Bernie, el hombre que logró mover al partido Demócrata hacia la izquierda, está de regreso. Con su retórica populista y su fuerte acento de Brooklyn; con su aspecto de abuelo "canchero" y de llegada a los jóvenes más escépticos, el senador Bernie Sanders, un declarado independiente de Vermont y ex candidato demócrata en 2016, se embarcó en una segunda postulación a la Casa Blanca. Esta vez no estará frente a Hillary Clinton, la mujer que le ganó la nominación hace tres años. Tendrá frente suyo en las primarias demócratas a otros 19 candidatos y muchos de ellos cercanos a sus ideas.
A los 77 años, es la figura que representa las posiciones de los millennials a los que les lleva más de medio siglo. Es visto como el único progresista con posibilidades de llegar a la Casa Blanca. Él mismo se declara un "demócrata socialista". De acuerdo a una encuesta de Gallup, el 51% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años tiene una visión positiva del socialismo. En las primarias del 2016, este segmento de jóvenes ya le dio a Sanders más votos que los de Hillary Clinton y Trump sumados. Son los chicos que se vuelcan masivamente en busca de una respuesta a la falta de movilidad social -la esencia del sueño americano que viene deteriorándose desde hace 40 años- y la enorme concentración económica. Los ingresos del 1% más rico de los estadounidenses en estas últimas cuatro décadas se incrementaron un 242%, casi diez veces más que el ingreso medio estadounidense. Sobre estos números se monta Sanders para llegar a los que se encuentran ante un futuro incierto y están convencidos de que la solución a sus problemas no va a venir deteniendo la migración o iniciando guerras comerciales. Están tan enojados como los "trumpistas" pero son progresistas, ecológicos, tecnológicos y humanistas.
"Durante nuestra campaña de 2016, cuando presentamos nuestra agenda progresista, nos dijeron que nuestras ideas eran radicales y extremas", escribió Sanders en un correo electrónico que envió esta semana a sus partidarios. "Han pasado tres años y lo que vemos es un verdadero extremismo de derecha. Como resultado, ahora hay millones de estadounidenses que dicen basta y contraatacan todas estas políticas. Nuestras ideas ahora cuentan con el respaldo de la mayoría de los estadounidenses".
Su agenda populista fue adoptada por varios de los pre-candidatos demócratas contra los que va a tener que competir en estas primarias. En particular, están la senadora Warren, que comparte desde hace años muchas de sus mismas posiciones en economía y Kamala Harris que puede llevarse muchos de los votos que recibió Barack Obama. Al mismo tiempo, debe compartir con todos sus oponentes las banderas con las que enfrentó con éxito a la "dinastía de los Clinton", como las del feminismo combativo y la diversidad cultural y racial. También enfrentará un escrutinio mucho más exhaustivo que hace tres años, cuando gran parte de los medios de comunicación y la clase política lo trataron más como un personaje pintoresco que como un verdadero retador para la nominación a la presidencia. Y si bien las jóvenes estrellas políticas en ascenso como Alexandria Ocasio-Cortez y Ayanna Pressley le arrebataron parte de su liderazgo sobre el ala progresista del partido, Sanders sigue siendo el único demócrata que logro despertar a una generación de jóvenes que votan y trabajan en forma voluntaria para revivir la agenda progresista. También, se le reconoce haber sido quien logró transparentar y reformar el proceso de nominación presidencial que incluye la reducción de la influencia de los "superdelegados" (las figuras destacadas del partido que no son elegidas por voto popular pero que tienen mucho poder en la nominación presidencial) y la prohibición de dejar candidatos fuera de los debates, factores que en gran medida favorecieron a Hillary Clinton en 2016.
Muchos estadounidenses –aunque no lo voten- creen que Sanders es el candidato mejor posicionado para lograr sacar a Trump de la Casa Blanca. Para un extremista se necesita otro extremista, dicen. Y el equipo de reelección del presidente no perdió ni un minuto para pintar a todos sus rivales como "sanderistas". Emitió una declaración en la que denunció a "todos los candidatos demócratas por abrazar su socialismo". En una entrevista en "CBS This Morning", Sanders respondió que "Trump va a decir: Bernie Sanders quiere que Estados Unidos se convierta en Venezuela. Y no es verdad. Yo no quiero que Estados Unidos pase por la horrible situación económica que lamentablemente existe en Venezuela en este momento". "Lo que Bernie Sanders quiere es aprender de otros países que están haciendo un mejor trabajo que nosotros para enfrentar la desigualdad de ingresos y la acumulación de riqueza".
