Antonio Tony Mendez era mago. Ejercía esa fascinación por la ilusión nada menos que en la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, el organismo de espionaje de los Estados Unidos más importante del mundo. Murió este sábado a los 78 años en Frederick, Maryland, producto de una larga pelea con el Parkinson, a quien engañó hasta donde pudo.
"Siempre me consideré primero un artista. Y durante 25 años fui un buen espía", dijo hace tiempo Mendez, quien se unió a la CIA en 1965. Nació en Eureka, Nevada, el 15 de noviembre de 1940. Su familia era mexicana e italiana. En plena Guerra Fría, cuando la amenaza comunista teñía de rojo la mitad del mundo, el hombre de origen latino estuvo asignado en Laos, la India y la Unión Soviética.
Allí, era un asistente de mago… era el jefe de disfraces para el resto de los espías. Como él se definía, era un artista cuyo talento fue encontrado por los reclutadores de inteligencia. Antes había sido dibujante y pintor. Su especialidad eran los paisajes. Le gustaba crear. Y en lo suyo, ya en la agencia, era el mejor.
Pero su mayor acto de magia no tuvo que ver con el comunismo. Fue en Medio Oriente, en medio de la Revolución Islámica. Fue en Teherán. Irán. El 4 de noviembre de 1979, un grupo de extremistas tomaron por asalto la embajada de los Estados Unidos en la capital. Mohammad Reza Pahlevi, el sha de Persia, ya había sido depuesto y vivía en el exilio. Eran tiempos del ayatollah Khomeini. La región comenzaba una nueva era de violencia.
La toma de la sede diplomática resultó en la captura de 66 rehenes, entre los que se encontraban seis agentes de la CIA. Pero cuatro funcionarios de la embajada consiguieron escapar. Encontraron refugio en la residencia del embajador canadiense Ken Taylor.
Estos últimos serían los objetivos de Mendez. La "crisis de los rehenes" se prolongó durante 444 días, hasta el 20 de enero de 1981. Los revolucionarios islámicos exigían al gobierno de Jimmy Carter que extraditara al sha para ser juzgado en Irán. Pero los Estados Unidos respondían que no permitirían el chantaje.
Tras varios meses, Carter ordenó una misión de rescate para los 66. Era el 11 de abril de 1980. El nombre del operativo fue ambicioso: Garra de Águila. Pero el águila, apenas levantó vuelo. Fue un rotundo fracaso. Murieron ocho soldados norteamericanos. Los cuerpos fueron abandonados y los cadáveres de algunos de ellos fueron exhibidos en las calles de Teherán como un trofeo de guerra. Carter asumió la responsabilidad y perdió las elecciones a manos de Ronald Reagan.
Cuando el republicano asumió la presidencia y una vez que la guerra Irán-Irak se desató, las negociaciones se retomaron y la vía diplomática devolvió a los rehenes. Reagan le pidió a Carter que los recibiera en la base de Frankfurt. Retornaron a Washington como héroes.
Sin embargo, mientras la administración Carter intentaba el rescate de la mayoría, la CIA y Mendez también planificaban su misión, que se ejecutó el 28 de enero de 1980. Era una misión imposible. Solo las artes de un mago podría resolverla.
Nadie en el mundo tenía idea del paradero de los otros seis diplomáticos refugiados en la sede de Canadá en la capital iraní.
La primera idea de Mendez -que incluía a todos los rehenes- era hacer pasar a Pahlevi por muerto y enviar a Irán un cadáver falso. Sería un intercambio. Él se encargaría del maquillaje y de hacerlo parecer el verdadero sha, quien permanecía en los Estados Unidos, donde era atendido por médicos por su avanzado cáncer. Sin embargo, fue desechado.
Sin embargo, luego Tony se centraría en los seis. Debía presentar un plan como el experto en "exfiltración" que era. Nadie del público sabía de la existencia de ellos. Querían protegerlos de la mayor manera posible. Si no estaban en las noticias, el régimen de Khomeini no los buscaría tan intensamente.
Canadá sugirió que una vez llegado el equipo de extracción, la única vía de escape sería en bicicleta por la frontera con Turquía. Una quimera.
Mendez pensaba y pensaba. ¿Cómo sería posible subir a esos seis diplomáticos en un avión? ¿Bajo qué manto? El mago sabía que tenía que ensayar una ilusión. Pero ¿cuál? Finalmente, se iluminó: crearía una historia tan audaz y descarada que nadie podría sospechar de ella. Sobre todo ningún oficial de migraciones iraní.
"En el negocio de la inteligencia, por lo general, tratamos de relacionar el argumento de la cobertura con la experiencia real de la persona involucrada. Una cubierta debe ser insípida, tan poco interesante como sea posible, para que el observador casual, o el oficial de inmigración no tan casual, no investigue demasiado", indicó Mendez en su libro Maestro de disfraces: mi vida secreta en la CIA. Sin embargo, hizo todo lo contrario a lo que indicaban los manuales.
Inventó una película de ciencia ficción. Lo más alejado posible de la vida de los diplomáticos involucrados. La llamarían Argo.
