Tenía 16 años, estaba borracha, y al salir de una fiesta dos muchachos de 17 años prometieron llevarla a su casa en la camioneta.
Pero se la llevaron a una cabaña y la violaron, según le dijo Amber Wyatt a la policía. Los dos al mismo tiempo, uno por la vagina y el otro por el ano.
Ocurrió la noche del 11 de agosto de 2006 en Arlington, un pueblo de 367 mil habitantes entre Dallas y Forth Worth, en Texas, Estados Unidos.
Al día siguiente, Amber empezó a recibir mensajes de texto que la llamaban "puta" y le recomendaban que se matara. Muchos amigos de su escuela dejaron de hablarle. Incluso al que primero ella acudió para contarle lo que había pasado, alguien con quien sí dijo en plena borrachera que quería acostarse aquella noche, escribió la sigla FAITH en el cristal trasero de su auto.
Faith significa "fe" en inglés. Pero ni el amigo ni los demás que lo escribían en sus vehículos y en las paredes de la escuela le daban ese sentido.
Lo que querían decir era "F… Amber In The Head", algo así como J… a Amber En la Cabeza, o "F… Amber In Three Holes", o "J… a Amber Por Tres Orificios". Estaban solidarizándose con los acusados, no con ella, porque Amber tuvo el valor de ir con su madre a la policía a hacer la denuncia.
Hallaron muestras de semen en su cuerpo. Le hicieron pruebas de saliva a uno de los acusados, jugador del equipo de fútbol de la escuela, y quedó científicamente demostrado que el semen y la saliva eran de la misma persona.
Pero nunca lo acusaron.
De hecho, nadie fue castigado jamás. Excepto la propia Amber Wyatt, dice Elizabeth Bruenig, la autora de la exhaustiva investigación que publicó el diario The Washington Post.
Amber y el detective que estuvo a cargo del caso, Ricardo "Rico" Lucero, dijeron estar dispuestos a testificar ante un jurado de instrucción. Nunca los llamaron.
Los hechos
Aquella noche, cerca de las 9, había terminado en los terrenos de la escuela la ceremonia que daba inicio a la temporada de fútbol escolar y empezaba en una casa privada la llamada War Party, la fiesta de la guerra.
En su primer año como parte del grupo de animadoras del equipo deportivo de James Martin High School, Amber quería ser popular y estaba lista para divertirse. Llegó a la fiesta cerca de las 9 y bebió todo lo que le ofrecieron, desde vino y cerveza hasta vodka y whisky mezclado con limonada. No faltaron Xanax y marihuana. Y terminó metida en la piscina con la ropa que llevaba puesta.
Aún tenía la ropa mojada cuando, poco después de las 11, un jugador de fútbol de 17 años, integrante del equipo de la escuela, ofreció llevarla acompañado por un amigo de la misma edad.
Le dijeron que iban a desviarse para comprar algo de comer, pero en su letargo ella veía que pasaban sin parar frente a la pizzería y frente a varios restaurantes. Le aseguraron entonces que iban a buscar cerveza en la cabaña de un amigo y, cuando llegaron, la hicieron subir hasta una especie de buhardilla.
"Quítate la ropa", le dijo uno de ellos.
Ella pensaba que era una broma. Él volvió a decírselo.
"No", respondió Amber.
Siguió insistiendo, ella dio un paso atrás y cayó sobre el codo, que empezó a sangrar. Él la sometió a la fuerza, le quitó la ropa y la penetró por la vagina, de acuerdo con los testimonios de Amber. Una y otra vez, en vano, ella le pedía que se detuviera.
"Recuerdo que empecé a rezar, a enajenarme de lo que estaba a mi alrededor", le dijo Amber en 2015 a Bruenig, la autora de la investigación. "Era como: quiero escaparme de mis alrededores y de mí misma".
El muchacho que la estaba violando se echó a un lado, rodó sobre su espalda y ella quedó encima de él. Fue entonces cuando el otro vino y la penetró por el ano, según le contaría luego ella a los detectives, mientras el primero seguía violándola por la vagina.
"Mi cuerpo estaba allí, pero mi mente estaba en otra parte, muy lejos", le dijo a la autora del reportaje investigativo.
Logró zafarse y se arrimó a la pared. Entonces uno vino y le pidió que les hiciera sexo oral a los dos porque no habían terminado.
Recogió alguna ropa del suelo, se vistió como pudo y bajó.
Regresaron en la camioneta a la casa de la fiesta, y al bajarse Amber corrió a decirle lo que había pasado a un adulto y dos compañeros de escuela que estaban en la entrada.
Se lo contó también a Arthur Aven, el amigo con quien ella había pasado la mayor parte de la noche. Entrevistado por la policía, Aven dijo más tarde que en aquel momento se vio en el dilema de a quién creer: a la muchacha que la dueña de la casa, Cindy Marks, le había pedido que se la llevarse de la fiesta porque tenía un comportamiento desagradable, o a sus amigos.
Inmediatamente después de que Amber le hizo el cuento al amigo, él llamó a Marks, y Amber lo repitió. Sin embargo, la dueña de la casa no llamó a la policía, y en un video de la entrevista que le hicieron para las investigaciones del caso se la ve decir que no sabía nada.
En cambio, sí dijo que Amber le había robado unas gafas a su hija, cuando en realidad fue otra estudiante quien las devolvió; que en el pueblo todo el mundo sabía que los acusados eran "buenos muchachos", y que entre las madres de las animadoras del equipo deportivo Amber tenía fama de hacer "quad bars", como llamaban entre ellas al Xanax.
Cuando la policía les preguntó a los acusados cómo Amber se lesionó el codo, respondieron que les había pedido detenerse en la carretera para bajarse a orinar, y que mientras lo hacía se cayó de espaldas y se dio el golpe.
El caso
"A esa muchacha la violaron", dijo Della Schiavo, la enfermera que le hizo las pruebas a Amber para la policía, en una de las conversaciones que sostuvo con Bruenig para el reportaje.
Es curioso, escribe Bruenig, que al principio los acusados declararon que todo era puras mentiras de Amber, y luego, a medida que avanzaba la investigación, cambiaron su declaración a que sí habían tenido sexo, pero consensuado.
En última instancia, de haberse procesado el caso, los fiscales hubiesen podido demostrar que Amber estaba lo suficientemente borracha para no ser capaz de tomar una decisión.
Una oficial de la Policía de Forth Worth entrevistada por la autora del reportaje dice que en aquellos días el caso de Amber no era el único que estaba en manos de un jurado de instrucción del condado sin que llegara a los tribunales.
Había otros, uno de ellos incluso con la confesión del violador, que tampoco eran procesados. Estaba también el de una mujer a quien un hombre le hizo consumir drogas, la violó, le envió después las fotos que había tomado en el momento de la violación y ella las entregó a la policía, y aun así no lo acusaban formalmente.
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