Él mismo no es un hombre pobre. Tiene tres casas, la última la compró en 2016 frente a un lago en su estado de Vermont. Las otras dos son las históricas donde vivió y vive con su familia. En el 2017, tuvo ingresos de más de un millón de dólares gracias a los derechos de su best seller "Our Revolution", una reflexión sobre lo ocurrido en la campaña presidencial. De todos modos, entre las personas que se presentan como candidatos presidenciales es uno de los más modestos. Su última declaración de impuestos dice que tiene unos 700.000 dólares en cuentas bancarias. Su principal rival en las primarias, Elizabeth Warren, tiene 7,8 millones.
Sanders cuenta con una ventaja importante frente a sus competidores. Se mantuvo en campaña permanente desde que perdió la primaria frente a Hillary Clinton y cuenta con una organización importante en 50 estados. También es bien conocido por los votantes. En las encuestas figura como el segundo más nombrado en una lista de aspirantes que encabeza el ex vicepresidente Joe Biden. Y por sobre todo, tiene la mejor maquinaria de recaudación de fondos. En las primeras 24 horas después de anunciar su candidatura, 225.000 personas aportaron un promedio de 27 dólares para llegar a un récord de seis millones de dólares.
También tiene una enorme experiencia de campaña. Fue un candidato frustrado en su postulación a gobernador y senador en Vermont en los años setenta. En 1981 logró ser elegido alcalde de la ciudad de Burlington, en la frontera con Canadá. Luego, fue Representante del estado en la cámara baja del Congreso por 16 años hasta ser elegido Senador en 2006. Contra todos los pronósticos, diez años después se convirtió en el "fenómeno" de las primarias demócratas.
Cuando en el mismo programa de la cadena CBS le preguntaron a Sanders qué sería diferente en 2020 con respecto a tres años antes, respondió sin la menor duda: "Vamos a ganar". Argumentó: "Es absolutamente imperativo que Donald Trump sea derrotado". Y para que no queden dudas de lo mucho que le disgusta el magnate, agregó: "Nos estamos enfrentando a un presidente que es un mentiroso patológico, un fraude, un racista, un sexista, un xenófobo y alguien que está socavando la democracia estadounidense mientras nos guía en una dirección autoritaria".
Con su tono nasal y clara dicción, Sanders se agarra del atril y reza una letanía de sus posiciones: atención médica universal, universidad pública sin costo de matrícula, derechos reproductivos de las mujeres, reducción del costo de los medicamentos, reforma de la justicia penal. También aparece como un campeón de la clase trabajadora y un apasionado oponente de Wall Street y la élite que se hace rica con la especulación financiera. Incluye diatribas contra los multimillonarios y repite frases como "las tres personas más ricas de Estados Unidos poseen más riqueza que el 50% más pobre de este país". En particular, critica duramente a las empresas Amazon y Walmart por sus bajos salarios y el maltrato a los trabajadores.
La prestigiosa revista The Economist habla en la tapa de esta semana, precisamente del ascenso de las posiciones socialdemócratas en todo el mundo y a personajes como Sanders como sus máximos representantes. "El socialismo vuelve a aparecer porque hace una crítica incisiva de lo que ha ido mal en las sociedades occidentales. Mientras que los políticos de la derecha renunciaron con demasiada frecuencia a la batalla de ideas y se abroquelaron en el chauvinismo y la nostalgia, la izquierda se concentró en la desigualdad, el medio ambiente y cómo otorgar poder a los ciudadanos en lugar de a las élites. Sin embargo, aunque la izquierda renacida hace algunas cosas bien, su pesimismo sobre el mundo moderno va demasiado lejos. Sus políticas adolecen de ingenuidad en cuanto a presupuestos, burocracias y empresas", dice The Economist en su editorial.
Sanders se enfrenta ahora a la campaña más dura de las que le tocó enfrentar. Habrá que ver cómo se para ante pre-candidatos como Pete Buttigieg, el alcalde abiertamente gay de South Bend, Indiana, que se destaca por sus ideas innovadoras para revivir las zonas del país afectadas por la recesión de los noventa o con la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts, una profesora destacada de Derecho Económico, que propone como él un aumento del salario mínimo (a 15 dólares la hora) y comparte posiciones con respecto al medio ambiente y la migración. Pero, seguramente se distinguirá por otra de sus cualidades. Va a seguir siendo el personaje "políticamente incorrecto" con poder para modificar el discurso de campaña de todo el espectro político estadounidense, incluido el de Donald Trump.