El día en que el capitalismo estuvo al borde del precipicio

La quiebra del gigante financiero Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, sacudió los cimientos de Wall Street, incendió los mercados y aceleró la crisis mundial

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Se los veía elegantes, vestidos con onda aunque con ropa barata. Altos, delgados, jóvenes. Me llamó la atención la contraposición de su estilo cool con sus miradas cansadas y sombrías. Era una pareja de negros que subió en la estación de la Penn Station. Los miré cuando se cerraban las puertas y se dieron cuenta. Se sentaron al lado mío. Cuando él vio la cámara que llevaba sobre mis rodillas me preguntó qué estaba haciendo ahí en la línea "C" del subte de Nueva York yendo de Manhattan hacia Brooklyn. Les conté que estaba haciendo una nota sobre la crisis económica y viajaba al barrio de Bedford-Stuyvesant para observar de cerca las consecuencias de las "subprimes", la caída de los bancos y la gente que se está quedando sin sus casas. "No necesitas ir mas lejos", me dijo ella. "Nosotros perdimos nuestra casa y la tenemos que entregar la próxima semana", terminó él la frase.

Me invitan a conocer el objeto de su desgracia. Nos bajamos en la estación de Nostrand Avenue, en el corazón de "Bed-Stuy", caminamos unas cinco cuadras por Fulton St. Paramos a tomar café en un "diner" que tiene los televisores prendidos en los canales de noticias económicas CNBC y Bloomberg. Los presentadores hablan con caras circunspectas en una pantalla partida donde se ve a los nuevos desempleados dejando sus oficinas y llevando sus pertenencias en cajas de cartón. En algunos casos sobresalen en forma ridícula lámparas de escritorio y engrampadoras. Cuando aparecen los analistas en el set, pintan un panorama de apocalipsis. "Cae Wall Street", "Las subprimes derrumban los mercados", "¿Un nuevo crack como el del 29?" son las frases que aparecen al pie de pantalla. Salimos hablando de toda esa gente que hasta hace un rato se sentían los dueños del mundo vendiendo y comprando acciones y que ahora pasaban a ser apenas unos comunes desempleados con trajes caros.

Dimos vuelta en una calle tranquila, arbolada, con todas las casas de ladrillo y piedra a la vista. "Ahí enfrente vivimos", me indica Demond. Una típica townhome de color marrón rojizo de seis departamentos, dos por piso. El de ellos está en la parte trasera de la plata baja y tienen un pequeño jardín. "Lo compramos con un crédito muy barato pero como sabes aquí la casa sigue siendo siempre del banco y nosotros pagamos la hipoteca por treinta años. Se nos vino, literalmente, la casa encima", dice Shani. Si uno ve alrededor hay decenas de carteles de "se vende". "Mañana o pasado todo esto va a ser un barrio fantasma. Las casas son de los bancos y los bancos declararon la quiebra. Los nuevos dueños, que son otros bancos o financieras que compraron a precio vil, ya no nos quieren ahí. Nos piden renegociar la hipoteca en condiciones que no podemos asumir de ninguna manera. Así que no hay remedio; no tenemos más casa", comenta Demond antes de despedirnos. Camino por el barrio y charlo con otras dos o tres personas. Todos hablan de situaciones parecidas: que se van a vivir a casa de un hermano o alquilar en una zona más barata o que se vuelven al pueblo de Ohio de donde salieron para conquistar la ciudad más fabulosa del planeta. Esta vez no consuela ni la voz de Frank Sinatra cantando "New York, si puedo conseguirlo allí, lo puedo conseguir en cualquier parte".

Todo había comenzado dos semanas antes, el lunes 15 de septiembre de ese 2008. Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, se declaró oficialmente en bancarrota tras 158 años de actividad. Los efectos de aquel terremoto que arrastró a buena parte del sistema financiero global y que costó 22 billones de dólares a la economía de Estados Unidos, aún se siente en todo el mundo. Lehman había perdido el 95% de su valor en Bolsa cuando lo dejaron caer. Su arriesgadísima apuesta por hacer negocio con las hipotecas basura se había desmoronado. Las negociaciones con las dos entidades que en un principio se perfilaban como posibles compradores para evitar el desastre, Bank of America y el grupo británico Barclays, fracasaron. Con el anuncio de quiebra esa misma noche aparecieron en los noticieros los economistas que decían: "Esto va a tener importantes consecuencias para el sistema financiero del país". Eran muy moderados. Todo era peor. No era sólo una crisis para Estados Unidos, era el comienzo del fin de varios otros bancos y financieras poderosas en todo el planeta. Era la crisis global. Era el peor derrumbe de la economía desde la Gran Depresión de 1929.

