar frente a los autobuses que llevan a los empleados de las tecnológicas. "Tendremos un desplazamiento masivo de vecinos en algunas áreas de la ciudad y no lo vamos a tolerar. San Francisco tiene que ser para todos. Es una urbe progresista, ejemplo para muchas otras ciudades de éste y otros países. Y no vamos a tolerar que unos nuevos ricos vayan a quedarse con lo que nos pertenece a todos", dice María Zamudio, que es directora asociada del Comité por el Derecho a la Vivienda de San Francisco.
Nada de esto parece preocupar a las empresas que esperan verse inundadas de una prosperidad largamente esperada. Algunas ya contrataron bandas importantes y catering con caviar del Mar Negro para las fiestas en las que esperan celebrar la lluvia de dólares que recibirán de los inversionistas. Hay un empresario que está organizando una fiesta temática de los ochenta con los B-52, Devo, The Bangles, Tears for Fears y Flock of Seagulls. Y otro, contrató un yate "importante" para festejar a lo grande mientras navegan por la bahía. Se preparan para "tirar manteca al techo" –precisamente, una expresión de los que "hicieron la América"-, con celebraciones al estilo de las que realizaban en los noventa los que se enriquecieron con las "burbujas" de Wall Street. Los nuevos ricos de las tecnológicas aseguran que ellos no quemarán plata pero que siempre puede haber algún "lobo" dispuesto a depredar con su reciente fortuna.
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