Para Jan C. Scruggs tutearse con la muerte parecería ser algo frecuente. La última vez que lo hizo fue en abril de este año, cuando su corazón comenzó a fallarle y su mujer hasta hizo los preparativos necesarios para que su cuerpo encontrara un lugar en el superpoblado Cementerio Nacional de Arlington, donde los veteranos de guerra hacen su saludo a la eternidad en los Estados Unidos.
Scruggs, de 68 años y de Annapolis, se hizo famoso mucho antes. Fue cuando decidió hacia mediados de los 70 realizar el Memorial de Veteranos de Vietnam, conocido popularmente como el Muro de Vietnam. Allí se inscribieron en mármol los nombres de todas las víctimas de esa guerra que abarcó los últimos años de la década del 60 y unos pocos de los 70. En 2017 lo recorrieron más de cinco millones de personas.
El memorial quedaría inaugurado en 1984, luego de que tres años y medio antes el por entonces presidente Jimmy Carter autorizada su construcción.
En esa guerra Scruggs casi pierde la vida. No una, sino dos veces. Durante su tiempo en Vietnam, el joven de 19 años sirvió entre 1969 y 1970 en la Brigada 199 de Infantería Liviana. Pero el peor día no se presentó durante un combate. Tampoco en una trampa en medio de la jungla. O por una lluvia de fuego y muerte del Viet Cong.
Ocurrió el 21 de enero de 1970. Scruggs estaba relajado recuperándose en Xuan Loc, al este de Saigon en un lugar llamado Fire Base Nancy. Sanaba de una granada que lo había dejado fuera de combate durante ocho meses. El soldado se recuperaba de sus heridas. La metralla del artefacto casi lo parte al medio y lo mata.
Sin embargo, lo peor todavía no había llegado para el jovencito de 19 años.
Ese día un pelotón de morteros regresó de una misión. Descargaban un camión cuando la munición comenzó a detonar. Fue una verdadera carnicería. Scruggs corrió para ayudar a sus compañeros.
Fue el primero. Y encontró el infierno. Soldados prendidos fuego, extremidades por todas partes… aullidos de dolor. Cuerpos inertes. Masa encefálica desparramada. Intestinos serpenteando el lugar. Se acercó a un joven que yacía cerca del camión pero otro lo detuvo. Era absurdo: "Tiene un agujero en la cabeza del tamaño de una pelota de golf", alguien le dijo.
Doce muertos. Absurdos. Ni fuego enemigo, ni fuego amigo. Fuego accidental. "Estas son las cosas que suceden en la guerra", recordó. "Doce muchachos en una pila".
Durante años esa imagen lo persiguió. Borró aquella de la granada que casi le cuesta la vida. Esta le costó el espíritu. Salió de ese hechizo con una idea. Realizar un memorial hacia aquellos que habían padecido la guerra de Vietnam. Una generación golpeada a la que le sería difícil recomponerse.
Pese a las heridas profundas que marcaron tanto su cuerpo como su alma, Scruggs nunca se convirtió en un crítico áspero del conflicto. No fue un activista y siempre promovió el debate de ambos lados. Una forma de calmar los dolores más intrínsecos de una nación golpeada.
Hasta su última hospitalización en abril, el veterano atravesó varios trastornos más. De pequeño tuvo fiebre reumática, lo que afectó su corazón. En 2005, experimentó endocarditis, una infección del revestimiento interior de ese órgano que generalmente también afecta a las válvulas cardíacas. Y en 2010, durante una infección repentina mientras conducía, comenzó a delirar y fue hallado inconsciente por la Policía en el interior de su vehículo.
En 2015, ya bastante averiado en su salud, se retiró de la comisión que presidía el Memorial de Veteranos de Vietnam.
En noviembre, la endocarditis regresó. Mucho más fuerte, casi lo entierra. Su esposa, Becky, comenzó a hacerse una idea: "¿Cómo sería ser viuda?". En primer lugar sabía que su marido quería ser sepultado en Arlington.
Pero inesperadamente, el hombre que honró a 58 mil caídos en la guerra, comenzó a recuperarse. Su fiebre disminuyó, fue liberado de esa infernal máquina respiratoria… hasta que finalmente lo sentaron en una silla, de acuerdo con el periodista Michael E. Ruane, de The Washington Post.
El último mes, en una tarde de sábado, se lo vio recompuesto. Charló con quienes limpian el memorial. Animado. Está débil, pero creyó oportuno volver a sentirse vivo. Ya sentía que las heridas del espíritu habían sanado.
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