Todo se había generado en los años noventa del siglo pasado. Los bancos tenían tanto dinero que lo querían colocar a toda costa y comenzaron a prestar hasta a los "Ninjas", los que no tienen ningún respaldo económico. En inglés significa "no income", "no job", no assets" (sin ingresos, sin trabajo, sin propiedades). Para poder justificar estos préstamos se creó un género de hipotecas llamadas subprime (subcategoría), más conocidas popularmente como hipotecas basura. Comenzaron a generarse situaciones absurdas. Una familia obtenía un crédito de 100.000 dólares por su casa. En un par de años, esa casa valía 120.000 dólares. Entonces la vendía, pagaba su hipoteca, alquilaba una vivienda barata y se quedaba con 20.000 dólares para iniciar nuevamente el proceso. Otros, simplemente hipotecaban su casa para comprar una nueva y más grande. En 2003, Alan Greenspan, el entonces presidente de la Reserva Federal, decidió que había llegado la hora de revertir el proceso. Las tasas, el precio del dinero, que en ese momento tenían apenas un 1% de interés, subieron al 3% y en 2006 ya estaban en el 5,5%. Al mismo tiempo aumentaba la inflación, precisamente a causa de la compra masiva de viviendas y de productos de consumo. La bola de nieve era enorme y bajaba la montaña a velocidad del rayo. A finales de 2006, muchas familias estadounidenses ya no podían pagar sus deudas. Los propietarios de casas, metían las llaves en un sobre y las enviaban al banco. No podían pagar las cuotas del préstamo. Según las leyes del país, la hipoteca recae sobre la casa, no sobre la persona.

Dos años más tarde, el epicentro de la hecatombe estaba ubicado en el 745 de la Séptima Avenida. Allí funcionaba la sede de Lehman Brothers. Y ahora estaba todo cerrado, con mucha policía en la puerta y los periodistas mirando hacia arriba como si esperáramos un milagro o que algún banquero se tirara al vacío. El Lehman había sobrevivido al crack de 29, pero no pudo resistir las maniobras que sus agentes hacían con los créditos hipotecarios que se "cocinaban" en las ollas escondidas de Wall Street. De todos modos no fue un hecho aislado: antes de Lehman, otros dos bancos de inversión estadounidenses ya habían caído y las financieras público/privadas Fannie Mae y Freddie Mac habían sido rescatadas. Las primeras alarmas por el exceso de las hipotecas subprime habían comenzado a sonar un año antes cuando se descubrieron los problemas en las carteras de otro gigante, el Bears Stearns. Este caso golpeó de lleno en la Bolsa y en la credibilidad del sistema financiero. Pero el derrumbe de Lehman Brothers fue la señal definitiva de que las hipotecas basura y los activos tóxicos, ocultos y empaquetados dentro de millones de productos de inversión y fondos de todo el mundo, respaldados por una especie de seguros que no eran más que un asiento contable sin valor, habían infectado todo el sistema. Las agencias de calificación de riesgo que son muy rápidas para bajar de nivel a los países emergentes fueron lentísimas para descubrir el problema. Hasta el día anterior sostenían que Lehman era solvente. Dos años mas tarde se supo que todo estaba basado en unas maniobras que se hacían dentro del banco para tapar los desmanes y esconder la deuda fuera del balance oficial.

La famosa foto de uno de los gerentes del banco de origen indio abandonando la oficina, con su camisa blanca impecable, tiradores sujetando el pantalón y una caja con sus objetos personales en las manos, se convirtió en el símbolo tangible del derrumbe del mundo financiero. El banco tenía 25.935 empleados. La Reserva Federal -que, después se supo por las actas de sus reuniones, no tenía ni idea de la gravedad de lo que se le venía encima a la economía- anunció medidas de urgencia para frenar el desastre. Pero el tsunami ya era imparable. Sacudió primero los mercados de todo el mundo y a los bancos. Todos habían hecho negocios con las subprimes, también los europeos como Société Générale, BNP Paribas o Deustche Bank. En unos días, la crisis había contagiado la economía real del planeta.

