La crisis de los opioides en los Estados Unidos marcó un nuevo récord de muertes por sobredosis: 72.000 en 2017, según estimados del Centro para el Control de las Enfermedades (CDC), lo cual implica un aumento de alrededor del 10% con respecto al año anterior. La cifra es tan alta que supera las muertes por HIV (12.000 en 2016), accidentes automovilísticos (40.000 en 2017) o armas de fuego (38.000 en 2016).
Las razones principales son dos: las drogas que circulan son más letales, como el fentanilo, causante principal de la tragedia actual, y la cantidad de gente que las consume ha aumentado.
El fentanilo es un opioide (una versión sintética de los opiáceos) que durante los últimos años ha ganado espacio a la heroína en los mercados de drogas ilegales. Como se crea en laboratorio, es más barato y fácil de transportar. En ocasiones se lo hace pasar por heroína y en otras se lo mezcla con esa sustancia. Pero dado que es mucho más potente que la heroína, el riesgo de sobredosis es mucho más grande. También se lo ha encontrado mezclado en cocaína, metanfetamina y benzodiazepinas.
Con casi 200 muertes por día, 2017 ha sido mucho peor que 2016, que llegó a 64.000 víctimas de sobredosis y constituyó el récord hasta ese momento. En los ambos años, las dos terceras partes de las víctimas murieron por opiáceos. En 2016 el presidente Donald Trump inició una campaña, tras declarar la emergencia de salud pública, y los estados comenzaron a recibir fondos de un programa de USD 1.000 millones para luchar contra el problema.
Los resultados han sido desiguales. En Massachusetts, Vermont y Rhode Island —estados donde el fentanilo llegó antes que a otros, y que comenzaron acciones públicas para el tratamiento de las adicciones— la cantidad de sobredosis comenzó a disminuir. En otros, como Carolina del Norte —un estado sureño, donde la salud es costosa—, creció 20% o más. En Nebraska —un estado del Midwest, donde se realizó la primera ejecución de un condenado a muerte con fentanilo— se llegó al porcentaje más alto: 33,3% de aumento.
"Porque se trata de una epidemia de drogas, no una epidemia infecciosa como el zika, la respuesta es más lenta", dijo a The New York Times Dan Ciccarone, profesor de la Universidad de California en San Francisco, especialista en los mercados de la heroína. "Debido a la fuerza del estigma, la población es reacia a pedir ayuda. No esperaría un decrecimiento rápido, sino uno lento y suave".
Según una encuesta oficial realizada en 216, unos 2,1 millones de estadounidenses abusan de los opioides. Sin embargo, Ciccarone cree que mucha gente no informa verdaderamente sobre su situación, y estima que la cifra está más cerca de los 4 millones de personas.
"Mientras que en sus orígenes la epidemia de los opioides se concentró en las poblaciones blancas y rurales, el total de víctimas se ha extendido", analizó el periódico. "La penetración del fentanilo en más mercados de heroína puede explicar los aumentos recientes de las sobredosis entre afroamericanos urbanos y mayores".
Además, aquellas personas que usaban heroína antes de que se la empezara a adulterar con fentanilo difícilmente estuvieran preparadas para dosificar de otra manera la nueva mezcla. "Basta un sólo lote malo en cualquier estado, y habrá muertes", dijo al medio de Nueva York el médico Mark Levine, comisionado de salud de Vermont.
Las huellas del fentanilo se pueden ver en la geografía del país. En los estados del Oeste las muertes por sobredosis se han mantenido estables, pero en el Medio-Oeste y el Este han aumentado. Eso se debe a que la forma en que la heroína circula en el Oeste es una sustancia pegajosa parecida al alquitrán (black tar) que es difícil de mezclar con otras cosas. En cambio, la que se vende en el resto del país tiene la forma de un polvo blanco que se combina fácilmente con fentanilo.
La consecuencia es que en Ohio, Indiana y West Virginia las muertes por sobredosis aumentaron más del 17%, y hasta el 27% en Nueva Jersey.
El problema hacia el futuro inmediato es que los traficantes han comenzado a encontrar maneras de adulterar el black tar con fentanilo, por lo cual las muertes en el Oeste podrían sufrir incrementos similares.
Las cifras del CDC son una estimación, no el cálculo estadístico definitivo, que estará hacia finales del año. Pero no se espera una variación mayor: las cifras finales la tasa de aumento de fatalidades podría oscilar entre un 9,5% o un 10,2%, según el organismo.
Además de la campaña nacional, que continúa en marcha, muchos estados han endurecido los requisitos para recetar opioides, por lo cual se redujeron las prescripciones; también se fortalecieron los tratamientos de las adicciones y se amplió el acceso a la droga naloxone, que sirve para revertir una sobredosis de opioides.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: