(Desde San Francisco) Los más ricos y los más pobres entrecruzan sus vidas a lo largo de la avenida Market, en el corazón de San Francisco. Bordeando el distrito financiero donde se manejan buena parte de las fortunas que están creando las nuevas compañías tecnológicas del cercano Silicon Valley, se concentra la mayor cantidad de homeless de Estados Unidos. Allí, también están las tiendas más sofisticadas, desde Saks Fifth Avenue hasta Barneys. Y Hipsters que se gastan cien dólares por día para mantener su barba cuidadosamente recortada junto a mujeres haciendo equilibrio sobre sus zapatos stiletto de raso rojo. Un contraste extraordinario con los otros habitantes del lugar. Hombres de pelos revueltos y ojos ensangrentados caminan por entre medio de ese derroche glamoroso desvariando y gritando. Otros que duermen envueltos en bolsas de dormir color naranja que le proveen en los refugios municipales. Mujeres que piden unas monedas mientras se tambalean con la mirada perdida. La ciudad más encantadora y sofisticada de la mayor potencia del mundo es también la vidriera de la miseria que genera. Con una característica especial, ambos, los potentados y los desarrapados, comparten el mismo problema: la falta de viviendas.
En la zona de la Bahía de San Francisco, con los barrios de las casas más caras del país, hay al menos 26.000 personas "en situación de calle" en forma permanente. Y otros 30.000 se suman y pasan días o meses en el área. Muchos, tuvieron que abandonar los lugares donde vivían porque no podían pagar los alquileres. A otros, los arrastraron las enfermedades mentales. La mayoría viene de otros lugares buscando un clima más cálido y una ciudad donde no los persigan. Están los veteranos de guerra -hay tres millones que sirvieron en Irak y Afganistán- que no se adaptan a la vida civil o sufren enfermedades. Y están los adictos. Se sabe que extraoficialmente muchos gobiernos municipales de todo el país pagan el boleto de la mítica compañía de micros Greyhound a San Francisco para sacárselos de encima. De acuerdo a un estudio publicado esta semana por el San Francisco Chronicle la mayoría de las personas sin techo tenían bajos ingresos antes de volverse indigentes. Pero algunos no lo eran. Simplemente fueron abatidos por la mala suerte, un accidente grave, o, como Wayne Shannon, por una incapacidad o falta de voluntad para planear sus "años dorados". Vive desde hace años en las calles de San Francisco y otras ciudades de la bahía.
Shannon tiene 74 años y trabajó toda una carrera como dibujante industrial. En 1973 obtuvo una licenciatura en artes industriales de la Universidad Estatal de San José, en California. Tuvo excelentes puestos en grandes empresas, desde el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore hasta Chevron, además de trabajos free-lance para contratistas de Alaska y Filipinas. Pero nunca se quedó mucho tiempo en ningún lugar, y no ahorró dinero. Nunca se casó ni tuvo hijos. Llegó a comprar una casa en un condominio pero la tuvo que vender en una de sus tantas idas y vueltas. En 2001, a los 56 años, lo despidieron de su último trabajo. Demasiado joven para jubilarse y muy viejo para que le dieran otro empleo. Comenzó a vivir en una furgoneta hasta que se la robaron. Desde entonces, vive en forma intermitente en refugios y los recovecos de los edificios. "Supongo que no pensé las cosas", dice a un reportero local con un hablar lento y un tono bajo. "Nunca permanecí en un trabajo el tiempo suficiente para echar raíces, y mi plan de jubilación era cobrar el Seguro Social. Pero con eso no se puede vivir…¿quién podía saber que las cosas serían tan caras?…Nunca pensé que estaría viviendo en una camioneta. Fue el tiempo. Pasa y uno queda atrapado".
Con un subsidio gubernamental para la vivienda, Shannon logró salir de la calle hace unos meses y ahora vive en un hogar para personas mayores de Oakland, al otro lado de la bahía. También, comenzó a tratarse las innumerables enfermedades que fue contrayendo en la calle. Después de años de negarse a aceptarlo, ahora viaja una vez por semana casi tres horas en autobús para llegar al Fort Miley VA Medical Center en San Francisco. Shannon fue sargento del ejército en la guerra de Vietnam y desde entonces quiso ocultar esa parte de su vida que lo marcó para siempre.
En Estados Unidos hay un millón de personas que viven en forma temporaria o permanente en la calle. La concentración en San Francisco es extraordinaria. Cualquiera lo puede sentir caminando por las avenidas del downtown o del barrio bohemio-chic de Mission. La mitad de los indigentes vienen de otros lugares. Pero el alto costo de la vida en esta zona del norte de California crea el otro 50%. El número de personas en situación de pobreza en San Francisco aumentó de 573.333 (8.6% del total) en 2000 a 668.876 (9.7%) en 2010 y algunos estudios ponen ahora esa cifra en más de 800.000 personas que no están cubiertas ni con el mínimo del Seguro Social. El Instituto de Estudios Regionales de Silicon Valley dice que la tasa de pobreza en 2018 fue del 11,3%. El fuerte crecimiento económico que experimentó en la última década esta zona por la transformación tecnológica y científica creó cientos de miles de nuevos empleos, pero son casi exclusivamente para personas con un alto nivel educativo. El fenómeno también trajo una escasez extrema de viviendas que llevó las rentas a niveles extremadamente altos. De acuerdo a un informe del diario Sacramento Bee, el aumento de personas sin hogar se debe sobre todo a la falta de viviendas y el aumento exorbitante de los alquileres. Un departamento de dos ambientes en la calle 22 del barrio de Mission mostraba ayer un cartel de alquiler por 5.500 dólares mensuales. El costo de vida es tan alto en San Francisco que un empleado con salario mínimo tendría que tener casi cinco empleos de tiempo completo para poder alquilar un apartamento de estas características.