La Reserva Federal estadounidense terminó movilizando 12,6 billones de dólares para estabilizar el sector financiero, lo que equivale a más del 80% del PIB de 2007. Eso sin contar con unas tasas de interés estancadas en el 0% desde diciembre de 2008 hasta el mismo mes de 2015. Con idas y vueltas, la Administración de Barack Obama logró reflotar la economía del país, un logro del que disfruta ahora Donald Trump. Pero para el resto del mundo fue mucho más difícil. La maquinita de hacer dólares sigue estando en Washington; el resto tiene que pagar con su propia moneda y la recesión sigue golpeando a tontas y a locas como un boxeador que queda con la mirada nublada por la sangre de sus heridas.

En la madrugada que fue del sábado 13 al domingo 14 de septiembre de 2008 comenzó a correr el rumor en Wall Street de que el cuarto banco de inversiones más importante de Estados Unidos estaba al borde del colapso y no había nada que se pudiera hacer para salvarlo. "Francamente, creo que si Jesucristo hubiese estado a cargo de Lehman Brothers, no hubiese hecho la diferencia", fue la definición del prestigioso analista de inversiones Christopher Flowers. La noche anterior, la del viernes 12, los presidentes de los principales bancos de Estados Unidos fueron llamados a una reunión de emergencia en la Reserva Federal de Nueva York, en el Lower Manhattan. El secretario del Tesoro, Hank Paulson, les advirtió a los hombres que sustentan el poder de Wall Street de que Lehman Brothers estaba a punto de colapsar y que el gobierno no lo rescataría. En las siguientes 48 horas, los funcionarios de la Reserva Federal y del Banco del Tesoro, los presidentes de los bancos, sus abogados y contadores buscaron la manera de salvar al Lehman. Pero sin el apoyo financiero del gobierno era una misión imposible. John Thain, el presidente de Merrill Lynch, escribió que ya en las semanas anteriores habían habido señales de lo que se venía. Una inspección inusual en el Lehman por parte de funcionarios del Tesoro encendió la luz roja. Si caía el Lehman, el próximo sería el Merril. Thain llamó a Ken Lewis, su colega presidente del Bank of America, y sugirió que discutieran "unas opciones estratégicas". Dos días después, el Bank of America compró Merrill Lynch por 50.000 millones de dólares. Rodgin Cohen, uno de los abogados de Lehman Brothers, supo que esa transacción ponía en claro que estaban tratando de salvarse y que su banco ya estaba liquidado. "Cuando fui a la reunión del Fed (Reserva Federal) uno de los funcionarios tuvo un lapsus linguae, y eso me confirmó todo", relató Cohen. De inmediato llamó al director ejecutivo de Lehman, Dick Fuld, que estaba en las oficinas de la Séptima Avenida para advertirlo. A primera hora del lunes, fue el secretario del Tesoro, Hank Paulsen, quien dio la última puñalada cuando informó que un acuerdo de salvataje por parte del Barclays Bank había fracasado.

Harvey Miller, el abogado especializado en bancarrotas más famoso de Estados Unidos, de la firma Weil, Gothshal & Manges, había seguido muy de cerca la situación durante todo el fin de semana. El domingo a la media tarde recibió una llamada para acudir cuanto antes a la oficina de la Reserva Federal. Le pidieron que preparara la bancarrota de Lehmans. Tenía que estar todo listo para la medianoche. Junto a su equipo trabajaron contra reloj y cuando el Secretario Paulsen hizo el anuncio a las 8 de la mañana éste ya tenía todos los papeles de la quiebra en la mano.

Cuando cerraron los mercados ese lunes 15, las bolsas de todo el mundo habían perdido unos 700.000 millones de dólares. El índice bursátil Dow Jones se desplomó 500 puntos, su caída más drástica desde los atentados del 11 de Septiembre de 2001. El Lehman Brothers se había llevado puesto al sistema financiero global. Fue el punto de partida de la recesión que aún nos sigue golpeando como si fuéramos una bolsa de kickboxing.

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