Tenemos la errónea impresión de que los padres fundadores de los Estados Unidos conformaban un grupo compacto de ideas homogéneas que forjaron la unidad de una nación. Esto es algo tan disparatado como creer que los miembros de la Primera Junta constituían un conjunto de idealistas con una comunión de pensamientos. Junte usted a dos personas unidas por el afecto y en breve tendrán diferencias, junte a políticos y seguro habrá conflictos.
A veces estas diferencias son compatibles con una coexistencia pacífica, otras son la inspiración de recelos íntimos y venganzas apoteóticas. Esto aconteció entre los dos padres fundadores de la nación norteamericana, Jefferson y Adams. Lo curioso es cómo termina esta rivalidad.
Todos tenemos presente a Thomas Jefferson como el autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y tercer presidente de la nación; no así a John Adams (segundo mandatario), a quienes muchos confunden con su primo Samuel Adams (el que inició la revuelta del Tea Party) o John Quincy Adams, hijo del segundo presidente y, a su vez, sexto presidente de la nación.
Adams le había ganado la votación a Jefferson por un estrecho margen. En ese tiempo el segundo candidato más votado era elegido vicepresidente. Jefferson y Adams mantuvieron hasta entonces una relación cordial, pero un problema diplomático creó un creciente antagonismo entre ellos.
El Tratado de París firmado por John Jay y el mismo Adams con Gran Bretaña para poner fin a la guerra de independencia había mal predispuesto al gobierno republicano francés, que mantenía un conflicto bélico con Inglaterra. Los franceses lo veían como una traición y con esta excusa capturaron 300 barcos americanos como represalia.
John Adams decidió enviar a tres representantes a negociar con Francia. Cuando estos pidieron hablar con el ministro de Asuntos Exteriores, que entonces era el célebre Charles Maurice de Talleyrand-Périgord (al que Napoleón llamaba "merde en una media de seda"), tres diplomáticos franceses exigieron una "colaboración" para iniciar las tratativas. Los delegados americanos (Pinkney, Marshall y Gerry) rechazaron la propuesta y volvieron a los Estados Unidos. Como Jefferson creía que todo había sido un error de estos delegados pidió ver los papeles. Adams dio a conocer el informe, ocultando el nombre de los funcionarios franceses, llamándolos X, Y, Z.
La opinión pública americana se consternó por este tema, a punto tal de llegar a un cuasi estado beligerante (no existió una declaración oficial). Por más que hubo preparativos para el enfrentamiento, Adams envió un nuevo diplomático que firmó el Tratado de Mortefontaine. Jefferson, en desacuerdo con lo actuado, decidió alejarse del gobierno y se refugió en su casa de Monticello, donde continuó sus críticas a la administración de su otrora aliado.
Muchos vieron en este gesto una debilidad del presidente Adams, quien ante el cariz negativo que tomaba el asunto no fue reelecto (la mayor parte de los presidentes que eligieron presentarse pudieron hacerlo por dos períodos). Jefferson ganó la elección después de una campaña muy agresiva, donde criticaba el accionar de Adams durante la crisis con Francia.
Entonces las diferencias que existían entre los dos personajes se convirtieron en resentimiento. Adams no asistió a la jura de Jefferson. Sin embargo, este trató de poner paños fríos y desde su discurso inaugural instó a la reconciliación: "Todos somos republicanos", dijo. "Todos somos federalistas", pero Adams se dejaba llevar por su temperamento, que el mismo Franklin definía como que podía empujarlo a hacer cosas "irritantes, sin sentido", como comentar la relación que existía entre Jefferson y una de sus esclavas.
De todas las formas posibles trató de obstruir la gestión de Jefferson. Este, irritado por el avieso accionar de su opositor, le negó el saludo y por años no le dirigió la palabra.
Quiso la vida que los dos enemigos fuesen los supérstites del grupo de los padres fundadores, aquellos que habían firmado la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776. Fue justamente durante una de estas celebraciones que Adams decidió escribirle a Jefferson una carta donde expresaba el orgullo de haber participado en la fundación de una nación que florecía. Habían pasado 14 años desde la última vez que se habían dirigido la palabra. Por años mantuvieron una cordial relación epistolar, donde intercambiaron opiniones sobre el acontecer nacional.
El 4 de julio de 1826, cuando se cumplían cincuenta años de la Declaración de la Independencia, Adams, en su lecho de muerte, recordó a su sucesor: "Jefferson me sobrevive" fueron sus últimas palabras. Estaba equivocado, Jefferson se le había anticipado por cinco horas.
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