Una pareja de jóvenes hipsters con sueldos arriba de los 120.000 dólares anuales cada uno, también tienen problemas para encontrar casa y pagar la hipoteca. "Son casi 6.000 dólares por mes que le tenemos que pagar al banco a pesar de que pusimos 300.000 dólares de pago inicial. Y es un departamento de dos habitaciones en una de estas casas típicas victorianas de aquí. Ahora puede valer hasta un millón y medio de dólares, pero todo es artificial. Nosotros nunca vimos esa suma de dinero ni la veremos jamás toda junta y si quisiéramos expandirnos a una de tres dormitorios para que cada uno de nuestros hijos tenga una habitación separada, creo que nos sería imposible", cuenta Alexandria, una consultora de Facebook, que toma un café en la esquina de la avenida Dolores con la calle 18, frente al que fue el primer convento jesuita de la zona levantado en 1776.
Los homeless llegan a San Francisco porque el gobierno de la ciudad es el que más esfuerzo hace en el país por protegerlos. Pero al mismo tiempo, la presencia de estas personas está comenzando a alejar a los que vienen aquí a gastar y no quiere enfrentarse a la realidad. La industria del turismo y las convenciones que deja anualmente 9.000 millones de dólares se está resintiendo. Grupos de médicos oncólogos y de abogados trasladaron a otras ciudades sus convenciones que reúnen a miles de personas cada año a causa de las quejas sobre la inseguridad para salir de noche. A pesar de esto, el alcalde London Breed acaba de anunciar un nuevo plan para levantar un gran complejo de viviendas comunales para albergar a los sin techo cerca del Bay Bridge, a poca distancia de donde se levantan los más lujosos condominios con vista al Pacífico. Tendrá un refugio para recibir 200 personas por noche y unos 300 departamentos de residencia temporaria.
El Instituto de Política Económica de Washington muestra en su informe 2019 que el salario por hora mínimo federal es de 7,25 dólares y que para afrontar el costo de vida promedio como el que los estadounidenses disfrutaban en 1970 tendría que aumentar a 19 dólares la hora. Todo esto, mientras el precio promedio de una casa se ha cuadruplicado en todo el país desde 1980, y la renta media apenas se duplicó. Aquí, el precio de un departamento de dos dormitorios en una tradicional casa de estilo victoriano de un barrio bien ubicado dentro de la ciudad no baja de un millón de dólares. Si se le agrega vista a la bahía y garaje, el precio se duplica. Todo en un momento en que la economía comienza a sufrir una desaceleración y la creación de empleo se estancó. En febrero se crearon apenas 20.000 empleos cuando se esperaban al menos 180.000, esto pone la tasa de desempleo en el 4%. El sector de la construcción fue el más afectado con la pérdida de 31.000 puestos de trabajo.
El Chronicle destacaba en su informe sobre los sin techo el caso de Michelle Myers, una mujer negra de 62 años que vive en la calle. Trabajó durante 30 años como camarera y crió tres hijos sola. Cuando ya no pudo pagar el alquiler de su casa se mudó a la de su padre. Cuando éste murió de cáncer en 2013, se quedó en la calle. Su madre había muerto unos años antes. Y casi al mismo tiempo su segundo marido murió de un ataque al corazón. Terminó viviendo en un viejo Volkswagen hasta que quedó atrapada por la heroína. Ahora sobrevive en un refugio de Oakland dedicado a los afroamericanos. El 43% de los homeless de esta zona son afroamericanos. Un número totalmente desproporcionado si se tiene en cuenta que los negros son el 13% del total de los 325 millones de estadounidenses.
John Papalo, es un muchacho de 34 años que también es un sin techo. Sobrevive con las monedas que le dan los que pasan por la calle Sutter del distrito financiero, mientras toca la guitarra y canta canciones que tienen que ver con los problemas de los homeless. "Al principio me pareció divertido, creía que era una aventura. En poco tiempo me di cuenta que no tener un hogar es una gran desgracia. Pero ya no podía hacer nada", cuenta mientras afina la guitarra y se prepara para una nueva melodía. "Mis padres murieron, mis hermanos vendieron la casa y se gastaron la plata. Me quedé sin nada. Tampoco había podido ir a la universidad. Y una cosa fue llevando a la otra hasta que me vine desde Ohio. San Francisco es la mejor ciudad para alguien que vive en la calle… Pero vivir en la calle es muy caro para la salud. Me dicen que estoy medio loco, así que creo que nunca podré ser una persona más o menos normal para vivir en una casa", dice y se levanta para ir hasta la parte trasera de un restaurante de comida rápida donde tiene unos amigos mexicanos que trabajan allí y le dan una sopa que se roban de la cocina.
Cuando anochezca, va a desenvolver su bolsa de dormir anaranjada y se va a acostar a dormir entre las columnas del magnífico edificio del San Francisco Stock Exchange, en la calle Pine. Allí, en unas pocas horas más comenzará una nueva ronda en la que se negocian las acciones de las principales empresas de alta tecnología de Silicon Valley. A pocos metros de su mísera existencia se estarán transando fortunas extraordinarias.