En un mundo cada vez más convulsionado, donde las certezas se desvanecen, Estados Unidos puede mostrar que, esta vez, se dio la lógica. Como anticipaban todos los pronósticos, el Partido Republicano mantuvo sin sobresaltos la mayoría en el Senado, pero perdió la Cámara de Representantes a manos de los demócratas, que recuperaron el control tras pasar ocho años en minoría.
No hubo ola roja, pero tampoco ola azul. Perder la Cámara Baja podría leerse como un duro golpe para las aspiraciones de Donald Trump en 2020, pero sería un razonamiento apresurado. Los antecedentes históricos son claros: el partido del presidente pierde allí casi siempre. Le pasó antes a Barack Obama y a Bill Clinton. Ahora le tocó a él.
Por otro lado, los republicanos podrían ilusionarse con el impulso que les da haber retenido y ampliado su mayoría en la Cámara Alta. Pero también sería equivocado.
El Senado no se renueva por completo, sino por tercios, y de los 35 escaños que se ponían en juego, 26 estaban en poder del Partido Demócrata. Por eso, las probabilidades de la oposición eran muy bajas: debía retener todas sus bancas y robarle al oficialismo algunas de las pocas que arriesgaba. No hubo hazaña.
A continuación, un repaso de los resultados más importantes y de las claves que dejaron las primeras midterms de la era Trump:
Cambios de bando en el Senado
No eran muchas las disputas trascendentales en el Senado, donde la mayoría de las bancas parecía tener un destino seguro. Una de las que se esperaba con especial atención era la de Florida, un histórico estado que oscila entre el rojo y el azul.
En unos comicios muy cerrados, el republicano Rick Scott, gobernador saliente, le quitó el lugar al demócrata Bill Nelson, senador desde 2001. Fue por 50,2 a 49,8 por ciento.
No es el único escaño reñido que los demócratas tenían en su poder y perdieron en las elecciones de ayer. Lo mismo sucedió en Indiana, Missouri, Dakota del Norte y, posiblemente, en Montana.
En Indiana, Mike Braun le ganó cómodamente a Joe Donnelly, que estaba en el cargo desde 2013. En Missouri, Josh Hawley superó por 51,5% a 45,5% a la senadora Claire McCaskill, que ocupaba su banca desde 2007.
En Dakota del Norte, Kevin Cramer le dio un duro golpe a Heidi Heitkamp, en el puesto desde 2013. La victoria republicana fue por 11 puntos de ventaja. En Montana, con poco más del 80% de las mesas escrutadas, Matt Rosendale se encamina a sacar de la Cámara Alta a Jon Tester, en el poder desde hace 11 años.
El Partido Demócrata solo pudo robar una banca, en Nevada. Jacky Rosen se impuso por 49,7% a 46% al republicano Dean Heller, senador desde 2011.
Por su parte, los republicanos lograron defender exitosamente Arizona, uno de los estados que estaban en riesgo porque Jeff Flake había decidido no buscar la reelección. Martha McSally, la candidata de su partido, se impuso a Kyrsten Sinema por unas centésimas.
La otra elección que se seguía con especial atención era la de Texas. El senador Ted Cruz era favorito a renovar, pero enfrentaba a Beto O'Rourke, una de las promesas demócratas, en un estado tradicionalmente rojo. Cruz logró el objetivo, pero por un margen estrecho: 50,9 a 48,3 por ciento.
En la composición actual de la Cámara Alta, los republicanos tienen 51 bancas y los demócratas 49. Si se confirma el vuelco en Montana, la relación pasará a ser de 54 a 46.
Giros en la Cámara de Representantes
Como preveían los análisis previos, el Partido Demócrata logró un importante triunfo en la Cámara Baja, donde les arrebató al menos 26 lugares a sus rivales. A diferencia de lo que sucede en el Senado, se renueva la totalidad del cuerpo, que no se elige al nivel de los estados, sino de distritos: son 435 en total, uno por cada representante.
Si bien hay números que podrían variar levemente porque faltan escrutar algunos votos, los demócratas se encaminan a ganar 15 de las 30 circunscripciones que tenían resultado incierto. Todas estaban en manos republicanas.
Lograron cambiar de color tres distritos en Virginia, Nueva Jersey y en Pensilvania, y dos en California, Nueva York, Texas y Minnesota, entre otros. Por ahora, los republicanos solo lograron dar vuelta dos campos de batalla: uno en Minnesota y otro en Pensilvania.
En la Cámara de representantes aún vigente, el Partido Republicano tiene 241 congresistas, y el Demócrata, 194. Si se mantienen los resultados de las circunscripciones en las que continúa el conteo, la relación terminará siendo de 228 a 207 para los demócratas.
Vuelcos en las gobernaciones
Fuera del orden nacional, el foco de atención estaba puesto en las gobernaciones. Se votó en 36 de los 50 estados.
Los demócratas, que hasta estos comicios controlaban solo 16 estados, estaban favorecidos por el hecho de que ponían en juego a nueve de ellos, el 56 por ciento. En cambio, los republicanos, que tenían en su poder a 33, debían revalidar a 26, un 78 por ciento.
El partido de Obama aprovechó la oportunidad. Si no se revierte el resultado en Connecticut, donde Ned Lamont se impone por unas centésimas al opositor Bob Stefanowski, habrán cumplido con el objetivo inicial de conservar los nueve estados que arriesgaba.
Además, le quitó siete estados a su rival: Maine, Illinois, Nuevo México, Nevada, Michigan, Wisconsin y Kansas. El triunfo es especialmente importante en los últimos tres, porque en ellos se había impuesto Trump en las elecciones de 2016.
Los republicanos tienen dos consuelos nada despreciables. El primero es que, a pesar de la sangría, siguen teniendo la mayoría de los gobernadores: de 33 a 16 pasaría a ser 27 a 23. Si antes la suma daba 49 y ahora da 50 es porque Alaska, que estaba en manos del independiente Bill Walker, regresó a la filas republicanas con la victoria de Mike Dunleavy.
El otro dato reconfortante es que derrotaron a dos de las grandes promesas demócratas. Ron DeSantis venció en Florida al popular Andrew Gillum por 49,8% a 49%, y Brian Kemp se impuso en Georgia a Stacey Abrams por 50,5 a 48,6 por ciento. Tanto Gillum como Abrams eran apuestas fuertes a futuro. Tendrán que seguir esperando.
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