Tony se puso en contacto con un viejo amigo de Hollywood dedicado al maquillaje: John Chambers. Ganador de un premio Oscar por El planeta de los simios, el hombre aceptó. Al equipo se sumó Bob Sidell, quien trabajaría tiempo después en E.T. con Steven Spielberg.
Los tres abrieron una productora en Los Ángeles para tener una coartada ideal y real. Imprimieron tarjetas de presentación que llevaban la firma de la flamante empresa de entretenimiento: Studio Six Productions. El equipo tenía ahora otra tarea: darle a cada uno de los seis refugiados en la embajada de Canadá en Teherán un papel que deberían aprenderse una vez que Mendez desembarcara allí.
Publicaron avisos en Vanity Fair y Hollywood Reporter y promocionaron el film por todas partes en las que pudieron. El proyecto debía ser lo más real posible. Los tres eran expertos en ilusión.
"La ilusión de Mendez fue de un detalle meticuloso. Estableció una compañía de producción de Hollywood, con un guión, ilustraciones, descripciones de puestos y anuncios comerciales que anunciaron su próximo proyecto. Esto fue emparejado, en detalle, por los documentos falsificados y los disfraces para los seis estadounidenses. Era el sueño de cualquier mago", escribió Jim Steinmeyer en 2007 para la CIA.
El 25 de enero, Mendez voló a la capital iraní con un pasaporte canadiense y material fílmico para mostrar en migraciones. Su nuevo nombre: Kevin Costa Harkins. Algo de latino aún debía figurar en sus documentos… los genes eran evidentes. Junto con él voló Julio, otro agente de la CIA. Su función fue clave: una vez en la residencia de Taylor ayudó a Tony a entrenar a los seis norteamericanos para que supieran qué funciones cumplían en la "película"… y sus nuevos nombres, documentos y sus antecedentes.
Pero el reloj corría y los iraníes cada vez sospechaban más del embajador de Canadá. No tendrían muchos días de instrucción. Debían partir de inmediato.
Una vez fuera de la residencia, se enfrentarían a los oficiales iraníes. Ya no como diplomáticos, sino como parte de la industria cinematográfica. Vestidos como nunca antes, disfrazados por el mago.
Mendez logró hechizar a todo el Aeropuerto Internacional de Mehrabad de Teherán sin que nadie supiera que estaba colocando un elefante frente a ellos. La puesta en escena se realizó gracias actos ensayadas al extremo, papeleo meticuloso, historias de apoyo y una investigación exhaustiva. Si los seis rehenes parecían pasear por el centro aéreo despreocupados, era porque el escenario había sido decorado con dedicación, y la puesta en escena parecía obra de Francis Ford Coppola.
En el aeropuerto estuvieron una hora más de lo previsto. Una falla mecánica en el avión de Swissair demoró los planes. Los nervios carcomían a los falsos productores de Hollywood, quienes sospechaban de cada mirada proveniente de algún uniformado. Era el 28 de enero de 1980.
La nave, finalmente, despegó. Y una vez que el capitán anunció que estaban fuera del espacio aéreo iraní, todos celebraron. Mendez pidió a la azafata su trago favorito: Bloody Mary.
Carter lo recibió en el Salón Oval de la Casa Blanca. Lo condecoró. Pero su papel y el de la CIA no se conocieron hasta 1997. Se retiró en 1990 con un escalafón similar al de un general de dos estrellas. Se casó y enviudó, para volver a casarse cinco años después con Jonna Hiestand, quien también fue jefa de disfraces de la agencia de inteligencia norteamericana. Entre ellos no había secretos ni trucos de magia. Se conocían demasiado.
Ben Affleck rescató su más famosa misión en Argo, el film de 2012 que ganó un Oscar como mejor película. Lo interpretó a la perfección, inspirado en el libro que el ex agente escribió sobre su vida en la Agencia Central de Inteligencia. El actor norteamericano se tomó algunas licencias de ficción que Tony aceptó para hacer más cinematográfica el ya de por sí emocionante relato. El verdadero protagonista participó de la premiere de la película y de las premiaciones.
Affleck lamentó su partida: "Tony Mendez fue un verdadero héroe americano. Fue un hombre de extraordinaria gracia, decencia, humildad y amabilidad. Nunca buscó el foco de atención para sus acciones, simplemente buscó servir a su país. Estoy muy orgulloso de haber trabajado para él y haber contado una de sus historias".
Tony Mendez was a true American hero. He was a man of extraordinary grace, decency, humility and kindness. He never sought the spotlight for his actions, he merely sought to serve his country. I’m so proud to have worked for him and to have told one of his stories. #RIPTonyMendez
— Ben Affleck (@BenAffleck) January 20, 2019
Para Mendez, el maquillaje era la parte más sencilla de un disfraz. Lo difícil, aseguraba, era el comportamiento del agente para interpretar el personaje. Es como estar en "otra dimensión", repetía. En eso, era experto.
Ahora, Tony descansa. En la dimensión final. Sin disfraces. Al natural.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: