Laura Ingalls Wilder, la niña que millones de televidentes descubrieron en televisión por medio de una popular serie de los años 70 -sobre todo fuera de los Estados Unidos-, no era lo que parecía. En pantalla podía observarse una pequeña alegre, amiga de la naturaleza, llena de vida y bondad. Pero por sobre esa fama se ubicaba un manto de verdad que alejado estaba de lo que en realidad se dejaba ver.
La controversia respecto a la afamada escritora comenzó hacia 1952. Laura Ingalls no solo era la niña de la serie conocida en América Latina como La familia Ingalls, interpretada por Melissa Gilbert, sino que en la vida real (1867-1957) fue maestra y una de las escritoras más famosas para menores de los Estados Unidos.
Nacida en el Condado de Pepin, Wisconsin, en 1932, cuando cumplió 65 años, Ingalls tuvo una brillante idea: escribiría su emocionante vida. La pequeña casa de la pradera la tituló. Eran una serie de novelas que relataban en detalle su vida y la de su familia en una chacra alejada de todo.
Fue tal el éxito y la influencia de Ingalls en la vida de cientos de miles de niños norteamericanos que la Asociación para el Servicio de Bibliotecas para los Niños (ALSC, por sus siglas en inglés) instauró un premio con su nombre. Lo llamó: Laura Ingalls Wilder Award.
Pero luego de décadas y décadas de denuncias y demandas, de idas y vueltas, de propuestas y contrapropuestas, esa institución decidió dar por terminado el pleito y fallar a favor de quien en 1952 había expuesto a Laura Ingalls. El premio ya no llevará su nombre. A partir del sábado último se votó que se llamará Children's Literature Legacy Award.
Todo comenzó aquel año en el que un particular realizó una denuncia contra la autora de La pequeña casa de la pradera. En su capítulo inicial, "Going West", la escritora narró la voluntad de la familia de mudarse a un lugar inhabitado, lejano, en medio de la nada. Recreó la situación y colocó en boca de su padre la idea de que buscaban un sitio "donde los animales salvajes vivieran sin miedo".
Hasta allí, muy romántico.
Sin embargo, líneas más adelante, el demandante se toparía con una sentencia racista, inaudita. Ingalls explicó que finalmente habían encontrado un lugar "donde no había gente. Solo los indios vivían allí".
Ese párrafo, en el cual se consideraba a los nativos como "no personas", fue tomado como una ofensa por miles. Finalmente, la edición se cambió. En lugar de "gente", los editores utilizaron la expresión "colonos", para suavizar las quejas. Pero durante años, la disputa judicial para no premiar a la autora con una distinción tan importante por parte de la Asociación continuó.
"Esta decisión se tomó teniendo en cuenta el hecho de que el legado de Wilder, tal como lo representa su cuerpo de trabajo, incluye expresiones de actitudes estereotipadas incompatibles con los valores centrales de la ALSC de inclusión, integridad y respeto", señaló la institución en un comunicado.
El premio era otorgado a aquellos escritores y dibujantes que contribuyeran cada año con la literatura para niños. La primera en ganarlo fue la propia Laura Ingalls Wilder en 1954. Tres años después, moriría.
Pero aquella no es la única sentencia polémica que puede leerse en las novelas de Ingalls respecto de los nativos americanos. Otra, puesta en boca de uno de los personajes, es más dura: "El único indio bueno es el indio muerto". En defensa de la autora, siempre se dijo que ella quería retratar a muchos de los colonos. Sin embargo, a través de sus páginas, Caroline Ingalls, su madre, es claramente antipática con los "indios".
Ahora, la duda está puesta en saber si los libros de la escritora seguirán formando parte de la currícula escolar de miles de escuelas norteamericanas a lo largo del país. ¿Qué pasará con aquella familia tan popular que vivía en la pradera? ¿Pasará al olvido? ¿O se la recordará a su autora como una mujer que veía a los nativos como si fueran algo no calificable como personas?
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